Qué hace usted si quiere ponerse una ropa y no está planchada? ¿la plancha; llama a alguien para que lo haga; se pone otra cosa?" o "¿Apoyas a tus hijos e hijas en sus tareas escolares?, ¿sí, a veces, nunca?"

Esas preguntas forman parte del "Examen del Síndrome de Dedus Crespus" que está en la página www.dedudcrespus.cl y que advierte sobre un mal que afecta hace miles de años a los hombres; pero cuyos efectos nocivos recaen en las mujeres. Coloquialmente el mal se le llama "dedos crespos" (de ahí el nombre) y se expresa en la desigual división del trabajo doméstico, en el cual ellos hacen poco y ellas, demasiado.

La reflexión al respecto está en una campaña nacional que impulsa Comunidad Mujer y que, con ironía, busca crear conciencia sobre las brechas basadas en la asignación social de roles por género; lo cual produce, por ejemplo, sobrecarga de responsabilidades, salida femenina del mundo laboral, menos oportunidades y hasta deserción escolar de niñas y jóvenes.

El mensaje de la cruzada apela al humor; pero las cifras son serias. A nivel mundial y nacional, según datos de Unicef previos a la pandemia, las niñas entre 5 y 9 años dedican un 30% más de tiempo que los niños de la misma edad a "ayudar" en casa. Y sube al 50% en la adolescencia, más -a veces- maternidad temprana.

En medio de la crisis sanitaria la situación ha empeorado. No hay antecedentes infantiles, pero los relacionados con las adultas indican que las chilenas dedican 9 horas más al cuidado hogareño que los hombres (Centro de Estudios Longitudinales UC).

La fuerza laboral femenina ha bajado. A nivel nacional hoy es de 42% y en 2018 fue 48,5%. Pero un dato más inquietante aún es que el 80% de las que perdieron su empleo no se ha reinsertado, o lo ha hecho en medias jornadas, porque tiene personas a su cuidado.

Por supuesto que la situación no solo se debe al "Síndrome" que describe Comunidad Mujer; pero, claramente, él ayuda a agravarla. Por fortuna, en el mismo sitio de la campaña hay tratamientos para enfrentar la situación y curarse. Ideal si muchos los reciben.

¿Ha escuchado frases como: "Con todo respeto, pero…", "No quiero herir tus sentimientos, pero…", "Odio decirte esto, pero…"? Pues bien, si usted presta algo de atención a cómo se refiere la clase política a sus adversarios y/o enemigos del bando opuesto -¡o incluso del propio!- podrá advertir con facilidad cómo se repite el "con todo respeto…" entre esta gente, previo a lanzar un gran puñetazo directo al mentón.

A fin de mitigar el impacto que tendrá una declaración que podría ser demasiado dura u ofensiva, algunas personas anteponen ciertas frases que tienen la intención de decir exactamente lo contrario de la frase con la cual iniciaron la conversación. Es lo que asegura la experta lexicógrafa Erin McKean, fundadora del portal Wordnik.com, un diccionario en línea.

El uso de frases que anteceden a una mentira es algo que sucede a menudo y se utiliza como una manera de asegurarse una reacción menos violenta por parte del afectado. Muchos hemos tenido la experiencia de escuchar frases que buscan preparar el terreno, con el fin de que uno "no se lo tome a mal" y comprenda, que lo que están a punto de decirnos, es "sin ánimo de ofender" y "para nuestro bien".

Un análisis lexicográfico revela las frases que preceden a una mentira o que son utilizadas como una suerte de anestesia para lanzar la "verdad" que nos quieren decir.

Según McKean, la expresión más evidente que busca ese efecto, es partir con la frase: "Con todo respeto…", ya que ella encubre el hecho que no estamos para nada de acuerdo con el otro, lo que implica que, en definitiva, no se tiene un gran respeto por esta persona.

Lo mismo ocurre con frases tales como: "No soy clasista, pero…", "Odio decírtelo, pero…". Detrás de estas frases existe una gran dificultad para hablar de forma directa y franca, y lo que se intenta hacer, es encubrir lo que está por decir el sujeto, buscando la forma de dorar la píldora antes de obligar al otro a tragársela.

Sugerencia final: de ahora en más, preste atención a la forma en cómo se dirige a usted la persona con la cual mantendrá una conversación, porque puede llevarse más de una sorpresa. Así que… no permita que le cuenten cuentos.

Dr. Franco Lotito, profesor del MBA de la UACh