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La inspiradora historia de

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Hace unos días fue protagonista de una emotiva despedida del lugar donde vivió su infancia, creció y ahora se aleja como una mujer adulta y profesional. Rodeada de sus hermanitas, tías y tíos de Fundación El Alba, Yenifer Miranda dio así término a más de 14 años bajo el cobijo de esta institución, de la que hoy se despide portando un título de Ingeniería en Administración de Empresas, además de bellos recuerdos y amistades para toda su vida.

Conversamos con ella, y en una distendida plática nos cuenta de su experiencia en la Fundación y el mensaje que puede entregar a los jóvenes de su generación.

-Yenifer, ¿cuánto tiempo viviste en la Fundación?

-Llegué a los nueve años. Mi familia tenía problemas importantes, por lo que el poder judicial resolvió que mi mejor alternativa era ser protegida ahí. Allí permanecí durante catorce años.

-¿Qué sentimientos te embargan a la hora de la despedida?

-Me siento infinitamente agradecida de las personas que estuvieron conmigo ahí, y que aún siguen apoyándome. No siento este proceso como una despedida, porque seguiremos mutuamente presentes. Pero sí, me siento orgullosa de ser la persona que soy gracias a la oportunidad que se me brindó.

-Te independizas portando un título profesional; ¿Cuál fue la principal ayuda que te llevó a lograr lo que eres hoy?

-Precisamente la Fundación, las personas que estuvieron conmigo siempre. Me trataron con amor y constantemente me estimularon a estudiar y ser alguien en la vida, me dieron una sólida formación valórica y me impulsaron a dar lo mejor de mí. Yo recogí eso con responsabilidad. Para mí era importante, porque no quería repetir la historia de la que venía, ni quería depender de terceras personas.

-Observo mucha gratitud en tus palabras hacia quienes te cuidaron; ¿Crees que hay alguna característica de esta Fundación que la diferencie de otras?

-Sí. Precisamente las personas, y el amor que entregan. Yo creo que este lugar es especial. Siempre se me trató con mucho amor desde pequeña, y eso lo agradezco eternamente. Valoro todo lo que hicieron y siguen haciendo por mí.

-¿Podrá influir su sello valórico cristiano en eso?

-Creo que sí. Antes de ingresar a la Fundación yo no conocía de Dios, y le conocí adentro, a través de ese amor. Siento que Dios es el centro de todo su trabajo.

-¿Qué le dirías a la comunidad, que quizá no conoce de cerca este tipo de instituciones?

-Les diría que se acerquen y las conozcan, porque nos hace bien estar informados de primera fuente. Es claro que no todas las fundaciones son iguales, que puede haber otras que no hagan las cosas bien, pero El Alba se caracteriza por ser diferente. Yo sé cómo es la situación dentro de la Fundación, sé cómo es el trato, y cómo se preocupan por las niñas que cobijan. Doy fe de eso.

-Hablemos un poco más de ti. Has salido "desde abajo" y hoy eres profesional. ¿Cómo te sientes respecto de eso?

-Siento gratitud y un sano orgullo. No fue fácil, cada paso es un desafío. Diría que es más difícil aún cuando tu legado de origen no va en esa dirección, pero gracias a Dios en cada paso sentí el apoyo de las personas que me protegieron, entonces mi esfuerzo rindió frutos.

-¿Y cómo ha sido el hacerte responsable de ti misma?

-Me ha costado un poco. Principalmente porque la Fundación me daba todo lo necesario para vivir, no me faltaba nada. Ahora conocí el costo real de la vida. Tengo que manejar mi presupuesto, manejar los tiempos, estar pendiente de comprar mis insumos y tener los recursos para ello. Esa diferencia la he notado, pero es precisamente la gracia de ahora hacerse cargo de uno misma.

¿Tienes algún mensaje para los jóvenes de tu edad?

Me gustaría que los jóvenes se sintieran más responsables de forjar su propio futuro, mediante el esfuerzo, el estudio y el trabajo. Hay que salir de ese paradigma de vivir el día a día, es fundamental visualizar y proyectarse. Los estudios son fundamentales para crecer como persona y vivir tranquila.

Los jóvenes pueden lograr las metas que se propongan, pero para eso deben tener un desafío que perseguir, y dejar de lado las excusas.

-¿Algunas palabras finales?

-A los jóvenes… que escuchen a los adultos que les rodean. Ellos tienen la experiencia que a nosotros nos falta. A mi Fundación, ¡gracias infinitas! Estoy muy agradecida de todo lo que pasó en mi vida, de la oportunidad que me dieron, de seguir ahora vinculada afectivamente y que aún me consideren parte de su familia. Yo con eso soy feliz.


superación y sueños cumplidos


de una joven que vivió 14 años


en la Fundación El Alba