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con la experiencia regional, donde las distintas miradas de una misma realidad quedan de manifiesto a través del relato de dos propietarios de parcelas de agrado en la región.
Juan Antonio Oyarce compró hace unos años una parcela a orillas del río Maullín, en Puerto Varas. "La verdad, la compramos para tener un lugar para vacacionar y una segunda vivienda, pero siempre pensando en poder mantener lo más natural posible la orilla de este hermoso río. Pero nos hemos dado cuenta que no todos tienen el mismo pensamiento, lo que es lamentable, porque claramente si compras un sitio a orillas de río, lago o laguna, la idea es disfrutarla y cuidarla, no contaminarla o alterar su curso, por ejemplo. Acá hemos visto cómo llegan y para construir sacan todos los árboles, plantas, porque importa más tener una tremenda propiedad con una piscina y rodeada de un peladero, que es su propiedad, pero el resto de los que vivimos igual nos vemos afectados", dijo el ingeniero comercial oriundo de Temuco.
Para Marta Silvestre y su familia, la compra de una parcela en Ensenada (Puerto Varas) era para consolidar su hogar en medio de la naturaleza. "Tenemos acceso al río Pescado, entonces pensamos que sería maravilloso, pero la verdad la inversión ha resultado muy alta, porque la zona es húmeda, en invierno pasamos susto por si eventualmente viene una crecida, los caminos se ponen horribles, tenemos un sistema de fosas, pero limpiarlas es carísimo. Entonces, creo que muchos hemos idealizado la vida en los campos, porque si quieres vivir acá debes aceptar que la naturaleza está primero, porque si alteramos todo eso para vivir más como en la ciudad, entonces no tiene sentido. De hecho, tengo vecinos que dejaron a medio construir y se volvieron a la ciudad, pero ahí quedó el terreno tirado. Yo recomiendo que piensen muy bien antes de aventurarse, porque la experiencia no es ni barata ni fácil", explicó Marta.
Impacto en la naturaleza
Álvaro Montaña, geógrafo e integrante de la Agrupación Defendamos Chiloé, indicó que si bien en la práctica no se debieran ocupar terrenos de media hectárea para fines habitacionales, ello no ha sido efectivo, ya que existe mucha oferta de suelo rural para fines habitacionales.
"Si bien todos tenemos el legítimo derecho de vivir en el campo, es necesario avanzar para que las formas de concretar este derecho tengan un menor impacto ambiental y no sea una amenaza inminente a la biodiversidad y ecosistemas. En el caso de Chiloé, en la última década hubo un crecimiento explosivo de parcelaciones, con miles de lotes que se generan cada año a precios bajos, pero que en la práctica generan la urbanización del campo", dijo el profesional.
Agregó que esa urbanización tiene consecuencias como "el ataque de perros y gatos domésticos con y sin dueño a la fauna silvestre (pudúes, zorros, aves acuáticas, etcétera), el aumento de riesgo de incendios forestales, mal manejo de aguas grises y negras, problemas de retiro y manejo de la basura, exceso de demanda de agua, entre otros. Son todos impactos que no están abordados y solucionados por el Estado", explicó Montaña.
Precisó que los loteos generan la ocupación en áreas de riesgo de deslizamiento de tierra, inundaciones, tsunamis, anegamientos, entre otros, donde normalmente no es conveniente la habitabilidad, pero al no existir una norma que lo impida, la proliferación de las parcelas en estas zonas no tiene freno.
"La normativa de planificación territorial se restringe únicamente a áreas urbanas, por lo tanto, en la zona rural prácticamente se puede hacer cualquier cosa y en cualquier parte. La normativa sectorial ambiental no está coordinada para abordar adecuadamente el fenómeno de las parcelaciones. En este gobierno, algo positivo que se ha realizado es aplicar la coordinación de los distintos organismos del Estado para pronunciarse respecto a las parcelaciones, para que se verifique su impacto ambiental y ocupación en áreas de riesgo y evitar problemas mayores a futuro", argumentó el geógrafo.
Joaquín Aguirre, ingeniero agrónomo de la Universidad Austral de Chile y eco-consultor en Gestión Integral del Agua y el Territorio, Humedales, Cauces Naturales y Corredores Verdes, explicó que el cuidado y gestión de nuestras riberas y bordes de cursos de agua es clave, ya que repercute en las sendas y rutas de conexión costera, en el acceso al agua de calidad, en la contaminación terrestre y acuática, en inundaciones urbanas y rurales, en la pérdida de biodiversidad y, en consecuencia, en la calidad de vida del lugar y de la cuenca aguas abajo.
"Las orillas de los ríos son los espacios del territorio con mayor vida y productividad, circuitos naturales terrestres y acuáticos para todos los seres vivos, incluidos nosotros. Los bordes de los ríos han sido las mejores sendas para trasladarse y para alimentarnos durante miles de años. Es ahí donde los tractores, la maquinaria y los caminos son difíciles de mantener por la pendiente y humedad existente. Tal vez por este motivo son la única parte que va quedando con mayor vegetación, porque el resto ya todo es cemento o pradera", dijo el profesional.
Detalló que históricamente todo lo que es borde de agua en nuestra región ha sido corredores verdes, franjas de vegetación adaptadas a cada zona, que sirven de filtros naturales y de refugio a una enorme cantidad de seres vivos (flora y fauna). Estos corredores verdes, hoy en día angostos y largos, se fusionan a niveles terrestres con vegetación arbustiva o boscosa y a nivel acuático con humedales o eventualmente hualves, conocidos como bosques pantanosos.
"Las aguas de todo el territorio confluyen a quebradas, esteros y ríos, por ser los lugares de menor altura. A esto se suma que la erosión producida por el agua genera zonas de gran pendiente. En sumatoria, las zonas más bajas, la gran pendiente y el exceso de lluvias hacen que estos lugares también presentan un alto riesgo de inundaciones, crecidas y deslizamientos de tierra. A ello se agrega que estamos transformando la cobertura vegetal progresivamente, cambiando el bosque original por praderas y las praderas por cemento (urbanización). Al impermeabilizar la superficie, pasamos de una gran esponja y filtro natural, a una superficie que acelera la velocidad del agua, acumula sedimentos y contaminantes, que no sólo generan inundaciones y deslizamientos de terreno, sino también contaminan los cuerpos de agua. Al no existir las barreras que existían naturalmente, el agua llega más rápido a los ríos, arrastrando todo lo que encuentra a su paso, como aguas servidas, exceso de nutrientes y otros contaminantes", analizó Aguirre.
Mal ejecutados
El ingeniero agrónomo explicó que el problema no es que se hagan loteos de parcelas, sino que se ejecuten mal. "Lo ideal es que ese borde de agua sea un espacio común, porque es una pésima práctica que un borde de agua, que es patrimonio natural de todos, quede sectorizado sólo para un propietario y que cada uno de ellos vaya haciendo lo que quiera en estos bordes. Entonces, debemos partir por hacer loteos donde la franja de orilla de agua sea un espacio común, respetando los corredores verdes que son zonas de amortiguación mayor a eventos naturales y donde todos puedan acudir, pero también cuidar. Desde los diseños de los loteos hay mucho por hacer, porque no se trata de decir no hagamos loteos a orillas del agua, se trata de dejar de hacer las cosas mal, entendiendo que se deben tener y conservar los borde de agua, que el agua da vida, son corredores verdes no sólo para la flora y fauna, también para nosotros, las personas", enfatizó.
"Estamos transformando la cobertura vegetal progresivamente, cambiando el bosque original por praderas y las praderas por cemento (urbanización)".
Joaquín Aguirre, ingeniero agrónomo