De acuerdo a las estadísticas de la Comisión Nacional de Seguridad del Tránsito (Conaset), en Chile diariamente fallecen en promedio cinco personas en accidentes de calles y carreteras. Pero no se trata de números, porque detrás de cada muerte hay una familia, hay amigos, hay toda una vida de desarrollo, de esfuerzos y de planes que no llegaron a cumplirse.

En los accidentes influyen factores como la alta velocidad, la imprudencia de conductores y de peatones que cruzan con luz roja o por lugares no habilitados, y la conducción descuidada, donde hablar y escribir por celular tiene una alta incidencia. Es usual que durante los fines de semana largos, e inicio de vacaciones de invierno, como ha ocurrido hace unos días, se incrementan estos trágicos episodios, pese a los continuos llamados que realizan las autoridades para que los conductores adopten las medidas preventivas.

El tema de las muertes y lesiones por accidentes de tránsito es complejo, considerando el explosivo aumento del parque automotor. Las tragedias viales son la tercera causa de muerte en Chile. Los estudios indican que más del 90% de los accidentes ocurren por imprudencias o fallas humanas, lo que nos hace los primeros responsables para mantener la seguridad vial.

Chile se ha destacado en los últimos años con campañas como las de tolerancia cero alcohol y la ley Emilia, que buscan erradicar conductas altamente riesgosas al conducir, como manejar después de haber bebido o consumido drogas. Sin embargo, sigue siendo de real importancia que todos quienes de una u otra manera intervienen en el sistema vial, asuman con responsabilidad la conducción y su comportamiento en el tránsito, en general.

Los balances de Carabineros advierten la poca preocupación de los automovilistas. Es cierto que se producen más accidentes en las zonas urbanas que en las rurales, pero en éstas son más graves porque se circula a mayor velocidad. Por ello, hay que redoblar los cuidados en estas vacaciones de invierno.

Se acaba de cumplir un mes de la instalación de la Convención Constitucional que tanta expectativa ha suscitado en todas y todos nosotros. Esta instancia institucional es una de las expresiones más importantes de un proceso transformador mayor.

Debe conducir a un nuevo marco constitucional que redistribuya el poder, reorganice la convivencia social y potencie nuestro desarrollo. En lo concreto es un ejercicio de conversación colectiva, cuyo resultado es un texto, un conjunto de palabras escritas a las cuales les daremos poder normativo. Para que aceptemos ese texto y lo asumamos como obligación, la conversación debe ser amplia, inclusiva y de calidad.

Amplia, pues la realidad contemporánea impide que las decisiones se discutan y adopten en espacios restringidos. Por eso tienen tan mala prensa expresiones como "entre cuatro paredes" y la "cocina". Amplia quiere decir también pública, en el doble sentido de abierta y con publicidad. La preparación previa a cargo del gobierno fue deficitaria en esto, pero se ha ido corrigiendo durante este mes. La inclusión implica que quienes no han podido hablar o no han sido escuchados previamente, lo puedan hacer ahora en mucho mejores condiciones.

La elección de Elisa Loncón como presidenta y sus primeras palabras en mapuzungun fueron una señal muy potente en tal sentido, porque establecieron una fuerte diferencia a favor de la inclusión. También lo es la paridad de género, el énfasis descentralizador que se advierte en las y los convencionales y el peso que se ha dado a los escaños reservados a pueblos originarios, entre otras medidas.

¿Cómo lograr una conversación de calidad? Invertir en concordar las reglas, como se está haciendo ahora, es clave cuando está en juego el poder, aunque sea un tedioso y poco mediático. Evitar funas, exclusiones arbitrarias y otras malas prácticas es algo que debe regularse, pero también irse construyendo como práctica en la deliberación.

Conectar permanentemente la conversación dentro de la Convención con la que tenemos las y los ciudadanos de a pie es el tercer pilar. Aquí es importante la apertura de la Convención, pero también el rol de los medios -al debe hasta ahora- y entender que este año constituyente es también la mejor clase de formación cívica a que podríamos aspirar. Un buen proceso anunciará un buen resultado.

Gonzalo Delamaza, investigador del Ceder de la ULagos