En los últimos años, diversos aspectos toman relevancia creciente: medio ambiente, bienestar animal, economía rural y costos de los alimentos en zonas urbanas, entre otros. El tenor de la urgencia nos invita a elevar un velo sobre todo aquello que no es esencial e inmediato, y muchos aspectos positivos quedan relegados a un plano de absoluta transparencia. Ello, hasta que una emergencia vuelve a centrar la mirada sobre aquello que ya de tan cotidiano, lo damos por sentado.

La fiebre aftosa es una enfermedad viral que afecta principalmente a animales biungulados, entre ellos, el bovino. En Chile llevamos décadas con esta enfermedad erradicada del territorio nacional. Y ha sido una herramienta sanitaria tan poderosa, que es priorizada por los mercados mundiales. Si bien a nivel de cono sur, los países MERCOSUR avanzan en el control y erradicación de la enfermedad, aún es una condición valorada y auditada.

Es lamentable que en las últimas semanas un brote de fiebre aftosa esté afectando a Indonesia, un país que no presentaba la enfermedad desde los '80. En poco tiempo, ya son 16 las provincias en las que el virus ha causado la infección de cerca de 20 mil animales. El brote llega en medio de un periodo de actividades religiosas y tradiciones que conlleva colateralmente a una afectación social.

Esta situación debe llevarnos a reflexionar acerca de la importancia que posee la preservación de nuestro status sanitario, ya que, aunque no lo creamos, es frágil. El hecho que no tengamos una enfermedad en muchos años, valida la obligación de continuar con todos las gestiones para garantizar la no ocurrencia de un eventual caso en el futuro.

Debemos agradecer profundamente a todos aquellos productores con visión de futuro y bien país, que voluntariamente comenzaron programas de control y erradicación de las pocas enfermedades que tenemos en ganadería. Es real la oportunidad de avanzar hacia la erradicación de brucelosis bovina, y, muy cerca, tuberculosis bovina. Pensar en compensaciones sanitarias sería una buena alternativa para poder sacar de circulación a los agentes que causan estas enfermedades.

Verónica Ruiz, gerente Corpcarne

Conducir un vehículo motorizado bajo condiciones climáticas adversas requiere un mayor grado de precaución, ya que a todos los elementos que complejizan esa tarea, como el incremento del parque automotor y el poco respeto por la señalética vial de un número importante de conductores, se agrega la poca visibilidad y lo resbaladizo de la calzada.

Pues bien, las bajas temperaturas que ha registrado en las últimas jornadas, que en algunas zonas han superado los 4 grados bajo cero, congelando las vías y haciéndolas más resbaladizas, debieran llevar a quienes guían un vehículo a redoblar las medidas preventivas.

Sin embargo, aquello, al parecer, no ocurre, toda vez que se siguen viendo a diarios a conductores más pendientes del teléfono celular que las condiciones de las vías, o bien a otros que claramente exceden los límites de velocidad permitidos, especialmente en las áreas urbanas.

Y las consecuencias de estos actos irresponsables no tardan en llegar y se grafican en colisiones que se registran en la región, en las cuales la principal causa radica en una conducción irresponsable y riesgosa.

Un estudio elaborado por el Ministerio de Transportes da cuenta del aumento en las velocidades de desplazamiento de los vehículos en las áreas urbanas del país tras la llegada del coronavirus y el inicio de las medidas de confinamiento, ya que al haber menos automóviles en las calles los conductores tendían a desplazarse a velocidades más altas, lo que, lamentablemente, incide en el mayor número de accidentes de tránsito. Y si bien las cuarentenas quedaron atrás, lo cierto es que conductas de este tipo es difícil erradicarlas.

De ahí que sea necesario volver a insistir en que guiar un vehículo motorizado requiere, además de habilidades técnicas, altos grados de responsabilidad ciudadana, toda vez que se trata de una acción que se desarrolla en el espacio público y en la que de no mediar el respeto irrestricto a la normativa y el cuidado que indica el sentido común, puede generar daños a las personas.