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Empresario de las pizzas caras desata una guerra con Nápoles

Comer una pizza en un local de lujo de Flavio Briatore puede llegar a costar sobre 100 mil pesos. Autodefinido "genio", dijo que no entiende cómo los "pizzaioli" napolitanos pueden vender "un ladrillo de pan con un charco de tomate en el medio" por cuatro euros. El ex director deportivo de la F1 defiende sus precios afirmando que utiliza los mejores ingredientes.
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La pregunta del año entre los italianos es cuánto se debería pagar por una buena pizza. Aunque la respuesta parece sencilla, el empresario Flavio Briatore desató una guerra con los horneros tradicionales al cuestionar la calidad de sus platos y defender las pizzas que él ofrece en sus restaurantes de lujo, mucho más caras. Aunque en Nápoles, cuna de este manjar adorado en todo el mundo, lo tienen claro: la pizza es del pueblo.

El magnate atacó sin rodeos a los pizzeros que criticaban los altos precios de sus restaurantes. "Son unos envidiosos, los adoro porque me hacen una publicidad buenísima. Yo soy un genio y ustedes no, esa es la diferencia", disparó.

En el centro de la polémica está su cadena Crazy Pizza, locales de lujo en los que la pizza está lejos de ser una comida barata, popular, ícono de la cocina italiana en todo el mundo.

Por ejemplo, la clásica Margherita, que con su tomate, mozzarella y hojas de albahaca dibuja sobre la mesa la bandera del "Bel Paese", suele costar cinco euros ($4.700), como mucho ocho ($7.520), en cualquier local autóctono, pero Briatore la vende en su cadena de restaurantes por 15 euros, poco más de $14.100.

El menú sigue esa línea: una pizza con jamón cocido se paga a 29 euros ($27.200), otra con trufa a 49 ($46.000), la rústica con pimiento, berenjena y zucchinni (calabacín) cuesta 22 ($20.600) y la de jamón Pata Negra (jamón serrano de cerdo de pezuña negra), al parecer la joya de la corona, alcanza la friolera de 65 euros ($61.200). Una combinación de ingredientes puede llevar a "armar" una pizza de 114 euros, $107.500.

"un ladrillo de pan"

"Hablamos de un producto que pueden comer jóvenes, obreros, parados, es popular, no un lujo. Una pizza buena puede costar 7 u 8 euros. Con 60 euros come una familia", explica a Efe Gino Sorbillo, dueño del histórico restaurante napolitano que lleva su apellido.

Son sin duda precios que rechinan en el oído de cualquier italiano y que han indignado a los "pizzaioli" de la capital de este manjar, Nápoles, cuyo arte culinario fue reconocido en 2017 como Patriminio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Briatore quiso responder a la controversia que suscitan su abultadas cartas alegando que en sus restaurantes "parten de un razonamiento muy simple: incluir en la pizza los mejores ingredientes imaginables que se encuentran en el mercado".

Pero no se limitó a defender su marca, sino que arremetió contra los pizzeros de toda la vida: "Te dan un ladrillo de pan con un charco de tomate en el medio. Yo preguntaría a estos muchachos que explicaran cómo logran vender una pizza a cuatro o cinco euros".

Se refiere a la clásica apariencia de la pizza napolitana: circular, pero irregular, de un diámetro que no exceda los 35 centímetros y delimitada por un borde grueso de masa que contiene sus ingredientes, conocido como "cornicione".

"¿Qué ponen en la pizza estos señores? Partiendo de la base de que pagan las materias primas, los impuestos, sueldos, arriendos, el gas y la luz, o vendes 50.000 pizzas al día o es imposible. Hay algo que no comprendo", provocó Briatore.

"En Italia cuando tienes éxito encuentras siempre rabia, no piensan que cuanto más triunfas, más impuestos pagas y más empleo creas (...) Si eres exitoso les molesta, porque Italia es un país rencoroso, celoso y lleno de envidiosos", atacó el empresario.

"palabras banales"

En Nápoles, altar pizzero, sus palabras no cayeron bien y los cocineros más emblemáticos insisten en que una buena pizza puede también ser barata. Tal es así que sirvió de sustento en los famélicos años de la Segunda Guerra Mundial.

"Sus declaraciones son banales, no se puede pretender abrir un nuevo local atacando a la historia de la pizza. Es como si abres una tienda de ropa y te metes con los costureros centenarios", lamenta Sorbillo.

Pero en la capital del Vesubio, "aunque todos se enojaron", los pizzeros han respondido con su clásica ironía y socarronería, invitando a Briatora a visitarlos, a sentarse a la mesa con ellos.

El restaurante de Sorbillo, cabeza de un emporio internacional, vendió estos días su pizza Margherita a cuatro euros y organizó un foro para hablar de este producto "súper económico, sano y genuino".

Un desafío

El presidente de la Asociación Verace Pizza, Antonio Pace, criticó al billonario por obviar que la verdadera pizza napolitana sigue "reglas precisas establecidas en una disciplina culinaria, en los ingredientes, en los tiempos, dimensiones y en su preparación".

A modo de desafío, invitó al ex director deportivo de F1 a las próximas Olimpiadas de la Pizza para "un debate sereno y amistoso" sobre este plato.

"Si así lo desea, puede traer a uno de sus pizzeros para un buen reto preparando buenas pizzas. Nosotros no tenemos ningún problema y estamos seguros de que nos divertiremos", ironizó Pace.

El arte de la pizza napolitana es patrimonio inmaterial de la humanidad, según la unesco. Biratore solo vende pizzas caras.

61 mil 200 pesos puede llegar a costar una pizza en Crazy Pizza, la cadena de lujo del magnate Flavio Briatore.

Un gato con nombre de primer ministro se sienta en la Cámara de los Comunes

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El "speaker" o presidente de la Cámara de los Comunes británica, Lindsay Hoyle, incorporó esta semana un nuevo gato a su famosa colección de mascotas, al que ha llamado Attlee, en honor al primer ministro laborista entre 1945 y 1951, Clement Attlee.

El cachorro, que tendrá su propia cuenta de Instagram, ha protagonizado ya artículos de prensa en el Reino Unido y luce cómodo en las fotografías en las que aparece recostado junto a su amo en la silla de la presidencia en la Cámara baja.

Attlee sucede a otro Maine Coon que tenía Sir Lindsay, Patrick -en homenaje al lord conservador Patrick Cormack-, que falleció este 2022 de un tumor a los 12 años.

En un comunicado, la oficina del "speaker", que antes fue diputado laborista, observa que, con la llegada del gato de cuatro meses, "se restablece el equilibrio político" entre sus animales, que llevan nombres de destacadas figuras.

Después de la muerte de Patrick y previamente del rottweiler Gordon (por el líder laborista Gordon Brown), Hoyle, que en su cargo debe ser políticamente neutro, se había quedado con una sola mascota de inspiración laborista, la perra Patterdale Terrier Betty, bautizada en honor de la expresidenta de los Comunes Betty Boothroyd.

Maggie y el loro boris

Las otras dos son la tortuga Maggie y el loro Boris, por los primeros ministros conservadores Margaret Thatcher (1979-1990) y Boris Johnson, actual jefe del Gobierno.

"Attlee es el cachorro más audaz y activo que uno pueda imaginar", declaró Sir Lindsay. "Corre por mi oficina, divirtiendo a mi equipo, y hace sonreír a los porteros, policías, limpiadores y a todos los que entran en contacto con él".

"Todavía echo de menos a Patrick, que era mi mascota favorita, pero Attlee, a quien llamamos en honor al ex primer ministro que creó el NHS (sistema público de salud), nos ha animado muchísimo", agrega.

El "speaker" confía en interesar a más gente joven en la actividad del Parlamento mostrando las peripecias de sus mascotas en redes sociales.

Sir Lindsay, "speaker" de los comunes, y el gato Attlee.