Patrimonio cultural
Es importante tomar conciencia de lo que representa el patrimonio cultural, histórico y arquitectónico, para comprometerse en su cuidado. Surge la necesidad de consolidar un orden jurídico que preserve eficazmente el patrimonio arquitectónico y cultural.
Durante las últimas dos décadas el Día del Patrimonio Cultural había sido celebrado con especial interés por las familias, y sobre todo por los niños, que tenían la oportunidad de recorrer en plenitud y gozar con la estética y lo que guardan edificios estatales, museos, bibliotecas y otras dependencias. Con el paso de los años, se fue agregando un significado más amplio, ya que era la oportunidad de reflexionar acerca de la necesidad de valorar y preservar el patrimonio del país. Desde que fue instituido este día de celebración (el 2 de mayo, pero que esta ocasión se celebró el pasado fin de semana en todo el país y la Región), ha sido una instancia para la riqueza espiritual, considerando que parte del patrimonio nacional ha sido dañado por terremotos, incendios y otros desastres.
Además, la demanda de suelo para la construcción también ha significado la destrucción de edificaciones emblemáticas, así como ha ocurrido con los tan necesarios humedales naturales.
Ciertamente, hay razones económicas que llevan a esa invasión de edificios, así como la creciente demanda de la población por disponer de un hogar, y la construcción en altura aparece como una alternativa para muchas familias. Pero pierde la historia de cada ciudad, que ve desaparecer para siempre los símbolos de lo que fue alguna vez el patrimonio. Surge la necesidad de consolidar un orden jurídico que preserve eficazmente el patrimonio arquitectónico y cultural.
Por eso, es importante tomar conciencia de lo que representa el patrimonio cultural, histórico y arquitectónico, para comprometerse en su cuidado, porque es bueno que como sociedad seamos capaces de poner a buen resguardo lo que hicieron y construyeron las generaciones anteriores y que nos dejaron como un legado que nos pertenece a todos. Pero no sólo hay que pensar en la declaración de algunas obras como monumentos nacionales, sino también es necesario resguardar las zonas típicas en las ciudades, que se constituyen en cartas de presentación para quienes van a visitarlas, sean turistas nacionales o extranjeros. Debemos sentirnos orgullosos de este gran legado.