Chile al borde de la cornisa
Amnesia, miopía, incertidumbre, riesgo, cambio de reglas del juego, inestabilidad para la inversión, todo aporte del Estado debe a lo menos multiplicarse por dos, fin a la democracia y al rol de los partidos políticos, no más separación de poderes, amnistía antes de fallos judiciales sólo para violentistas y terroristas. Ganamos e imponemos nuestras términos y condiciones.
Estas han sido las frases o textos frecuentes y reiterativos en las jornadas post elecciones de cuatro importantes cargos en la estructura del Estado, donde menos del 40% de los habilitados para hacerlo concurrimos a las urnas. La pretensión de buscar más democracia y legitimidad ha sido un fiasco y arriesgamos dilapidar más de 40 años de desarrollo, crecimiento y mejoras sustanciales en calidad de vida de todos y cada uno de los habitantes de la Patria. Sin embargo, estamos al borde de la cornisa, porque muchos no se interesaron, otros se podrán ir del país y los más quedaremos a la deriva, puesto que el "modelo" no servía...
¿Y de dónde se están obteniendo los recursos de miles de millones de dólares que el Gobierno, como expresión jurídica del Estado, utiliza para salir en apoyo de personas, empresas e instituciones?
Los faltos de memoria votaron por estados fallidos y soluciones que no han funcionado en ningún país del mundo. Los miopes no desean ver que los logros sólo se han obtenido con el esfuerzo privado y un Estado responsable y eficiente (cada vez dramáticamente menos), con inversión y reglas del juego estables.
¿Podemos perfeccionar y mejorar? Por cierto, con políticas públicas focalizadas, con rendiciones de cuentas públicas y sujetas a auditorías, con un Estado pequeño, eficiente y sin empleados inamovibles, recuperando el respeto a la autoridad y educando en la convicción de que lo prioritario son los deberes y luego los derechos.
Si no prima el diálogo y la concordia en la Convención Constituyente, felizmente, a mí al menos, me queda el plebiscito de salida para evitar legar a mis nietos un futuro que nos les deseo.
Gonzalo Arias Salas
Estado de tiranía
¿Cómo ha sido posible que Chile caiga de nuevo en una dictadura, no para rescatar la economía y la libertad, si no para destruirlas?. Hace más de un año nos impusieron que llevemos un trapo en la cara, que nos encerremos en nuestras casas, que los negocios pequeños se cierran (mientras las grandes empresas seguían enriqueciéndose) y que nos distanciemos los unos de los otros a dos metros (en algunos negocios, en otros a solo 1,5).
No obstante, y a pesar de todas estas medidas que nos aseguraron ayudarían a bajar los contagios, Chile sigue con hasta 8.000 casos diarios (y ni siquiera hablemos de los PCR y su inutilidad para detectar carga viral o discernir entre virus activo y estragos restantes de ADN por una infección anterior). Luego nos damos cuenta que la legendaria "mesa covid" ni existe y que todas estas decisiones son tomadas al azar por unos pocos individuos con intereses políticos más que sanitarios y sin actas para saber por qué algunas comunas sufren reiteradas cuarentenas, mientras otras quedan libres (especialmente cuando le toca al Presidente ir de vacaciones en el sur).
Bajo el gobierno de Pinochet existía mucho más libertad de expresión, de la economía, de la movilidad y de religión. No obstante, bajo el pretexto de "salud" nos han quitado toda la libertad sin cualquier evidencia que sus medidas tendrán cualquier efecto positivo contra la pandemia, mientras tienen el efecto de debilitar el país, destruir la economía, devastar la libertad individual y dejarnos impotentes ante el creciente poder de China y su Partido Comunista, posiblemente los mismos que crearon este problema.
El Estado de Excepción se ha convertido en un estado de tiranía y parece que nadie se ha enterado por dónde va la micro.
Vincent LaRue
Sufragio obligatorio
A raíz de la crisis política y social que afecta a nuestro país, ha resurgido el debate sobre la voluntariedad u obligatoriedad del voto.
La mayoría de los países democráticos establece regímenes de sufragio voluntario y las razones que suelen darse para restaurar la obligatoriedad no son convincentes.
Estas no justifican convertir al voto en un deber, desconociendo la libertad y autonomía ciudadana que a él subyacen. De igual manera, apelar al sufragio obligatorio como antídoto para superar nuestra crisis de legitimidad es un error que no se hace cargo del verdadero problema: la desafección de la ciudadanía respecto a la política.
Si lo que se busca es mayor participación y legitimidad, deberían impulsarse políticas públicas que faciliten la participación en los procesos electorales, aumenten el compromiso cívico y modernicen nuestras instituciones democráticas. Pero nada de ello se logra con el sufragio obligatorio.
Martín Durán