Personas en situación de calle
Un informe explica que vivir en situación de calle se gesta a partir de diferentes factores y eventos.
La crisis de la pandemia y la migración hicieron aumentar la cantidad de personas que viven y duermen en la calle, a la entrada de las galerías, bajo las marquesinas, debajo de los puentes o pasos sobre nivel, en los quioscos de las plazas o en los accesos a las iglesias. Son mendigos, desplazados o personas en situación de calle, que sobreviven de la caridad, de la ayuda que les llevan los voluntarios de instituciones formales u otras que han surgido por motivación de jóvenes que se conduelen con el dolor y la tragedia ajena.
El último informe del Observatorio del Envejecimiento para un Chile con Futuro, proyecto que surge de la alianza entre la Universidad Católica y Compañía de Seguros Confuturo, revela que cuatro de cada diez personas en situación de calle son mayores de 50 años. Actualmente, 8.359 adultos mayores viven en las calles del país, un 43% del total de quienes experimentan esta condición en Chile. Este grupo, además, aumentó un 15% respecto de lo registrado en el estudio de 2020. El reporte explica que vivir en situación de calle se gesta a partir de diferentes factores y eventos, y en las personas mayores suele darse por vulnerabilidad económica y pérdida de lazos familiares.
Quienes están en situación de calle viven un drama porque muchas veces fueron abandonados por sus familias o porque el vicio de la droga o el alcohol los llevó a vagar, lo que resultó especialmente preocupante el año anterior, cuando se vivieron los períodos más críticos de la pandemia de covid 19 y se tomaron medidas excepcionales para evitar los contagios.
El informe destaca que si bien en Chile existen programas públicos y privados que brindan apoyo a las personas en situación de calle, aún existen brechas para trabajar adecuadamente en el segmento de mayores de 50. Los autores del estudio dicen que muchas veces las metodologías y orientaciones aplicadas a las personas mayores son las mismas que se utilizan en la atención de personas jóvenes, por lo que falta esta mirada de especialización, de entender que requieren una intervención distinta y una propuesta de trabajo individual ajustada a sus necesidades, a sus capacidades y al daño de su salud.