La casa propia siempre ha significado estabilidad, seguridad y prosperidad para cualquier familia. Sin embargo, en los últimos años, este legítimo anhelo ha pasado de ser sueño de miles de chilenos para convertirse en una verdadera pesadilla.
A pesar de que el Estado ha dedicado importantes esfuerzos para resolver el problema del déficit de vivienda, especialmente en los sectores más vulnerables, la demanda por casas sigue en aumento y adquiere ya matices de crisis. Hoy son más de 40 mil los grupos familiares que viven en campamentos y son más las personas que acuden a esta solución de emergencia, que las que acceden a una solución definitiva del Estado.
Desde principios de los años 90, la vivienda social fue un tema relevante para los gobiernos de la Concertación que, en atención a la elevada demanda que se expresaba a lo largo del territorio nacional, pusieron más énfasis en la cantidad de casas que en la calidad de éstas y de su entorno. Tal situación varió sustancialmente desde fines de los años 90 con la implementación de nuevas modalidades de subsidios, la integración de los conjuntos habitacionales, el acceso a servicios y la puesta en marcha de programas como Quiero mi Barrio.
Con todo, un grupo importante de chilenos -la clase media- ha quedado generalmente al margen de tales beneficios. Un estudio reciente presentado por la Cámara Chilena de la Construcción da cuenta de que, en comparación con parámetros internacionales, la vivienda en Chile califica como "severamente no alcanzable". En términos muy simples, esto quiere decir que el precio comercial de una vivienda es demasiado alto para el bolsillo de los chilenos.
Las razones que explican este fenómeno son múltiples, pero existe consenso entre los especialistas en cuanto a que hay al menos dos elementos que resultan determinantes: uno es el alto precio del suelo. El otro es el bajo ingreso de los chilenos.
Mientras tanto, algunos están haciendo muy buenos negocios para sí y abusan de la necesidad de un sector importante de nuestra sociedad, que se esfuerza por ofrecer a sus familias una mejor calidad de vida. Es necesario abrir un debate amplio sobre este tema. Lo que no podemos hacer es seguir dependiendo de que el libre mercado sea el regule, ordene y resuelva. En este caso, como en varios otros, queda claro que el mercado, lejos de ser parte de la solución, es más bien parte del problema.
Rabindranath Quinteros Lara, senador por la Región de Los Lagos