Según datos de la Superintendencia de Educación, en el primer trimestre de este año se han interpuesto 1.530 denuncias de convivencia escolar. De ellas, 827 son por maltrato a estudiantes.

No hay duda de que la convivencia escolar ha sufrido un grave deterioro y, la falta de normas asociadas al concepto, se ha debilitado. Los casi dos años de confinamiento, donde 5 millones de estudiantes y 200 mil docentes se encerraron a causa de la pandemia, tuvieron un efecto en las formas en que la comunidad escolar se relaciona, precisamente debido a la falta de convivencia y de normativas comunes en cada familia durante el encierro. Todo esto llevó al Ministerio de Educación a incorporar este ámbito en su plan de Reactivación Educativa, a través del apoyo psicosocial a 100 comunas prioritarias.

Según María Jesús Honorato, decana de la Facultad de Educación de la Universidad de Las Américas, la afectada salud mental de los estudiantes requiere una intervención y apoyo profesional, lo que, a su vez, demanda docentes preparados. El trabajo, por lo tanto, debe ser integral a la comunidad escolar.

Por su parte, la Unicef entrega tres recomendaciones para enfrentar este tema: avanzar en el desarrollo de competencias que permitan proteger derechos en la aplicación de la normativa escolar; facilitar la participación de los distintos estamentos en la construcción del reglamento interno; y, fomentar el desarrollo de normativas y de un enfoque disciplinario en línea con el enfoque formativo.

Todas las iniciativas en este ámbito deben ser bien recibidas. Y es de esperar, que no se queden sólo en buenas intenciones.

La ciencia que se refiere a los deberes y obligaciones de los profesionales se denomina Deontología, el término es asociado a la ética profesional propuesto por Jeremi Bentham (1834), y el objetivo de esta columna es colocar sobre la mesa aspectos que nos lleven a hacer conciencia de los desafíos que los nuevos profesionales de nuestra era deben seguir, como comportamientos guiados por principios éticos para evitar elegir caminos equivocados a la hora de tomar decisiones en las organizaciones o empresas que representan.

Antes, diferenciemos Ética de Deontología: la primera hace referencia directamente a la conciencia personal, mientras que la segunda, adopta una función de modelo de actuación en el área de una colectividad, debiera de partir del reconocimiento y apego a los valores de convivencia, de libertad, igualdad, solidaridad, respeto, compromiso, diálogo, honestidad.

Qué duda cabe plantear el hecho de que hoy en día todos los profesionales se ven enfrentados a un sin número de escenarios paralelos de alta complejidad, donde la única constante es el permanente cambio, influenciado ciertamente por la globalización de los mercados, los problemas políticos en general, la existencia de conflictos sociales, medioambientales y económicos, lo cierto es que todas estas vicisitudes obligan a los nuevos profesionales a estar conscientes del entorno que les rodea.

Con lo anterior, es preciso dilucidar que no basta con tener profesionales que manejen sólidas herramientas en una disciplina en particular, sino que el foco hoy está dado en desarrollar elementos valóricos que se puedan demostrar en la acción inmediata, es decir en las entrevistas de trabajo, en la cotidianeidad del trabajo, en la vida particular, en general se debe buscar una coherencia permanente, que pudiese ser complejo, pero esto es lo que hace la diferencia.

Por estos tiempos, vemos los noticiarios compuestos de noticias relacionadas con corrupción, grandes desfalcos, colusiones, financiamiento ilícito de las empresas de los políticos, etc., donde lamentablemente un porcentaje importante de los involucrados son profesionales de diferentes ciencias, no está demás tratar estos temas como parte central de cualquier conversación, no se necesita ir a las grandes academias para comprender aquello.