Con el Consejo Constitucional ya definido, comienza la participación ciudadana. Y el lema es "No partimos de Cero". Esto, porque se considerará también información y opiniones generadas desde la ciudadanía entre 2016 -cuando comenzó el proceso, en el gobierno de Michelle Bachelet- hasta 2022, con el trabajo de la Convención.

La Secretaría de Participación Ciudadana es responsabilidad universidades de Chile y Católica. Su primera labor fue entregar a la Comisión Experta el informe "Recopilación de Procesos Participativos Previos" y , ayer, abrió los calendarios para agendar actividades para las cuatro alternativas que tiene la comunidad para colaborar con la nueva Carta Magna.

Una opción es presentar Iniciativas Populares de Norma. Desde el 7 de junio al 7 de julio se podrá "sugerir suprimir, adicionar, sustituir o modificar normas". El 19 de mayo inicia el período para inscribirse en www.secretariaparticipación.cl

Otra alternativa son las Audiencias Públicas, instancias en que las personas o grupos serán recibidas para exponer su punto de vista respecto del anteproyecto. Se realizarán ante comisiones del Consejo Constitucional o ante las universidades. Desde el 7 y hasta el 14 de junio se podrá pedir audiencias. Entre el 30 de junio y el 1 de julio serán en universidades de regiones.

La tercera alternativa son los Diálogos Representativos , en los cuales se trabajará sobre una pauta emanada desde la Secretaría. Ya está abierta la inscripción en https://yo.quieroparticipar.cl/ y se espera sumar a más de mil personas. La cuarta posibilidad es la Consulta, que recogerá opiniones a través de una plataforma virtual, entre el 7 de junio y el 7 de julio.

El proceso participativo es corto. Por lo mismo resulta importante que las personas se informen y se involucren pronto. También es necesario que se garantice algún grado de incidencia. Recordemos que la ex Convención recibió 78 iniciativas populares, rechazó 42 y sólo incorporó un 10% de todas las propuestas, según consta en informes de 2022. Eso generó frustración y, claramente, la idea es que no se repita.

Ya hemos reflexionado en columnas anteriores, sobre la tendencia a traducir las responsabilidades de las externalidades negativas de nuestro entorno a los alimentos de origen animal. Parece quedar en el olvido que el ser humano y el bovino se han desarrollado juntos. Tanto en Europa como en Indonesia, las representaciones figurativas del bovino doméstico forman la base de la riqueza social del arte rupestre.

Hoy, 40 mil años más tarde, debemos colectar evidencia científica para respaldar la conveniencia de mantener con nosotros a una especie tan noble y necesaria como son los bovinos.

Muchos esfuerzos se están canalizando para llegar a reemplazar la proteína animal por productos cultivados in vitro. Si bien para muchos podría ser una alternativa interesante, comienzan a generarse estudios que alertan sobre ciertas complicaciones que puede traer ésta ola alimentaria. Porque debemos comprender que cualquier actividad que realicemos generará un impacto.

Un estudio reciente de la Universidad de California, Davis, han podido estudiar el ciclo de la carne cultivada bajo condiciones de producción disponibles, detectando que los medios de cultivo que se utilizan tendrían un consumo intensivo de energía y liberación de gases de efecto invernadero, con un impacto ambiental 25% superior al de la producción de carne por vías tradicionales (Risner, 2023).

Previamente, en 2019, otros equipos investigadores también habían reportado puntos de atención en términos de la intensidad, requerimientos de purificación y relación de estos métodos altamente tecnológicos de avance científico.

Por ello es tremendamente importante que en Chile avancemos rápidamente en el acortamiento de nuestros ciclos de producción, mitigación de efectos ambientales de nuestros sistemas prediales.

Está comprobado que los nutrientes de las proteínas animales no son fácilmente reemplazables por otro nutriente sustituto. Quizás nos olvidamos que en Chile nuestra ganadería es una fuente tan usual de economía circular que aprovecha residuos no comestibles por el ser humano, que sólo nos vamos a dar cuenta de la amabilidad y necesidad de sentir el rítmico resoplido del pastoreo, cuando el desierto se asiente sobre nuestra precordillera, tras el paso del incontrolable fuego que devora el pasto y matorrales, que en forma natural, en alguna época el vacuno mantenía a raya.