Impuesto a los bienes raíces
Es común en personas en edad de jubilar que inviertan en bienes raíces, transformándose en una fuente para generar utilidades a través del arrendamiento, cesión de su uso o la enajenación.
Si bien estas acciones se realizan de manera frecuente, es complejo para el ciudadano común comprender el tratamiento tributario que permite establecer si la utilidad generada por arrendamiento y venta del bien raíz devengará o no impuesto a la renta.
En caso del arrendamiento, se debe distinguir si la persona está o no acogida a las franquicias DFL2. Si no lo están, se requiere establecer si se trata de una renta de bienes agrícolas o no, ya que, si no es el caso, y se trata de una persona natural, estará exenta del impuesto de primera categoría.
Esto se complejiza cuando las rentas provienen del mayor valor obtenido en la enajenación de dichos bienes, pues existen distinciones de carácter temporal que son importantes.
Cuando la operación es realizada por una persona natural que no es contribuyente del impuesto de primera categoría que declare su renta efectiva, y el inmueble fue adquirido antes de enero de 2004, se aplica la ley de impuesto a la renta vigente a diciembre de 2014. De lo contrario, se aplica la ley posterior, que obliga a considerar nuevas distinciones.
Esto hace que resulte complejo establecer el correcto tratamiento tributario de los bienes inmuebles, sin la contratación de una asesoría. Por eso, es necesario simplificar la normativa, estableciendo un estatuto que lo haga más comprensible para las personas y así mejorar la educación tributaria. Gonzalo Polanco
Una deuda pendiente
La semana pasada conocimos el lamentable hallazgo de los cuerpos sin vida de dos hermanas de 91 y 98 años, situación que fue alertada por vecinos que llamaron a la PDI tras varios días sin verlas. Lo triste de esta noticia es que no es primera vez que esto ocurre y al tener una memoria frágil, nos olvidamos rápidamente de estos casos.
Se ha avanzado en otras materias, tales como equidad de género, protección de la niñez y de víctimas de violencia intrafamiliar, pero poco se ha hecho para saldar la deuda abismante y desoladora que tenemos con nuestras personas mayores. No hay que olvidar que la mayoría de la población llegará a esta etapa de la vida, probablemente enfrentada a la disminución de sus ingresos y, en muchos casos también, al abandono.
El 14 de septiembre de 2017 entró en vigencia en nuestro país la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, adoptada en 2015 por la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, la cual establece la igualdad y no discriminación por razones de edad, y el derecho a la vida y dignidad en la vejez.
Si relacionamos estas normas que forman parte de nuestra legislación con normas constitucionales que reconocen la igualdad ante la ley, prohibiendo y sancionando la discriminación arbitraria, no parece nada descabellado instaurar un sistema similar al que ya disponemos en salud pública, pero enfocado al desarrollo de un control sano para la persona mayor, que permita visitarla con la frecuencia necesaria para que personal de salud verifique sus signos vitales, medicamentos, alimentación básica y, en caso de proceder, activar las medidas cautelares que sean necesarias.
Con esto se estarían tomando medidas concretas que podrían, en parte, saldar esta deuda y otorgar mayor dignidad a quienes llegaron a la vejez.
Carolina Araya, directora carrera de Derecho U. de Las Américas sede Concepción
Leer, leer y leer
Es necesario abordar la importancia de los hábitos lectores de los futuros profesores como un pilar clave para fomentar, posteriormente, el gusto en niños y jóvenes dentro y fuera del aula. En este escenario, nos cabe a las instituciones formadoras de profesores una tarea ineludible e intencionada, que no dependa solo del horizonte cultural de cada docente, sino que se desplieguen estrategias que motiven a los estudiantes de pedagogía a incorporar este hábito que entra en desigual competencia con las tecnologías, y las aplicaciones móviles y redes sociales donde suelen "descansar" y cultivar su vida de ocio. Inger Enkvist, pedagoga sueca, catedrática de la Universidad de Lund, insistió con solidez en cómo los profesores han de ser promotores activos de lectura: "Que siempre nuestros estudiantes nos vean con un libro bajo el brazo", de ahí nacen conversaciones y muestra cómo el profesor repone sus fuerzas con literatura de otra índole. Para ser un buen lector se necesitan horas. Expresaba también la académica que, se calcula que en la mayoría de los países se dedican 400 horas en primaria al aprendizaje de la lectura. Para ser un buen lector hacen falta 4.000 horas. Tiempo que obviamente no se da en las aulas. Para fomentar este placer hay que aprender a crear condiciones de silencio, concentración y motivación intrínseca. Nunca es tarde para enmendar deficiencias y cultivar una pasión cuando no se ha estado en un entorno que lo promoviera. Nuestros futuros profesores han de ser agentes de cambio en este aspecto, y como decía Enkvist, la clave está en leer, leer y leer.
María Soledad Faverau, académica Universidad de los Andes
Tradiciones británicas
Los protocolos en su vida diaria y en las ceremonias de connotación mundial son el pan de cada día en el pueblo británico, y nos han recordado que el desenvolvimiento cotidiano de la vida no es tan a la birulí como aquí en nuestro medio nacional se nos quiere implantar. Recuerde que los méritos expresados en sus condecoraciones, sus vestimentas, sus modales, su lenguaje, cada uno de los detalles planificados de antemano son producto de un avanzado desarrollo social, brindándonos un espectáculo óptimo en calidad y belleza, aun en circunstancias de extremo duelo cual fue el velorio y funeral de su reina.
Esa cultura enseña y demuestra que sí vale "ser", pero también "parecer" y que cómo te ven, te tratan. Por eso, nuestras abuelitas nos iban heredando junto a la mamadera el indispensable manual de Carreño, una especie como el antiguo silabario Matte, pero de las buenas maneras. Recomendable sería reeditarlo, a fin de que no se nos note tanto la hilacha o terminemos con levita y a pata pelá.
Marlene Cárdenas Siebald