Opiniones y redes sociales
Los políticos han establecido una compleja relación con la plaza altisonante que suponen plataformas como Twitter. Ejercer un cargo de representación popular o de designación política supone un umbral mayor de responsabilidades a la hora de opinar.
El episodio ocurrido la semana pasada, en medio de lo que ya se avizoraba sería el desplome de las ventas de mariscos en los mercados de la zona sur, con un consejero regional apuntado por difundir información errónea acerca de la intoxicación por marea roja ocurrida en la región (con productos marinos provenientes de Aysén, no de Los Lagos), constituye un ejemplo más de la compleja relación que se ha venido dando entre autoridades de todo tipo y el uso de las redes sociales. En este tipo de plataformas, los políticos han encontrado un canal de fácil comunicación con la ciudadanía, utilizándolo para opinar de los más variados ámbitos y a toda hora. Es algo así como el sueño de quien sea que quiera hacerse escuchar e influir: relacionarse directamente, sin intermediarios, con una audiencia masiva y sin fronteras, buscando alzarse como figuras cercanas y con opinión propia.
El problema es que las redes sociales no admiten grandes filtros ni comprobaciones, y aquello que fácil se da por cierto, luego puede quedar en la cornisa de la veracidad o derechamente afuera, como ha ocurrido en incontables veces en la política nacional. A quienes ejercen cargos de autoridad o de representación política en el país debe exigírseles, sin duda, mayores cuidados en lo que se difunde. Ellos ya no son ciudadanos comunes y corrientes; la sola investidura de su cargo los coloca en una posición distinta, y han de comprender que sus palabras y la interpretación que se hará de ellas tendrán un alcance que va mucho más allá de su círculo cercano o de quienes piensan como ellos.
No hay duda de que las redes sociales han facilitado la cercanía de los políticos con las personas, pero es menester que asuman las responsabilidades y riesgos que ello implica. La escena política, sobre todo en el ámbito nacional, ya ha ofrecido demasiados ejemplos de un uso y abuso de plataformas como Twitter que han contribuido, en parte, al ambiente de crispación e intolerancia que rodea a la política y a las instituciones del Estado. Precaución, es lo que se requiere.