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Dos mujeres

Adelanto del libro "El hombre más triste" Por Daniel Titinger
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"Solo un hombre sanguíneamente socialista, aquél cuya conducta pública y privada, cuya manera de ver una estrella, de comprender la rotación de un carro, de sentir un dolor, de hacer una operación aritmética, de amar a una mujer y de levantar una piedra, de callar o de llevar una migaja a la boca de un transeúnte, es orgánicamente socialista, solo ese puede crear un poema auténticamente socialista". Enviaba esas crónicas a Lima, a la revista Mundial, al diario El Comercio, y también al diario trujillano El Norte, fundado años antes por sus amigos de esa ciudad. El viaje a Rusia le duró días. Volvió a Francia sin dinero, al lado de una mujer a la que no quería. Pasaban los meses. Vallejo empezó a vagar por conciertos y exposiciones y cafés de París -su carnet de prensa le permitía entrar a esos lugares sin pagar-. Georgette recordaría que Vallejo se mostraba entonces inestable emocionalmente, y que incluso lo oyó decir, en francés: "Tout ça, ce n'est ni moi ni ma vie!". Todo esto no soy yo ni mi vida.

Recién se decidió por una mujer cuando murió la madre de Georgette, en noviembre de 1928, un mes después de su viaje a la Unión Soviética. Georgette Marie Philippart Travers, como hija única, heredó el departamento de la Rue Molière, que puede verse desde esta habitación (de un pequeño hotel), justo al frente, además de 280 mil francos. Con parte de ese dinero, que él sabría dilapidar en poco tiempo, viajó a la Unión Soviética por segunda vez en septiembre de 1929, ahora junto a Georgette. Visitaron Berlín, Leningrado, Moscú, Praga, Budapest, Roma y Niza. Al volver a París, le escribió una carta a uno de sus hermanos: "He sufrido mucho. Pero al propio tiempo he aprendido y aprovechado mucho de mi dolor. Sin embargo o, más bien dicho, en consecuencia me parece que debo volver a América a luchar y trabajar públicamente por mi país. He sufrido, repito, y no obstante me siento, mediante Dios, joven y fuerte y lleno de esperanza". Antes de ese segundo viaje a la Rusia de Stalin, y ya con la herencia asegurada de Georgette, Vallejo tenía que arreglar un asunto, aunque no era capaz -por temor, por cobardía- de hacerlo él mismo. Henriette, le dijo un día a Juan Domingo Córdoba, era el único obstáculo que tenía para estar con la vecina. "La única persona que nos puede ayudar eres tú -le dijo Vallejo-, porque ustedes se llevan bien, se quieren y se estiman, te escuchará para separarnos amigablemente, ella lo comprenderá. Tú puedes ayudarme". Juan Domingo Córdoba se negó. Quien finalmente tuvo que hablar con Henriette fue Georgette. Se citaron en un café. Algunos amigos -que siempre fueron los amigos de Vallejo- contaron que Georgette le dio dinero a Henriette para que no apareciera más. Nadie volvió a verla. "Me has hecho feliz esta noche, como nunca lo fui jamás -le escribió Vallejo a Georgette en una tarjeta-. Me siento encantado y loco de emoción por haberte tenido toda entera entre mis brazos. Estabas llena de comprensión femenina. Yo soy verdaderamente feliz y eres tú quien obra estos milagros en mi vida". Tenía una mujer, un departamento en París, una causa socialista, una herencia. En la fotografía de Versalles (la más difundida del poeta, que aparece en la tapa del libro de Daniel Titinger), llevaba ese anillo de coralina, un artefacto del que nunca se separaría. Se lo había regalado un amigo suyo apellidado Riquelme, quien cuando bebía solía brindar así: "Buvons pour etre meilleurs". Bebamos para ser mejores.

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cuenta el actual director periodístico de Radio Programas del Perú (RPP).

-¿Cómo crees que se llevaba Georgette con el fantasma de su marido?

-Después de haber investigado siete años, creo que ella al final hubiese quemado los poemas. Tenían una relación de amor y odio, como toda relación (ríe), pero la de ellos era especialmente difícil, al igual que el carácter de ella, y él… Esto es totalmente impopular, pero a veces pienso que mucha gente no hubiese sido amigo de Vallejo. No digo que entonces haya sido un mal tipo, aunque sí lo es visto desde 2021. Es difícil juzgar a alguien cien años después, no deberíamos hacerlo. Me acuerdo que, a ratos, mientras escribía, le enviaba mensajes a mi editora, Leila Guerriero ("Los suicidas del fin del mundo"), diciéndole "no soporto a Vallejo, me parece una mala persona".

-¿Tanto así?

-Me cae mal porque siento que era un vividor: por ejemplo, tenía una beca española y la idea era que estudiara allá, pero él iba a cobrar no más. Un par de veces (en la embajada) le pasaron dinero para volver a Perú cuando el juicio en su contra (por participar de una revuelta en su pueblo natal, Santiago de Chuco) ya había caducado. Él no regresó, se gastó la plata en otras cosas. También eligió a Georgette como pareja "estable" una vez que murió la madre de ella, por la herencia… Pero sería torpe, mezquino y un error de mi parte juzgarlo desde mi mirada contemporánea. (…) Es difícil escribir sobre una persona muerta y que ya no existe nadie que lo haya conocido. Hay un trabajo de evaluar a qué biografía le crees y cuál no, pero lo logras intuir. En qué momento hay un dato inexacto que se replica y resulta que Georgette, finalmente, es la mala de la película.

Sin embargo, es ella quien permanece a su lado en la pequeña clínica donde muere el poeta, y Titinger cita al "vallejólogo" Miguel Pachas Almeyda: "Todos creían que estaba loca, y era muy triste. Preferían hacerle caso a los tremendos intelectuales que hablaban de Vallejo. Hasta la culparon por haber abortado, por no darle al Perú los hijos de Vallejo. Porque claro, al lado de esos biógrafos, al lado de esos grandes académicos, ella apenas había terminado la secundaria". Pero es Georgette quien, a mediados del siglo XX, llega a Perú con los manuscritos y el historial médico del poeta, porque en sus últimos años Vallejo "escribía 'para el cajón', le decía a Georgette, porque nadie lo publicaba", destaca el periodista.

-Ella también estaba frustrada por eso.

-Porque Pablo Neruda se paseaba por cuanto congreso antifascista hubiera. Era el poeta de los poetas, un tótem. Vallejo era un intelectual, un periodista comprometido, nadie sabía que seguía escribiendo poesía… Él participaba de estos congresos pero como intelectual, como un actor de reparto, mientras Neruda salía a hablar en un estrado. Vallejo no tuvo fama en vida.

-Y todos los biógrafos repasan a Georgette hasta que aparece Rafaela García de la Barga, "la señora de la maleta", con los papeles que guardó la viuda hasta su propia muerte.

-No hay golpes de suerte: cuando esperas mucho, las cosas pasan. Esta señora había sido vecina de Georgette, la fui a ver, pero no me aportaba mucho: "Que la viuda, que qué sé yo". Aunque en algún momento creo que le caí bien y me dijo: "Mira esto, un día…" y traté de disimular las ganas que tenía de abrazarla y ponerme a llorar. Cuando salí de su casa, entendí que tenía un libro, porque hasta entonces decía "Dios mío, tengo lo mismo que han tenido todos, voy a repetir, a repetir", pese a los viajes que había hecho, entrevistas.

-Después de esta epifanía, cuando escribías ¿sentiste los espíritus en tu casa?

-Creo que como les pasa a los actores, hay un momento en que te comienzas a mimetizar. Sientes que la persona te toma, es una cosa espiritual. Con el perfil de Julio Ramón Ribeyro ("Un hombre flaco") me pasó que adelgacé muchísimo, casi 40 kilos. Y sí, no fue Ribeyro, fue la dieta, pero también comencé a fumar. Con Vallejo a veces tenía momentos de suma tristeza. (…) Convives con la persona sobre la que estás escribiendo, te posee de alguna manera y, ojo, no dejo de trabajar, de vivir mi vida, pero Vallejo estaba ahí. (…) Hay que leer a estos poetas que están en el Parnaso y, en el caso más optimista, hay que entenderlos.

-"Trilce" sigue siendo un poemario muy raro ¿no?

-Sigue siendo incomprensible. Sin embargo, entiendo el poder maravilloso del lenguaje y sí logro entender que Vallejo fue un poeta de vanguardia antes de la vanguardia. En el libro siempre hay una pregunta dando vueltas: ¿cómo alguien que nace en Santiago de Chuco pudo llegar a cambiar la poesía en español?

en una maleta Daniel Titinger encontró una nueva versión del poeta césar Vallejo.


"El hombre más triste: Retrato del poeta César Vallejo"

Daniel Titinger

Ediciones UDP

264 páginas

$18 mil

"Cuando salí de su casa entendí que tenía un libro, porque hasta entonces decía: Dios mío, tengo lo mismo que han tenido todos".

gabriela pinto