Según la fe cristiana, los acontecimientos más importantes en la historia de la humanidad son el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Cristo.
Este fin de Semana Santo fue distinto a muchos, para algunos un tiempo en familia, para otros de oración e incluso a para algunos de soledad, ya que, por las restricciones consecuentes del coronavirus, no pudieron estar acompañados ni visitar familiares; sin embargo, viéndolo desde un punto de vista positivo, para la mayoría fue tiempo de reflexión, recogimiento, análisis y retiro espiritual.
Sin duda estamos viviendo tiempos para los que no estábamos preparados; nuevos y complejos escenarios que nos llevan a reflexionar respecto de cómo cambian nuestras vidas y prioridades, cómo se manifiesta nuestro ser respecto a la crisis que enfrentamos y el temor que nos ocasiona. Nos damos cuenta de la fragilidad de nuestra existencia en este mundo, de las dificultades y carencias medicinales que enfrentamos, de la necesidad de ser más humanos, empáticos y solidarios, y por si se nos olvidaba… de nuestra necesidad de vida en sociedad, como ya lo afirmaba hace miles de años el filósofo griego Aristóteles.
Frente a los problemas y nuevos desafíos que enfrentamos hoy, en el siglo XXI, podemos meditar y aprender de Cristo, quien nos dejó un mensaje de esperanza y resurrección, pues la fe cristiana propaga que en algún momento nos reencontraremos con nuestros seres queridos.
De manera similar, esperamos que todo vuelva a ser como antes, recuperaremos nuestra vida habitual, volveremos a nuestros empleos o tal vez algunos encuentren un nuevo trabajo, nuestros hijos regresarán al colegio y volveremos a visitar a nuestros familiares; pues la contingencia que está ocurriendo es circunstancial y podemos entenderlo como una promesa: esto terminará.
Lo importante es salir de esta crisis fortalecidos, con un nuevo aprendizaje de que, así como Jesús, quien vivió tiempos de aflicción y dolor, podamos también nosotros encontrar la paz y la felicidad, podamos pasar de la muerte a la vida y de la oscuridad a la luz.
Hagamos las cosas bien, obremos de corazón, amemos a los demás. Es tiempo de perdón, de amor, de fe y consideremos todos los días una de las principales frases de Santo Tomás de Aquino: "sea cual fuere el don que hagamos a alguien, el primer regalo que hacemos es el de amarle".
Tatiana Ivanoff Ruiz, directora de Formación e Identidad