Autores como Humberto Maturana han resaltado que "el lenguaje crea realidad", afirmación que cuenta con evidencia empírica de que este produce, modifica y orienta el pensamiento y, en consecuencia, el comportamiento del individuo. Por tanto, para un cambio cultural a nivel social se precisa la revisión y/o modificación de las palabras que soportan estos principios valóricos y "les dan vida".

Una breve revisión histórica de los paradigmas en los que se ha enmarcado la inclusión, muestra cómo los términos que se han utilizado para hacer referencia a las personas neurodiversas han contribuido a instalar las bases para la exclusión y discriminación de estas, dejando entrever la infravaloración e incluso evaluación peyorativa de la diferencia, bajo un enfoque social competitivo y elitista que no toma en consideración las oportunidades que la diversidad aporta al desarrollo sostenible de las comunidades.

De acuerdo a Ruth Duque, sicóloga y especialista en Habilidades Laborales de la Universidad Andrés Bello, algunos modelos explicativos utilizaron términos como "imbécil", "idiota" o "mongolito" (como aún lo hacen incluso personeros públicos), para categorizar a las personas con discapacidad intelectual.

El uso de estas palabras para este fin debió erradicarse posteriormente, ya que establecían marcos de referencia asociados más bien a la función de insulto y descalificación.

El lenguaje también es determinante a la hora de consolidar estándares y objetivos sociales. Es por esto por lo que es imprescindible que revisemos las formas en que nos relacionamos con todos y todas aquellos y aquellas que conformamos la sociedad, partiendo desde la manera en que nos referimos a cualquier persona, si de verdad nuestro objetivo es participar de la construcción de una sociedad inclusiva.

Respeto y tolerancia, parecen ser nuevamente conceptos claves para producir cambios culturales, sobre todo en materia de inclusión.

El 9 de agosto pasado se realizó en Frutillar el 2° Foro de la Descentralización, con la participación de las 16 gobernadoras y gobernadores regionales. En esa ocasión el Presidente de la República informó una serie de medidas que profundizan la descentralización en nuestro país.

Uno de los anuncios más llamativo es la creación de los Comités Regionales de Desarrollo Productivos en cada una de las regiones. Esto significará que este nuevo organismo colegiado y resolutivo, integrado por representantes del Gobierno Regional, Corfo, Sercotec, sector privado y universidades, podrá asignar y focalizar más de 40 instrumentos públicos destinados al fomento productivo, logrando de esta manera una mayor participación y toma de decisiones por parte de actores del territorio. Además, se anunciaron la transferencia de competencias para la decisión y focalización de programas de Indap, Sence y Fosis.

También se anunciaron medidas orientadas a transferir a los gobiernos regionales materias de ordenamiento territorial, tales como aprobar los Planes de Acción Regionales de Cambio Climático, presidir la Comisión Regional de Ciudad, Vivienda y Territorio, elaborar planes intercomunales de Inversiones en Movilidad y Espacio Público, entre otras.

Por último, la Dirección de Presupuesto (DIPRES) establecerá un acuerdo con la Asociación de Gobernadores de Chile para avanzar en flexibilidad y autonomía presupuestaria; y de esta manera lograr mayores niveles de eficiencia en el gasto público por parte de los gobiernos regionales.

Sin duda que estas noticias son muy positivas; sin embargo, uno de los principales anuncios realizado por el ejecutivo fue que a fines de año se hará ingreso al Congreso Nacional, la esperada y anhelada Ley de Rentas Regionales.

Esto permitirá ir consolidando paulatinamente el proceso de descentralización, ya que hasta a la fecha se ha avanzado principalmente en materias políticas y administrativas; y de esta manera lograr una mayor autonomía y empoderamiento de las regiones con su propio desarrollo y bienestar.

Guillermo Díaz , director Ceder Universidad de Los Lagos