Organillero: oficio del folclore chileno que está en peligro de extinción
Ataviado con su boina y la pintoresca carreta en la que carga a cuestas su instrumento portátil, Luis Lara, uno de los menos de 50 organilleros que quedan en Chile, recorre las calles semivacías de la capital haciendo sonar sus canciones a cambio de unas monedas.
Su reconocible melodía se abre paso entre los viandantes que la identifican incluso a varias calles de distancia: ¡Ahí viene el organillero!", se oye, y a menudo se paran en pequeños grupos para contemplar en acción a uno de los escasos ejemplares de esta especie en extinción del folclore chileno.
La llegada de la pandemia el pasado marzo y los cinco largos meses de confinamiento posteriores, silenciaron los organillos de estos buhoneros, y algunos de ellos se vieron obligados a adaptar su profesión y pasearse de balcón en balcón para que les lanzasen, con suerte, algún billete.
"Estuvimos cuatro meses y medio sin poder trabajar, sobrevivimos gracias a lo que ahorramos en verano", aquejó Lara, que lleva 44 años girando la manivela de su organillo, adornado con banderolas de colores, molinillos de viento, caramelos y otros chismes que él y su mujer, con la que comparte oficio, venden para ganarse la vida.
La ministra de Cultura, Consuelo Valdés, explica que el gremio de los organilleros, que sufre desde siempre las desventajas de ser un trabajo informal, se ha vuelto mucho más vulnerable a raíz de la crisis sanitaria.
"La pandemia ha dejado al desnudo la precariedad, la informalidad del sector cultural y la deuda histórica que tiene el Estado respecto al sector, sobretodo en casos como el de los organilleros", agrega.
El origen
Los primeros intérpretes del organillo llegaron desde Alemania e Italia en el siglo XIX, instaurándose en Chile una tradición cultural con una función social: acercar la música a la gente que no puede acceder a ella, según la titular de la cartera de Cultura. Sin embargo, en las últimas décadas, este oficio ha ido perdiendo adeptos, y aunque no existe un catastro oficial, fuentes del gremio estiman que solo quedan en torno a 50 en todo el país.
"Perder la profesión de los organilleros sería el equivalente a la letra perdida de una palabra, son parte de nuestra identidad, cultura y experiencia familiar", dice Valdés.
La profesión, declarada "Tesoro Humano Vivo de Chile" en 2013 y Patrimonio Cultural Inmaterial del país desde 2017, ha sobrevivido a lo largo de las décadas como una herencia familiar que se traspasó de generación en generación en las casas y talleres.
La crisis sanitaria del coronavirus es solo el último obstáculo que han tenido que enfrentar estos músicos.
50 organilleros