Cuando una persona tiene una familia a la que debe mantener, la pérdida del empleo representa no sólo un fuerte golpe a su autoestima, sino que también puede significar que experimente un notable sentimiento de fracaso personal por sentirse incapaz de proveer a su pareja e hijos, condición que se suma -como corolario final- al hecho de sufrir una enorme presión sobre sus hombros, presión que va acompañada de elevados niveles de estrés.
El gran problema radica en que el estrés, a su vez, libera altos niveles de hormonas como el cortisol, adrenalina y noradrenalina -las llamadas "hormonas del estrés"- las que de mantenerse por mucho tiempo en el organismo, dejan al sujeto en un estado de constante alerta, agotándolo, produciendo inflamación de los tejidos y diversos procesos metabólicos que desgastan el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de sufrir hipertensión y enfermedades coronarias.
Este efecto es muy fácil de entender: nuestro organismo funciona como un todo y el estrés impacta no sólo al sistema nervioso con la aparición de síntomas depresivos, sino que cuando aumentan los niveles del estrés, ello puede dañar las paredes de las arterias y aumentar la presión sanguínea, elevando el riesgo de un infarto.
Una investigación de la Dra. Kate Strully de la Universidad Estatal de Nueva York, EE.UU., demostró que el costo de la cesantía tiene, asimismo, un fuerte impacto en la salud física, ya que, de acuerdo con este estudio, el 80% de las personas desempleadas -y que no presentaban ninguna enfermedad antes de perder su trabajo- fue diagnosticado con diversos problemas de salud: hipertensión, enfermedades del corazón y diabetes 18 meses después de perder su trabajo.
Ahora bien, la Dra. Strully no sólo fue capaz de mostrar los nocivos efectos de quedar cesante, sino que también entrega una serie de recomendaciones para evitar o, por lo menos, minimizar, que la cesantía afecte la salud, tales como: generar redes sociales de apoyo, evitar el consumo de tabaco y alcohol -que conlleva el estrés por estar cesante-, realizar actividad física regular, mantener una dieta sana y equilibrada, buscar ayuda y apoyo profesional toda vez que ello sea posible.
Dr. Franco Lotito, profesor del MBA de la UACh