La nueva ministra de la Mujer y Equidad de Género, Macarena Santelices, ha llamado a la ciudadanía para realizar un uso correcto de los teléfonos de ayuda para las mujeres que sufren violencia, debido al alto porcentaje de bromas de mal gusto que registran los números de Carabineros y del propio ministerio. Ha señalado que casi el 20% de las comunicaciones que recibe el fono 149 (Fono Familia) corresponden a pitanzas, que pueden quitar la oportunidad a una mujer de pedir y obtener ayuda.

Las llamadas recibidas por Carabineros o por el fono denuncia de violencia intrafamiliar aumentaron en un 60% durante la pandemia, lo que revela que en estos casos la convivencia dentro del hogar puede hacerse más conflictiva. De ahí que se estima que quienes llaman para hacer comentarios destemplados o supuestas bromas, lo que logran es distraer la atención y hacer perder el tiempo a los profesionales que atienden las comunicaciones y entorpecen la función de prestar atención a las mujeres que sufren de violencia.

Con anterioridad, la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres había advertido que en situaciones de confinamiento prolongado en casa, como en este caso por la pandemia de coronavirus, podría aumentar el riesgo de violencia contra ellas y contra los niños.

En realidad, el mal uso del teléfono 149 no es distinto a lo que ocurre con la casi totalidad de la veintena de números de emergencia que hay en nuestro país, que se recargan con llamados inoficiosos y mal intencionados. Se calcula que casi la mitad de las comunicaciones telefónicas que recibe Carabineros corresponden a bromas de mal gusto, contactos cortados antes de iniciar la conversación, otros inaudibles, requerimientos de algún tipo de información, como la hora, o insultos contra la institución.

En el caso del número 149 Fono Familia, la ministra ha señalado que "no podemos permitir que haya situaciones que pongan en peligro a las mujeres. Esa es nuestra prioridad y lo que nos encomendó el Presidente Sebastián Piñera: Tolerancia cero a la violencia contra las mujeres".

Son innumerables las discusiones, propuestas y análisis que han surgido en estos meses de crisis sanitaria en relación con el retorno a clases, dando lo mismo, si se trata de alumnos de enseñanza básica o media, por cuanto, el grave problema sigue siendo el mismo: el temor de que los estudiantes puedan contagiarse entre ellos, a sus profesores y, por cierto, a sus padres y abuelos.

Las razones que esgrimen quienes se oponen al retorno a clases -fijado inicialmente para el 27 de abril- es la gran incertidumbre que existe en relación con el resguardo de la salud y el bienestar de los niños, ya que -salvo los colegios de élite-, son muy pocos los establecimientos que reúnen las condiciones exigidas por la autoridad sanitaria para evitar los contagios, a saber: salas que permitan mantener la distancia social (un metro y medio entre cada alumno), lavado constante de manos, uso de mascarillas, sanitización regular del establecimiento, dispensadores de alcohol gel, entre otras medidas de protección.

Algunos países están adoptando diversas fórmulas que pudieran favorecer el retorno a clases, tales como la disminución del número de alumnos por curso, horarios de ingreso diferido, separación de los patios, lavado de manos cada dos horas, entre otras. Sucede, que tampoco con estas medidas existe certeza total de que los niños no terminen contagiándose.

En Chile se ha planteado, asimismo, la posibilidad de que sean los colegios rurales los que primeros vuelvan a clases, sin embargo, sólo representan menos del 10% de la matrícula de la población escolar y algunos tampoco tienen las condiciones de espacio requeridas.

Muchos padres tienen un comprensible y franco temor a mandar a sus hijos a clases, dados los obstáculos que enfrentan los colegios para cumplir con los protocolos de sanidad.

A lo anterior se suma, que son cientos de miles de niños, quienes son transportados por furgones escolares, donde es imposible respetar la distancia social.

Igual cosa sucedería con el ingreso diferido de alumnos en aquellos colegios que tienen 40 ó 45 alumnos por curso, en que el profesor de cada asignatura tendría que hacer dos turnos de clases con el fin de evitar el hacinamiento, más aún, si hay alumnos con necesidades especiales, con discapacidad, o niños que sufren de trastornos por déficit atencional. Es fácil advertir, entonces, la serie de dificultades a superar.

Franco Lotito, académico escritor e investigador (PUC-UACh)