Pese a que en marzo del presente año comenzó a operar la ley No Chat, muchos conductores insisten en utilizar el teléfono mientras conducen, e incluso escribir en WhatsApp.

Esa ley se aprobó en septiembre de 2021 y entró en vigencia seis meses después. Antes de esto, conducir haciendo uso del celular u otro dispositivo constituía una contravención grave, pero tras la aprobación de la norma, pasó a ser una falta gravísima, equiparándose a no respetar un semáforo en luz roja o una señal de disco pare. En efecto, la ley sanciona como infracción gravísima a los conductores que incurren en estas conductas, con multas entre 1,5 a 3 UTM (80 mil a 160 mil pesos), además de la suspensión de la licencia de conducir por entre 5 a 45 días, que puede ser aumentada de 45 a 90 días por reincidencia, esto es, dos infracciones gravísimas dentro de los últimos doce meses. La idea de endurecer sanciones apunta a lograr una modificación de las prácticas habituales de los conductores.

En los últimos seis años aumentaron al doble los accidentes causados por conducir sin poner atención a las condiciones de tránsito, siendo el celular el mayor elemento de distracción.

La directora y fundadora de la ONG No Chat, Claudia Rodríguez, ha señalado que manipular el teléfono al conducir aumenta veintisiete veces la probabilidad de ir distraído y quintuplica la probabilidad de atropellar a un peatón, considerando que la conducción desatenta es la principal causa de accidentes en las carreteras chilenas. "Sabemos que esto es un esfuerzo permanente y que debe ser trabajado en el tiempo, entendiendo que los cambios culturales normalmente son procesos de largo aliento y que necesitan un acompañamiento constante. En este contexto, comenzó un trabajo de recopilación de antecedentes para mejorar esta normativa y presentar las indicaciones necesarias que permitan fortalecer aspectos clave de la ley, de cara a mejorar su funcionamiento en todos los aspectos posibles", ha señalado. Se requiere el trabajo de las autoridades para la fiscalización, porque sin ella, esta y cualquier otra norma para la convivencia vial será letra muerta.

Después de tanto tiempo, después de un violento estallido anti social, después de un violento virus mortal, finalmente la Sago, ese rincón propio de Osorno, volvió. Endilgó pasos y abrió trancas para que todos entraran, que todos vinieran. Y llegaron, largas filas, familias enteras.

Bomberos, Carabineros y voluntarios, huasos y petiseros, animales, maquinaria y artesanía ahí estuvieron, firmes y dispuestos, como si el tiempo no hubiese pasado. Y agricultores, criadores, sembradores, lecheros, empresarios grandes, medianos y pequeños, instalados, mostrando lo que sólo el hombre de campo es capaz de hacer contra viento y marea: producir, dar de comer, "echar bencina a la máquina" para seguir caminando.

Y las instituciones pulieron mesas y butacas, las señoras y señores ataron delantal al cinto y sacando su mejor sonrisa, repartieron empanadas y cazuelas, tortas, mostos y zamacuecas.

Sin duda, debimos lamentar la inesperada partida de uno de los queridos directores de la Asociación de Rodeo Osorno, Jorge Epple. Sin embargo, este triste acontecimiento detuvo en un silencio fraternal el rodeo, no así la feria, porque "la función debe continuar" y la Sago continuó. Y perritos y caballos llegaron como bálsamo a mitigar en parte este dolor.

Dos grandes: el impecable Cuadro Negro del Ejército y la perfecta agrupación Las Palmas de Peñaflor.

Este piño de chilenos otra vez demostró cómo el hombre es capaz de convivir con uno de los animales más nobles: el caballo. Y nuestro caballo criollo, el que sin dar grandes saltos olímpicos ni ganar carreras, es poderoso, fuerte y dócil, amigo del hombre y su trabajo. Lo pudimos ver en una actuación de belleza y folclor, de norte a sur y de Rapa Nui a La Araucanía, abriendo el desfile con la Virgen del Carmen y cerrando en aplausos sin frontera con nuestra tricolor bandera. Todos mostrando disciplina y constancia, amor a la tierra. Mientras afuera, un sector lucha por destruir, ellos por rescatar lo que queda.

Se agradece la generosidad y el esfuerzo de todos esos "Agustines" y "Morenos" que trabajan sin alabanza ni premios, sólo por mantener raíces y, en ellas, nuestro caballo chileno.

Vivian Arend