Lograr la vacuna eficaz que evite el fallecimiento de miles de personas es la gran finalidad del mundo científico que a través de distintas empresas farmacéuticas intenta llegar primero y así quedó demostrado en la carrera por obtener la tan ansiada inmunización al covid-19.

Sin embargo, más allá de lograr el objetivo de la inoculación en la comunidad, nacen muchas inquietudes vinculadas al ámbito ético en el desarrollo de las vacunas.

Tal como explica la doctora Adela Contreras, académica de Ética Médica de la Escuela de Medicina Universidad Andrés Bello, toda vacuna que se comercializa se desarrolló a través de Ensayos Clínicos (protocolos de investigación en seres humanos), que han sido previamente aprobados por un Comité de Ética Científico acreditado, cuyo objetivo es velar por el resguardo de los derechos de los sujetos de investigación. Esto significa que se debe contar con el consentimiento informado del participante y, tanto los investigadores, como los patrocinadores del producto, deben cumplir con estándares técnicos y éticos aceptados internacionalmente.

Uno de los principales cuestionamientos es ¿cuánto puede prevalecer el aspecto económico sobre el ético en temas de vacunas? El espíritu de la Ley 20.120, sobre Investigación en seres humanos, en la cual se establece la obligatoriedad de que un comité especializado evalúe los aspectos éticos de la investigación, es claro en definir que el objetivo es la protección de las personas. Esto está por sobre todas las cosas.

Sin embargo, también es sabido que las grandes farmacéuticas prefieren realizar ensayos clínicos de fármacos, incluidas las vacunas, en países en vías de desarrollo, donde los costos son más bajos y existen legislaciones más laxas en relación a la protección de los sujetos, o sencillamente no las hay.

Con ocasión de la celebración del Día del Trabajo, me trae a la memoria las palabras del Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Laborem Exercens, donde describe que con su trabajo, el hombre ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y la técnica y sobre todo a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad con sus hermanos.

Y "trabajo" significa todo tipo de acción realizada por el hombre independientemente de sus características o circunstancias; significa toda actividad humana que se puede o se debe reconocer como trabajo entre las múltiples actividades de las que el hombre es capaz y a las que está predispuesto por la naturaleza misma en virtud de su humanidad.

Ahora, en estos tiempos de clara incertidumbre, política y social, ni que decir de lo económico, el trabajo se transforma en un factor no tan solo productivo, desde una mirada economicista, sino en un valor humano que toma un importante espacio en nuestra sociedad.

Con todo, la pandemia, ha desnudado todas nuestras debilidades y ha puesto en jaque a toda la estructura del Estado, y sus tres poderes, los cuales no han logrado ser eficientes a la hora de escudar a la ciudadanía y en especial a los trabajadores.

En el discurso del Papa en el año 1987, se replican las siguientes palabras: "De vosotros depende el futuro, de vosotros depende el Anal de este milenio y el comienzo del nuevo. No permanezcáis pues pasivos; asumid vuestras responsabilidades en todos los campos abiertos a vosotros en nuestro mundo", los jóvenes de aquel tiempo, somos la generación que trata hoy de avanzar con algo de optimismo, pero necesitamos más que fe.

¿Estamos preparados para dar mayor valor al trabajo? ¿Seremos capaces de construir una sociedad más justa y digna? ¿Seremos capaces de construir país, con nuestra base política actual? El día que ellos piensen primeramente en las personas y no en ellos mismos lograremos una sociedad revitalizada, que además reconozcan sus debilidades y piensen en construir un país con una mirada de futuro, en paz, y con desarrollo sustentable, daremos el paso que nuestro país necesita con urgencia.

Carlos Bustos, presidente Multigremial de Osorno