La situación que vive Francia hace varios días ha impactado a la comunidad internacional. Desde Chile, las imágenes de disturbios han obligado a muchos a recordar con tristeza los momentos duros del estallido social de 2019, con quemas de vehículos, saqueos y la capacidad estatal de resguardar el orden público, sobrepasada.

Los disturbios comenzaron por la muerte de un joven de 17 años de origen migrante a manos de un policía. El uniformado está siendo procesado por asesinato; pero esa acción legal no ha bastado para contener la molestia de personas que ven en este hecho una expresión de racismo.

Nada justifica el abuso de poder. Tampoco el daño, la agresión, el uso de la fuerza para solucionar problemas. Sin embargo, analistas internacionales han pedido ver el cuadro más completo, revisar las raíces del descontento antes de generar juicios, recordando que los procesos sociales tienen múltiples aristas; de ahí la dificultad para comprenderlos desde lejos. En este caso -señalan- hay factores como la inmigración no regulada, la segregación, la inseguridad ciudadana no atendida a tiempo y la pobreza.

También se ha llamado a observar y a prevenir que esas historias se repitan, porque claramente los disturbios son una amenaza para la estabilidad, la paz social, la economía. Un país con este grado de alteración se vuelve inseguro a los ojos externos y eso afecta su actividad comercial, turística y política. Además, los momentos de incertidumbre abren puertas a líderes populistas que amenazan la democracia.

Desde el sur del país lo que ocurre puede parecer lejano. Pero en un mundo globalizado, nada es ajeno. Ya lo aprendimos con el alza de los precios de los insumos agrícolas y la guerra en Ucrania; con las exportaciones detenidas en tiempos de pandemia. Por lo mismo es importante aprender de las situaciones que otros países viven y reforzar aquello que ayuda a prevenir. Más inclusión, seguridad, participación democrática y solución pacífica de conflictos; menos inequidad, menos corrupción e indiferencia, pueden ser pasos positivos para dar.

En nuestra sociedad, como en otras, existe el crédito informal, ese que no pasa por un banco o una institución financiera o por una notaría y que es practicado habitualmente por ese conocido, familiar o amigo, que tiene a bien entregar una cantidad de dinero a título de préstamo, ocurre en ocasiones que es pactada una fecha de devolución de dichos importes y que también en ocasiones el deudor no cumple con su obligación de pagar su deuda.

La pregunta que surge es la siguiente: ¿qué puedo hacer desde el punto de vista legal, para lograr que dichos dineros se reintegren al patrimonio de quien otorgó el préstamo? La primera recomendación práctica para quien presta una cantidad de dinero, es la siguiente; haga siempre firmar un documento, aunque sea manuscrito, que contenga la cantidad prestada y la fecha de devolución. Antes de la reforma legal este requisito no era necesario, pero hoy día sin un documento escrito, es imposible tener la posibilidad de ser pagado a través de un procedimiento judicial.

Con ese documento escrito, usted puede pedirle a un Tribunal que cite a la persona que le adeuda, si éste comparece o concurre al Tribunal, tendrá opción de que el deudor confiese su deuda o bien la niegue; ahora si estando citado no comparece o no asiste, la deuda se tendrá por reconocida y valdrá para todo efecto legal como un título ejecutivo, el cual puede ser cobrado con embargo de bienes incluido, lo que en definitiva da una vía de solución a los préstamos informales entre quienes usan esta forma de prestar dinero.

La ley de nuestro país se ha ido perfeccionando en orden a satisfacer las necesidades de nuestra sociedad y regular las conductas de quienes optan por una forma de crédito o préstamo de esta naturaleza, ya sea por confianza o por necesidad, no están amparadas, al día de hoy, las conductas negligentes de quienes no aseguren su patrimonio al momento de desprenderse de parte de éste. Es por eso que necesariamente se debe contar con un instrumento escrito donde conste la deuda y el plazo de su devolución; y, de ser el caso, utilizar este documento judicialmente para tener opción de ser pagado.

Un antiguo aforismo jurídico señalaba que "el Derecho no protege a los negligentes", por lo cual al momento de tener la expectativa de una devolución de lo prestado, en dinero, debemos contar necesariamente con un medio probatorio y hacerlo valer dentro de los plazos de prescripción de una acción legal; de lo contrario, estaremos al arbitrio del deudor, sin posibilidades de ser pagado.

Surge la pregunta: ¿y si no tenemos derechamente ningún medio probatorio que pueda amparar la deuda?, en este caso no existen posibilidades reales de ser pagado y deberá conformarse quien se desprendió de parte de su patrimonio que no será pagado por el deudor renuente.