Correo
Ofrenda de enero
A mediados del primer mes la manzana enera, que carga sus ramas como racimos de uvas, cae a carretadas. Con razón un antiguo cronista anotó que estas eran nuestras viñas, aunque aquí la abundancia es tal que se amontona alfombrando las quintas, y en muchas partes no hay donde poner un pie.
Todo de repente es un arrebato veraniego, la intensidad de lengüetazos solares, y por un breve tiempo el oro de eneras ilumina el anochecer.
Enero es un suspiro emborrachado, ebrio de aguda mundaneidad, cuando las manzanas se fermentan sobre los pastizales, confundiéndose cobrizas con las primeras hojas secas. Al mediodía estar allí es entrar en una estancia de olores, un templo abierto en que la ruina es su gloria. "Aquí se aligera la vastedad del azul", me digo, y bien podrías dormir cerca, en noches cuando la brisa es aquella embriagada y lenta densidad.
El verano se celebra a sí mismo en el huerto de manzanos, lo purifica y colma con su espeso perfume sacro. La dorada estación se ofrenda a sí misma, fermenta su fruta, purifica este paraje, encendiendo su propio incienso pagano, tan puro en su rareza.
La quinta recoge su dulzura, rebosada de sí misma, y el verano abraza en ella su propia grandeza, la magnitud extendida de su fuerza, tomando la manzana como ofrenda.
La abriga en sus pastizales, la transmuta para destilarnos su esencia: una gracia fantástica en su extrañeza.
El verano ya nos ofrece la chicha, nuestro bebedizo más emblemático y antiguo, aquí susurrado como un misterio.
El otoño, mientras, sueña este aroma, palpita bajo nuestros pies en sábana de hojas secas, parpadea invocado, porque es un hálito de chicha el escogido para despertarlo.
En enero, en suma, las quintas celebran nuestra pulpa honesta y material, nuestra dulce amarga y fascinante diversidad terrena.
Luego vendrá la Candelaria, la febrera, la limona, la ñata, la paraíso. Vendrá el otoño del Huillimapu, tan prodigioso, como un destilado del verano; endulzará la murta para la chicha rebosada, la dicha.
Juan Navarrete, licenciado en Historia UACh
Ley Antonia y víctimas
La reciente entrada en vigor de la Ley 21.523, a la que comúnmente se le denomina Ley Antonia, que sanciona la inducción al suicidio y el suicidio femicida ha generado críticas tildándola de populista e ineficaz. Sin embargo, no podemos pasar por alto el avance que constituye para evitar la victimización secundaria que sufren las víctimas más vulnerables en el proceso penal.
En efecto, esta ley protege especialmente a mujeres y niñas que, siendo víctimas de graves delitos en contra de su indemnidad sexual, no lo denuncian por temor a ser estigmatizadas, al trato que reciben por parte de los encargados de investigar dichos delitos o las reiteradas declaraciones que deben prestar durante el proceso y su confrontación con el acusado. En el caso de los niños, niñas y adolescentes, el impacto que provoca este tipo de delitos es mayor aún, provocando secuelas a corto y largo plazo, a lo que se suma que durante el proceso la víctima se siente expropiada de este, como ajena al procedimiento, sin protección y como un objeto o instrumento en el transcurso del juicio.
De lo anterior se desprende la importancia de que antes, durante y después del juicio se adopten medidas específicas para proteger a las víctimas de estos delitos, tales como las que dispone la referida ley, que entre otras medidas contempla la representación judicial, obtener respuesta oportuna, efectiva y justificada de sus solicitudes, investigación intersectorial con perspectiva de género, participación en el proceso y protección específica para evitar su victimización secundaria, lo que constituye un gran avance para víctimas de delitos tan graves.
Dra. María Lorena Rossel, investigadora Derecho UDLA, sede Viña del Mar
Emergencia para la niñez
Recientemente la autoridad de Infancia señaló que las acciones de primera emergencia a la Niñez en la Zona de Catástrofe no quedarían circunscritas a la primera respuesta materializada en el Kit de emergencia. Excelente, nos parece importante dicho reconocimiento, toda vez que la Ley de Protección Integral de la Niñez establece mecanismos de priorización en situaciones de catástrofe. Asimismo, la Subsecretaría indicó que recientemente fueron transferidos los recursos para 30 oficinas locales en la Zona de la Catástrofe.
Con esos dos elementos claros cabe entonces preguntar, transcurridos varios días del inicio de los incendios, cuál es el diagnóstico base de la situación de la niñez, dónde están y cuántos son los niños afectados en cada sector, qué infraestructura (perdida) puede obstaculizar su derecho a educación (escuelas, caminos, logística, alimentación), cuántos de ellos tienen hoy requerimientos de salud mental o física, cuántos en situación de discapacidad sin acceso a rehabilitación, es importante saber cuántos están alejados de sus padres de hecho, viviendo con familiares u otras personas o por mandato de tribunales en el Servicio de Protección. Aplicada la ficha de emergencia y con un barrido de terreno es esperable el diseño y comunicación de un plan de acción a fin de abordar la situación específica de acuerdo a la brecha existente.
Comprometer medidas, plazos y presupuestos es fundamental si se quiere llegar oportunamente. Esperamos poder conocer este Plan de Emergencia en los próximos días, y es que estamos ad portas del inicio de clases y sin duda ese hito es clave para activar una serie de dispositivos efectivos para llegar a todos los requerimientos, no sólo los escolares, de allí que el tiempo apremia.
Desde la Sociedad Civil, estamos atentos para conocer el Plan de Emergencia para la Niñez, nuestro objetivo es poder aportar en beneficio de quienes hoy más lo necesitan y colaborar desde donde sea nuestro campo de experiencia. Asimismo, y estando en conocimiento de las medidas definidas, poder exigir a los Garantes, que las acciones que se tomen sean en el mayor beneficio de todos los niños y niñas que hoy necesitan de la mayor Protección que el Estado les pueda brindar.
Marcelo Sánchez, grte. Fundación San Carlos de Maipo