Por un desarrollo sustentable
Conflictos a nivel local reafirman el urgente llamado de la ciudadanía que exige el respeto al medio ambiente. Urge exigir tanto a los sectores productivos como al ente regulador una actitud proactiva a la hora de impulsar y revisar proyectos que podrían ser agentes nocivos.
La fuerza que ha tomado la ciudadanía en la última década, respecto al exigir vivir en entornos limpios y sin actividades industriales que dañen el medio ambiente, es uno de los motores que sustenta hoy la convivencia. A nivel nacional ello quedó de manifiesto, por ejemplo, a propósito de cuáles han sido los liderazgos respaldados a la hora de ser electos los convencionales que redactan una nueva Constitución. También se plasma en la elección del gobernador regional de Valparaíso, Rodrigo Mundaca, cuya visibilidad pública la alcanzó por su rol de ambientalista en pro del acceso al agua en una zona golpeadísima por la falta de precipitaciones y el uso intensivo del recurso para actividades agrícolas.
A nivel regional este conflicto se ha manifestado en al menos dos niveles. Uno de ellos tiene que ver con la movilización de los vecinos de la Carretera Austral, quienes durante las últimas semanas han encendido las alarmas respecto a la instalación de Salmones Austral en su sector, bajo la premisa que temen la contaminación del litoral y los efectos nocivos de la actividad. Ello, pese a que la propia empresa ha reconocido que cumple con la norma.
Y en segundo término ha sido patente el choque entre grupos ambientalistas, inmobiliarias y las autoridades fiscalizadoras, a propósito de la destrucción de humedales en aras de levantar nuevos barrios, lo que incluso se ha judicializado con sentencias recientes de la Corte Suprema a favor de los ambientalistas y organizaciones indígenas.
Hoy urge exigir tanto a los sectores productivos como al ente fiscalizador una actitud proactiva a la hora de impulsar y revisar proyectos que podrían ser agentes nocivos para el medio ambiente y las comunidades.
Qué duda cabe que nadie quiere sumarse a la lista de zonas de sacrificio en nombre del progreso, donde una minoría debe soportar la destrucción de su entorno para beneficio de quienes toman decisiones de forma remota, sin conocer ni de cerca cómo les cambia la vida a quienes residen ahí.