Con la finalidad de poder concientizar, visibilizar y sociabilizar la celiaquía es que hoy se conmemora el Día Internacional de la Enfermedad Celiaca. Esta patología es de tipo crónica, lo que quiere decir que las personas que la padecen lo harán por toda la vida, ya que no tiene cura, por lo que la única forma de sobrellevarla es teniendo una adecuada adherencia al tratamiento el cual incluye una alimentación libre de gluten.

Generalmente se da en personas con cierta predisposición genética, que desencadenan una respuesta del sistema inmune tras la ingesta de una proteína presente en el trigo, centeno, cebada y avena, llamada gluten.

Esta respuesta, según María Cristina Escobar, directora de la Carrera Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello, sede Concepción, genera daños a nivel del intestino delgado, provocando inflamación de la mucosa y atrofia de las vellosidades ahí presente afectando la absorción de algunos nutrientes como proteínas, grasas, hidratos de carbono, vitaminas y minerales lo que termina repercutiendo en el estado de salud general de la persona, provocando fatiga, anemia y perdida involuntaria de peso.

El único tratamiento para esta enfermedad es la Dieta Libre de Gluten (DLG) de por vida.

Otra consideración importante, es que para la fabricación de algunos medicamentos se utilizan excipientes derivados del almidón, por lo que es importante asegurarse de que el medicamento sea libre de gluten. Por eso, es importante informarse para las personas que padecen esta enfermedad.

Si fuese posible visualizar a La Unión y Río Bueno, con Río Negro como extremo opuesto; y a Osorno como el extremo opuesto a Entre Lagos y Puerto Octay, tendríamos un tablero de ciudades que jugaron, y juegan hoy un papel vital en el contexto del desarrollo colaborativo de la región. Son ciudades privilegiadas por edificaciones que datan de principios del siglo pasado, poseedoras de un gran valor patrimonial. Cada una, con únicas y magníficas casonas de tamaño hoy impensado, que, sumadas a molineras, curtiembres, muelles, y estaciones de ferrocarril, dejaron una huella sostenida en ideales, trabajo y esfuerzo para domesticar un rudo pero generoso territorio.

Hoy sabemos que el patrimonio no es sólo edificaciones, lo son las personas, su vida, sus oficios, sus tradiciones, sus recuerdos, y todas las historias que se guardan en la intimidad de cada familia. El patrimonio viene a nosotros como la memoria de nuestro pasado personal y colectivo. Es el "capital cultural" al que nuestra ciudad y región le debe lo que es hoy.

Hace pocos días oí una historia: "Mi papá nos pasaba a buscar los viernes para llevarnos al campo, y nosotras nos quedábamos en Osorno porque teníamos una fiesta en la casa donde vivían los Koenekamp", relataba mirando la lejanía. Hoy, la casa de Matta y Baquedano será desarmada. Con ella se perderá la naturaleza que hizo posible esos recuerdos. De eso se trata la pérdida del patrimonio.

Y es que la velocidad, la voracidad, y las necesidades de la vida actual impiden detener el paso para percibir cómo esta impronta de ideales de quienes nos antecedieron hoy nos acompaña. Este capital cultural de tradiciones y edificaciones son testigos de la historia, y al mismo tiempo, espectadores de una ciudad que se desarrolla sin verlas, sin valorarlas; y, sin embargo, están ahí, erguidas, cual pieza de ajedrez esperando un movimiento favorable.

Ad portas del Día del Patrimonio, debemos agilizar la ley de patrimonio que descansa en el Senado, para que salvaguarde a todas aquellas historias donde nuestra memoria se remonta, y mover nuestras piezas urbanas para que peones, alfiles, caballos y torres protejan a damas y reyes del jaque mate urbano, y así custodiar y preservar nuestro "capital cultural".