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Los bovinos "indianos" o chilenos: la raza que se perdió en el tiempo...

Eran descendientes de vacunos ibéricos traídos por los españoles.
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Fotos: Archivo Guillermo Sáez Eickhoff

Es común observar en las imágenes de finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo pasado la presencia de bovinos chilenos o "indianos", como les llamaban, aquellos animales descendientes de las razas ibéricas que trajeron los españoles durante la conquista y colonia. Conformaron durante siglos los rebaños nacionales y fueron, en parte, el motor de la economía colonial chilena.

Cuando los españoles fundaron Osorno en 1558 también trajeron animales para la crianza, como ovejas y vacunos, que tras la destrucción y abandono de la ciudad en 1604 quedaron en manos de los huilliches, que los criaron y multiplicaron para su uso.

Prueba de ello es que el capitán Tomás de Figueroa, al realizar redadas en la parcialidades indígenas a fines del siglo XVIII, se llevaba el ganado que tenían, que ciertamente descendía de razas ibéricas. Además, los huilliches de la zona comerciaban, entre otras cosas, ganado con la plaza y presidio de Valdivia y también transportaron rebaños al otro lado de la Cordillera de los Andes (a la actual Argentina).

En un principio los embarques que llegaron a Sudamérica y Chile provenían de los puertos de la zona sur de España, como Sevilla (lugar donde estaba la Casa de Contratación) y Cádiz.

Cuando ocurrió la repoblación de la ciudad en 1794, el gobernador Ambrosio O'Higgins, involucrado personalmente en el proyecto refundacional, ordenó traer bovinos desde su hacienda La Cantera, en la zona de Los Ángeles, también descendientes de las razas ibéricas. Fue así como surgió uno de los pilares de la economía osornina que perdura con gran éxito hasta los días de hoy. La geografía local, marcada por los llanos o tierras planas, contribuyeron a multiplicar las cabezas y el número de explotaciones.

En las décadas siguientes, y tras la independencia nacional, la actividad ganadera sustentó las arcas osorninas. Fue, de hecho, el origen de la fortuna de las familias repobladoras durante el siglo XIX

Desaparecieron o se mezclaron

No obstante, con la importación de nuevas razas desde Europa, principalmente de Alemania, desde fines del siglo XIX en adelante, estos nobles animales poco a poco fueron desapareciendo o se fusionaron con los "recién llegados".

En agosto de 1948, durante el desarrollo del segundo congreso ganadero nacional, entre las variadas posturas presentadas durante los tres días del evento, el agrónomo Alberto Hechenleitner, que también fue presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno (Sago) presentó al respecto un trabajo recomendando la recuperación de bovinos descendientes de la raza ibérica llamados genéricamente "costinos" o "indianos", varios de cuyos ejemplares, en aquel entonces, se encontraban en manos de agricultores del sector oriental de la Cordillera de la Costa y había algunos en estado salvaje a los cuales se les denomina "caitas", cimarrones o baguales.

Estos animales constituyen, según el profesional, "los últimos vestigios en el país de una más que centenaria selección natural y que habitan zonas poco favorables de forrajes, alimentados con quilares, ramoneo, pastos poco nutritivos y, sin embargo, en estas precarias condiciones tienen una buena conversión alimento en producto cárnico".

El autor propuso en su tiempo que estos sean declarados raza nacional y que bajo la tuición de alguna universidad o de los servicios del Ministerio de Agricultura se establezca un proyecto de mejoramiento zootécnico y genético.

Sería lamentable, sostenía Hechenleitner, "que por desidia, por falta de visión, se dejara perder desdeñosamente individuos de esta raza, adaptada naturalmente a prosperar en precarias condiciones en las regiones cordilleranas o suelos costeros, por una selección centenaria y multisecular".

En una revista especializada se publicó un artículo del agrónomo Augusto Opazo, que sobre el argumento proclive a importar razas apropiadas para suelos de cerro y secano, advierte sobre la existencia del ganado en cuestión. Sin embargo, ocurrió que en 1953 trajeron para estos efectos desde Escocia ganado rústico de las tierras altas, pero que acá no prosperó por el exceso de lluvias y humedad.

Los vacunos descendientes de la raza ibérica no alcanzaron una altura superior a los 1.4 metros, tenían astas proyectadas hacia adelante y arriba, de poco peso, alcanzaron los adultos 600 kilos, con carne de buena calidad. Tenían esqueleto grueso, livianos, buenos para las marchas y recorrer escarpadas pendientes. Tenían excelente pecho, costillas arqueadas, poco desarrolladas en su cuarto posterior y lomos angostos. Eran animales de un inmenso valor para ocupar terrenos montañosos, ya que resistían muy bien las inclemencias de nuestro clima.

A juicio de ambos expertos, esta raza era valiosísima para el país, ya que podían ocupar territorios de los cerros altos de las cordilleras de la costa y andina. Estaban perfectamente adaptados a ese medio duro y soportaban bien el consumo de los pastos secos en verano, aprovechaban espléndidamente el ramoneo y como eran livianos recorrían todos los cerros en busca de forraje.

"A partir del siglo XV, y a lo largo de los siglos XVI y XVII, los bovinos introducidos en América por los españoles no fueron sometidos a ningún programa colectivo de crianza o de selección de parte de sus propietarios. En consecuencia, las cualidades genéticas y fisiológicas de los animales provienen de las presiones del medio natural y de la selección individual de los ganaderos. Estas razas tienen como características su fertilidad, su resistencia a las enfermedades parasitarias, su capacidad a aguantar altas temperaturas y fuerte humedad, y también su aptitud a aguantar el hambre durante las temporadas de sequía o inundación; se trata de razas rústicas. Aunque parece difícil describirlas de manera general, las razas criollas son animales bastante gráciles con cuernos bastante anchos; son animales de talla no muy alta (los bovinos de llano son más altos sin embargo que los de montaña). La mayoría tiene un color de manto que va del leonado carbonado (así como la Retinta española) al rojo, una minoría es negra o blanco y negro mientras que en los Andes, son frecuentes los bovinos berendo en rojo (blanco y rojo). Se trata de animales polivalentes que pueden ser utilizados de distintas maneras y que se emplean a menudo para el trabajo", precisa Claude Guintard, de la Facultad de Veterinaria de Nantes, Francia, en su artículo titulado "Los animales también participan en la historia global. Las primeras importaciones de bovinos a América a partir del segundo viaje de Cristóbal Colón (1493).