Grietas y cañones arrojados al río: los daños en el Reina Luisa
La fortaleza ha tenido momentos de olvido y gloria. En 1999 la despojaron temporalmente de su armamento original.
Fue en agosto de 1999 cuando un grupo de vándalos se dio el trabajo de arrojar dos cañones de bronce del Fuerte Reina Luisa a las frías aguas del río Rahue. ¿La razón?, desconocida, aunque se presume que sintieron "rabia", o animadversión, por el dominio colonial español en la zona en los siglos XVIII y XIX y por ello no encontraron nada mejor que arrojar las piezas de artillería al agua.
Sin embargo, justo al mediodía del viernes 5 de noviembre de 1999, buzos y expertos reflotaron el primer cañón sumergido. Siete minutos más tarde rescataron el segundo. Aunque la faena de rescate de estas dos armas de grueso calibre, del siglo XVIII, duró sólo 20 minutos, todo el trabajo preliminar que se hizo bajo el agua tardó más de tres horas.
Este medio estuvo presente en el momento justo en que el viejo armamento fue sustraído del lecho del Rahue. El desempeño del ingeniero acuícola René Espinoza, del laboratorio de Ecología y Cultivo de Algas del Departamento de Acuicultura de la Universidad de Los Lagos, fue clave en la recuperación de los cañones.
"Sólo este profesional -uno de los dos buzos certificados que existen en Osorno- se sumergió en las aguas del río Rahue y, pese a la poca visibilidad, debido al aumento del material en suspensión que causaron las últimas precipitaciones, Espinoza ubicó las reliquias a poco menos de 4 metros de profundidad", detalla la nota publicada por este diario.
Faenas bajo el agua
"Les hice un cabo doble y les puse unos grilletes que soportan un peso de entre seis y siete toneladas", señaló Espinoza en ese entonces acerca de su trabajo en el fondo del cauce.
Las piezas de artillería arrojadas irracionalmente al río son de hierro sólido y pesan alrededor de 500 kilos. En su época, estas armas dispararon balas de hierro de unos 15 centímetros de diámetro , según consta en el libro "El pasado de Osorno, la ciudad del porvenir", del historiador osornino Víctor Sánchez Aguilera.
Luego de 3 horas de trabajo, y gracias al trabajo coordinado de unas cinco personas, los cañones fueron sacados a flote en 20 minutos.
Mientras se restauraron las cureñas de madera (base de los cañones), las piezas permanecieron en el Museo Histórico de Osorno, libres por un tiempo de las manos de los antisociales, que sin mediar el valor patrimonial e histórico, los lanzaron en dos ocasiones al río.
El conservador del Museo Histórico Municipal, Gabriel Peralta, que estuvo en las labores de rescate de los cañones, indicó en ese momento que para el año 2000 existía un proyecto para cerrar el fuerte y convertirlo en un paseo patrimonial de Osorno. "Para que los osorninos y turistas aprendan y se informen a través de material didáctico, por ejemplo", dijo.
En agosto de 1793 se dio por iniciada la construcción del fuerte español bajo la dirección del ingeniero Manuel Olaguer Feliú. Quedó como jefe del destacamento militar el teniente Julián Pinuer y la obra quedó terminada en junio de 1794. Fue instalado al poniente de las ruinas de la antigua ciudad y muy cerca de la junta de los ríos de Las Canoas (Rahue) y De Las Damas.
La fortaleza se mantuvo en pie hasta 1837, cuando un terremoto azotó la zona y dejó sólo ruinas. En 1948 un grupo de osorninos proyectó un rastreo por el río Rahue en busca de elementos pertenecientes al Fuerte Reina Luisa, pero la iniciativa no prosperó por falta de medios. Sin embargo, el 19 de noviembre de 1964 se rescataron tres cañones del río Rahue gracias al empeño y entusiasmo de hombres-rana osorninos que integraban el grupo "Delfín". Esta agrupación realizó una titánica faena para ubicar los restos de lo que fue el fuerte español y sus esfuerzos dieron resultado cuando a unos 10 metros, o poco más, aguas abajo de la fortaleza (en restauración en esa época), encontraron los tres cañones pertenecientes a la refundación de Osorno.
En mal estado
El Fuerte Reina Luisa -reconstruido en parte en la década del '60 por la colectivdad española y con el diseño del arquitecto Carlos Buschmann, como una forma de devolver a la ciudad aquel sitio histórico que marcó el reinicio definitivo de Osorno- ha tenido momentos de gloria y olvido en estas décadas.
Su ubicación en un punto poco visitado por los osorninos y turistas actualmente, pero de importancia estratégica a fines del 1700 para contener al enemigo doméstico (los indígenas), lo transformó en los años '70, '80 y '90 en guarida de malandrines y sujetos ociosos que usaban sus muros de piedra cancagua para beber, drogarse y asaltar. Los garitones, que alguna vez fueron usados por centinelas españoles para defensa de la plaza, sirvieron de baño improvisado a los inescrupulosos. Actuaban amparados en la oscuridad reinante en el sector.
A todo ello se agregó el mal estado de su construcción, producto de la falta de mantenimiento. Este diario informó sobre aquel problema en 1986, donde se reveló que la fortaleza tenía grietas que ponían en peligro su estabilidad.
"Grietas profundas en el muro de piedra del fuerte español Reina Luisa ponen en riesgo la conservación de uno de los escasos atractivos turísticos que ofrece Osorno a sus visitantes. La otrora imponente fortaleza, que fue reconstruida hace 25 años aproximadamente, podría derrumbarse por sectores, ya que las grietas han producido el deslizamiento de las grandes moles de piedra desde su eje central hacia el exterior, provocando un desequilibrio en los muros que miran hacia el río Rahue. La situación se agrava, ya que en los lugares donde se producen las fisuras en la piedra ha desaparecido el cemento que las une y que sirve de pegamento entre ellas", se describe en la nota publicada en febrero de 1986.
El relato periodístico sobre el mal estado del edificio patrimonial prosigue con una descripción de su falta de aseo. "El fuerte, que al momento de ser visitado por este diario luce limpio y sin excrementos, lamentablemente recibe todos los efluvios del basural (de Ovejería) que está a la vista a corta distancia, no es visitado con la asiduidad que merece su atractiva estructura. Los turistas, especialmente argentinos, llegan al lugar para contemplar una de las vistas hermosas del río Rahue, pero evitan estar muchos minutos en el sitio por los malos olores que emanan del vertedero municipal y de los restos de orina y excremento que a veces hay en la misma fortaleza".
"Las grietas, que prácticamente están carcomiendo lentamente al fuerte, pueden a la larga provocar la destrucción total de la fortaleza; incluso, si no se toman las medidas adecuadas a tiempo para corregir ese deterioro provocado por el paso del tiempo y el desgaste del material usado en la reconstrucción de los muros, pueden derrumbarse y ocasionar un serio peligro si ocurre en la época de verano, que es la de mayor visitas", informó El Austral de Osorno en 1986.
Poco se hizo en las décadas siguientes, sólo algunas mantenciones para evitar su derrumbe, pero nada espectacular para resaltar su importancia y valor turístico.
Las mejoras vinieron recién en 2007, cuando se construyó una sala de exposiciones de 300 metros cuadrados con vista al río, al lado del fuerte, se recuperó el acceso, fueron reinstalados los cañones con sus cureñas y se habilitaron medidas de protección. Luego, en 2014 el municipio destinó $30 millones para múltiples reparaciones estéticas y funcionales. Y en 2016, nuevamente le inyectaron $50 millones para equipar la sala museográfica con maquetas, figuras a escala real que representan, por ejemplo, el Tratado de la Canoas de 1793, cuadros con pasajes de la historia de Osorno, entre otros atractivos. No obstante, aquel espacio funciona hoy en día a media máquina, con una exigua exposición, humedad e incluso goteras.
La construcción del nuevo puente San Pedro dejó en desventaja a la fortaleza colonial, ya que la vista estratégica que alguna vez tuvo del río Rahue, cuidadosamente escogida por los ingenieros militares españoles, desapareció. Hoy está rodeado de cemento y una vía ruidosa, con tránsito vehicular todo el día, que impide adentrarse con la imaginación en el Osorno de hace más de 2 siglos.
el conservador del museo, gabriel peralta, observa el rescate de uno de los cañones en 1999.