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La fuerza de la naturaleza resumida en diez cuentos

"Terremoto blanco" (Alquimia) es el debut literario de la magallánica Natacha Oyarzún. En sus relatos aparece una niña que recoge erizos, un niño embrujado y dos adolescentes acosados por rusos.
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Cualquiera que haya pisado la Patagonia ha sentido silbar su viento frío hasta los huesos, mientras se camina sobre huellas de muerte y aislamiento. Ese territorio, tan hostil como inolvidable, ha sido históricamente narrado por hombres. Esta vez le toca a una joven escritora, Natacha Oyarzún (1993), quien debuta con los cuentos de "Terremoto blanco" (Alquimia).

Natacha es actriz de profesión, ha editado libros de entrevistas a María Luisa Bombal y Gladys Marín, así como testimonios de mujeres con experiencia de abuso. Nacida y criada en la Patagonia, ha vivido en Santiago, el litoral central y hoy está en la Octava región, en un pueblo llamado El Progreso, desde donde nos narra su decisión geográfica para este libro:

"El primer texto que escribí fue 'Consuelo', hace seis o siete años atrás. No hacía alusión clara a ningún lugar, pero era una mezcla entre Valparaíso, Punta Arenas y Santiago. De a poco, el mismo texto fue generando la necesidad de hablar más desde la territorialidad magallánica insular, que me era más natural. Después surgieron más historias desde allí", explica.

El libro "Terremoto blanco" lo escribió en la distancia: "Escribir de Magallanes ha sido escribir recordando, porque en los últimos años he ido 3 veces, por muy poco tiempo. Eso ha sido muy lindo; si yo cierro los ojos reconozco sus calles, el viento, el Estrecho. Está muy presente en mí, mi ángulo de mirada va a estar siempre allí".

El título "Terremoto blanco" corresponde al aislamiento que generó en la zona austral de Chile la nieve, cortando largamente los accesos. Ese evento aparece en los cuentos, al igual que otras fuerzas de la naturaleza que afectan la intimidad de sus personajes. "Escribir de Magallanes sin escribir de la naturaleza es algo imposible, ya de por sí es un paisaje abrumador, está en la vida cotidiana. No hay que alejarse para ver la inmensidad del bosque, la inmensidad del mar. Está ahí en la ciudad, desde tu infancia, siempre. Era algo que sin duda iba a estar en el libro. El viento, la lluvia, son elementos que están en el día a día", afirma.

Pero el clima esconde algo más, en algunas torcidas conductas que se relatan. "Me interesaba la violencia que esconden esas tormentas, ese mar hostil, como eso reverbera en las personas, y como es un espejo en el que te estás mirando todo el tiempo. La naturaleza es algo vital, muy importante".

"Thoreau decía que 'el gusto por lo bello se cultiva sobre todo al aire libre, donde no hay casa ni casero'", cita Oyarzún.

Natacha es parte de una familia de escritores. Su padre, Pavel, es un novelista de episodios históricos australes con carga política. Vicente, su hermano, es poeta.

"Crecí con muchos libros, desde temprana edad pude leer clásicos o poesía. Tallereamos entre nosotros, porque nos llevamos muy bien, mi mamá también lo hace, como lectora. Siempre estamos en diálogo, esa retroalimentación aporta muchas herramientas para nuestra literatura. Más que escribir bien, me enseñaron qué cosas no hacer".

Los cuentos australes

La escritora fue Becaria del Fondo del Libro en novela y participó en montajes teatrales que implican dramaturgia. ¿Por qué, entonces, el cuento para iniciar su obra?

"Fluye de manera más natural en mí. En la brevedad me siento más cómoda, en la omisión. Es importante lo que se cuenta, pero es importante también dejar fuera", resume.

Sobre lo que sintetiza en este debut, afirma que es "muchísima escritura, muchísimos cambios de temporalidades o de narrador, mucha lectura, novelas fallidas. Por eso concentra tanta carga emocional un primer libro, porque están tus primeros años de lectura y tus primeros intentos de escritura, son años de ensayo y error".

Donde se puede ver el ensayo y el acierto en este libro es en el comienzo de cada cuento, que nos coloca de forma breve en situaciones como "mi cuerpo amaneció a orillas del Estrecho" que es el inicio de "Este fragmento de playa"; "No todo el mundo ha estado con un asesino" comienza "Dile a tus papás que va de regalo", por dar un par de ejemplos.

"Como lectora me interesa mucho el texto que genera una intriga desde su primera frase o desde su primer párrafo. Te involucra como espectador o interlocutor. Me gusta ese primer encuentro de sopetón", comenta.

Este libro de cuentos es posible vincularlo también a uno de poesía, "Isla Riesco" (Jampster, 2020), de su coterránea Mariana Camelio Vezzani. Ambas escritoras se erigen como las nuevas voces de la Patagonia. Sobre la narrativa de mujeres en la zona austral, Natacha reflexiona: "Yo creo que es una escritura que muy probablemente ha existido siempre de forma subterránea, ahora hay más interés por publicar mujeres. Estamos más insertas en los espacios públicos de difusión, de creación artística, en acceso a estudios. Un montón de ventajas que antes las colegas no contaban. No creo que sea un surgimiento de la nada, sino que es una corriente que tiene la oportunidad de ser vista después de largos años de trabajo".

Uno de los rasgos de época de Oyarzún son los cuentos en que son fundamentales gatos y perros, incluso uno es narrado por un can. En otro cuento se denuncia la violencia de género.

"Es un hecho tan cotidiano que ya nadie se asombra, y eso es terrible. Yo quería narrar la experiencia urbana nocturna desde la adolescencia y me llevó a eso", remata.

En "terremoto blanco" de natacha oyarzún hay un niño al que todo el pueblo cree embrujado y un sacerdote involucrado en la matanza de unos perros.


"Terremoto blanco"

Natacha Oyarzún

Editorial Alquimia

84 páginas

$10.000

Por Cristóbal Gaete

"Thoreau decía 'que el gusto por lo bello se cultiva sobre todo al aire libre, donde no hay casa ni casero'", cita Oyarzún.

"Crecí con muchos libros, desde temprana edad pude leer clásicos o poesía. Tallereamos entre nosotros".

María Contreras