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ese fenómeno también se acentúe y, por tanto, de los principales desafíos que van a tener quienes conducen el Partido Republicano es cómo se hacen cargo de algo que nunca les había ocurrido: es primera vez que ellos van a tener la responsabilidad de conducción. Ellos lo hacen bien, se van a perfilar como una alternativa de Gobierno de manera clara, pensando en el corto y mediano plazo. Pero si lo hacen mal, probablemente les va a ocurrir lo mismo que a distintas fuerzas políticas en el último tiempo, y es que en Chile quedaron teñidos por el triunfo, subieron rápidamente y luego perdieron la credibilidad ciudadana. La gran duda es cómo el partido manejará esa disidencia interna.

-El Presidente esa misma noche dijo textualmente que "ojalá que el Partido Republicano no cometa los mismos errores que cometimos nosotros". ¿Qué se puede esperar del diálogo en este proceso de aquí hasta diciembre?

-Las palabras del Presidente Boric el domingo fueron bastante sensatas. De algún modo, uno habría esperado algo así inmediatamente después del plebiscito, pero el Presidente tuvo que recibir un segundo golpe electoral para formular una autocrítica con toda la intensidad que se requiere. Lo que hay que esperar de aquí en adelante es que las distintas fuerzas políticas acusen recibo de lo que hay en el fondo de esa frase. Hemos visto cómo quienes obtienen triunfos de manera muy contundente suelen incurrir en la llamada "borrachera electoral" y luego se desconectan rápidamente de la ciudadanía. Eso le pasó con mayor o menor intensidad al expresidente Piñera, le pasó por supuesto a la Convención Constitucional, para qué decir el Gobierno. Bueno, aquí el gran desafío es que tanto los ganadores como los perdedores entiendan que para estabilizar el país hay que renunciar a esta actitud y eso exige, aunque parezca básico o evidente, saber ganar y saber perder. En el caso de quienes ganaron, van a tener que ser capaces de darle conducción y gobernabilidad al Consejo Constitucional, porque el Partido Republicano quedó atado al destino de este Consejo, tanto de su éxito como su fracaso. Si ganadores y perdedores no asumen, digamos, las condiciones para que esto resulte, Chile no va a tener una Constitución y eso a la larga perjudica a todos, porque lo que hemos observado en las últimas elecciones es que hay una desafección muy profunda respecto del sistema político. Todos tienen que hacerse cargo de esa realidad, no hay nadie que esté libre de responsabilidad.

-El Partido Republicano tendrá que hacer concesiones y escribir una Constitución que no quería.

-Esa es la gran paradoja. El Partido Republicano ha crecido de la mano no solamente de conectar con la ciudadanía en los temas de coyuntura, de seguridad, economía, orden público, sino que también ha crecido a partir de una crítica categórica. Entonces, la manera que tiene de rentabilizar ahora ese triunfo y esa crítica, es aprendiendo que no puede hacer lo mismo que la Convención y, por tanto, que la manera de ganar no es arrasar: la manera de ganar es ofrecerle al país un texto constitucional que sea sostenible, que no sea el sinónimo de todos los ideales del Partido Republicano, sino un texto que, por supuesto, los deje conformes, pero que sea capaz de alcanzar una transversalidad básica mínima elemental.

-¿Qué pasa si gana el Rechazo en diciembre? ¿Aguanta el país un tercer proceso constitucional?

-No, no, no, el país desde octubre del 2019 viene sometido a un nivel de inestabilidad e incertidumbre que hemos visto sus consecuencias en materia política, económica, social. Entonces, no, aquí tiene que estabilizarse. Por supuesto que la estabilización no pasa sólo por el tema constitucional, pero sí es una parte importante. Pero pasa además por los problemas reales en materia de fragmentación política que exigen solución desde el diseño institucional. Todas las fuerzas políticas tienen que ser conscientes de lo que está en juego. Hay una oportunidad única de proyectar lo que fue el triunfo del Rechazo hacia una aprobación de un texto constitucional coherente con esos ideales que llevaron a rechazar el primero. Esto implica dejar fuera los contenidos más problemáticos, pero también implica transmitir un estilo de hacer política que no sea el estilo maximalista y excluyente de la Convención.

-¿Cómo interpreta los altos números de votos nulos y blancos?

-Hay que estudiar con mayor detalle los datos disponibles para saber exactamente a qué responden. Lo duro, a priori, lo que uno puede decir es que allí hay un problema de desinformación. Otra carga que tiene este Gobierno. No se informó como correspondía, la información estuvo muy por debajo de las expectativas y de lo razonable, y eso obviamente que tiene que mejorar de cara a los siguientes procesos. La comparación de despliegue del Gobierno entre la Convención y ahora pasó de una imprudencia, de un intervencionismo electoral, hacia la total omisión. Ahí el Gobierno tiene que asumir la culpa. Pero claro, también está la idea de que algo de ese voto nulo podría responder a protesta y desencanto. Hay que seguir estudiando los datos que vayan apareciendo, pero diría que en ningún caso responden solo a protesta, desencanto, desafección. O sea, hay un problema de información.

-Juan Sutil quedó fuera por corrección paritaria y dijo que es antidemocrática. ¿Está en entredicho el sistema electoral?

-La paridad, tal y como se ha verificado en Chile, es algo que está sumamente discutido en las principales democracias que miramos como referente, las que bajo cualquier punto de vista no tienen este tipo de mecanismos. Esto de intentar tener una participación pública más equitativa entre hombres y mujeres me parece que nadie en su sano juicio podría no estar de acuerdo. Pero bueno, para alcanzar los objetivos hay distintos instrumentos. Lo que ha pasado con la elección del domingo es que volvió a ponerse en tela de juicio de manera aún más aguda un instrumento concreto que, la verdad, no resiste mucho análisis ni tiene mayores ejemplos exitosos en el derecho comparado. En eso los partidarios de la paridad del resultado, tal y como está implementado en Chile, tienen que aceptar de que hay que buscar otras vías que tienen que ver más bien con alternativas flexibles, abiertas a distintas proporciones, en cualquier caso, con mecanismos que tienen que ver con paridades de entrada más que en paridades de resultado.

-¿Es posible proyectar esto también para próximas elecciones?

-Ese debería ser el gran desafío de las fuerzas de oposición, preguntarse cómo ellos hacen para proyectar esta votación y convertir el triunfo del Rechazo definitivamente en un viaje sin pausa y, a la inversa, las fuerzas oficialistas preguntarse cómo evitarlo. Creo que está todo dado para que así sea, siempre y cuando en el Consejo Constitucional el Partido Republicano entienda que la manera de proyectar su triunfo hacia algo constructivo, positivo, hacia un eventual Apruebo, pasa porque tengan una actitud que no sea maximalista y que sea consciente de que su triunfo no pasa por imponer todas sus ideas en todos los puntos, sino en ofrecer una buena Constitución al país, que tendrá evidentemente la impronta de quienes han resultado ganadores, pero que al mismo tiempo apuesta a la transversalidad. Si eso se logra efectivamente, aquí podemos estar en presencia de un triunfo que se vaya consolidando.

-Estos resultados también pueden afectar la agenda legislativa del Gobierno. Por ejemplo, el Partido Republicano no tiene hoy una gran participación en el Congreso, pero con esta votación podría pedir un espacio mejor en la mesa.

-El Gobierno debería asumir la precariedad de su situación y buscar acuerdos lo más transversales posibles. Si no, no va a poder impulsar ningún tipo de agenda.

-¿Está cansada la gente de todo este proceso?

-Sí, aquí hay una fatiga constitucional. Por tanto, uno esperaría que los actores políticos tomen conciencia de ello, que sean capaces de entender que la ciudadanía hace mucho tiempo que espera algo distinto y ese algo distinto son acuerdos transversales que permitan solucionar, responder con eficacia a las distintas angustias, problemas, demandas del día a día.

"El Presidente tuvo que recibir un segundo golpe electoral para formular una autocrítica con toda la intensidad que se requiere".

"El despliegue del Gobierno entre la Convención y ahora pasó de una imprudencia, de un intervencionismo electoral, hacia la total omisión".

Columna

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La carga de la prueba

Algunos han sostenido que ahora que Republicanos es mayoría, entonces adoptará una actitud "republicana". Señalan que el que la ciudadanía les haya dado la conducción del proceso constitucional los obliga a tener una "mirada de país" y a negociar un texto que concite amplio acuerdo, incluyendo a todos en la comunidad política que tal texto simbolice. Es decir, Republicanos debiera dar muestras de solvencia y gobernabilidad. Esta sería su oportunidad para asumir un liderazgo que no excluya a quienes antes los excluyeron. En definitiva, Republicanos no solo tendría que colaborar a la redacción de "una que nos una", sino que sentarse a escribir la síntesis dialéctica de todas las diferencias políticas. La carga de la prueba se habría desplazado a ellos.

Para esto tendrían varios incentivos. El de Kast sería la campaña presidencial de 2025; el del partido, en general, las municipales del 2024 y el de los consejeros, en particular, el de ser exitosos y pasar a la historia en un empeño en el que la izquierda fracasó. El problema es que para las presidenciales faltan "siglos" en tiempo político. Muchas cosas pueden acontecer entremedio, como por ejemplo la irrupción explosiva de alguno de los doce partidos en formación que hay en Servel. Si el PDG se destapó en las parlamentarias de 2021, ¿por qué no podría hacerlo en el futuro el Partido Sentido Común o Fuerza de la Muchedumbre, dos colectividades en proceso de creación? Si hemos pasado del 78% en el apruebo de entrada al 62% del rechazo de salida en dos años, entonces hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que soñamos.

El Partido Republicano ha triunfado democráticamente en las elecciones del Consejo. De eso no cabe duda. Sin embargo, lo que han expresado varios de sus consejeros denota una desafección con el proceso constitucional actual. No es extraño. No participaron del Acuerdo por Chile, como sí lo hizo Chile Seguro y Unidad para Chile. En la campaña, su motivación estuvo enfocada en los problemas de seguridad antes que en la resolución del tema constitucional y, en segundo lugar, su motivación se asoció a la contención del giro a la izquierda que mostró la Convención. Con estas ideas ganaron. Entonces, ¿solo porque ganaron ahora habría que esperar que renuncien a ellas y se transformen en líderes de la próxima unidad constitucional? Con débiles incentivos para hacer otra cosa, el partido tendría que olvidarse de sus votantes y hacer justamente lo contrario de lo que hicieron para obtener su mayor éxito electoral desde que existen. Esto es improbable.

Hay algo de comodidad intelectual y política en trasladar la carga de la prueba completamente a Republicanos y prácticamente eximir de ella a las fuerzas que sí impulsaron el Acuerdo por Chile, lo negociaron, le dieron forma y principios en las doce bases y lo firmaron. Chile Seguro y Unidad para Chile también fueron favorecidos por sus electores justamente por hacer eso. La UDI, RN y Evópoli pagaron un precio e'lectoral alto al buscar mantener abierto el proceso constituyente e intentar cerrarlo con una nueva Constitución. La vigente, le sigue penando a una generación ya distanciada del pasado. No terminar la tarea sería un fracaso.

Por su parte, el socialismo y el Frente Amplio han reivindicado las doce bases, y si bien el Partido Comunista ha abierto la posibilidad de rechazo en diciembre, lo que pase en el Consejo también dependerá de su capacidad de negociación. Más allá de no querer ser funcionales a un texto con influencia de Republicanos, y a costa de dejar el capítulo constitucional abierto, muchos saben en la izquierda -como lo ha dicho la ministra Orellana- que una Constitución hecha en democracia tiene un valor en sí mismo. Esta ha sido su bandera de lucha por casi un cuarto de siglo. Bajar los brazos justo cuando arranca el nuevo proceso y renunciar a su capacidad de persuasión en la deliberación que viene, sería un error que lamentar.

Es por ello que ahora, la carga de la prueba está también (quizás principalmente) en los partidos de derecha e izquierda que, desde un principio, se han comprometido con una nueva Constitución. Ese es su mandato, el símbolo de confianza de sus electores.