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Mente activa

Para Rosa Traro, de 73 años de edad, el comienzo de la pandemia estuvo lleno de complejidades. Acostumbrada a una vida activa, llena de abrazos y reuniones con colegas de clubes de adultos mayores, tener que encerrarse en casa de la noche a la mañana significó un desafío enorme.

Sin embargo, acordó con sus dos hijas que estaría resguardada y ellas la ayudarían con los trámites, las compras y todas las gestiones que ameritaran ir a la calle. En la vivienda también implementaron un protocolo, usan desinfectante cada vez que alguien ingresa y disminuyeron la regularidad de las visitas.

En este tiempo, el celular significó una herramienta importante para mantener la comunicación con amigos y familiares. "Nos cortaron las alitas, empezamos a quedar encerraditos, sin contactos. A algunos les ha tocado más pesado pasar este periodo, porque están solitos. En cambio hay algunas personas, como en mi caso, que tenemos la fortuna de estar acompañados de hijos, los vecinos, siempre tenemos alguien de quién preocuparnos", explicó.

Traro quiso aprovechar este tiempo para enfocarse en sus pasiones. De esta forma, se concentró en escribir, bordar, tocar guitarra, así como en sumarse a iniciativas organizadas de manera virtual por el grupo Lidram de adultos mayores, donde participó y ganó en concursos de payas y rancheras.

La escritora está consciente de los golpes que ha sufrido la gente en medio de la contingencia. De hecho, reconoce que muchos en su entorno han visto deteriorada su salud física y mental en estos meses, por lo que siempre ha apostado a estar en movimiento y tratar de rescatar lo positivo.

"Extraño las salidas, compartir con mucha gente, porque mi vida era eso. Añoro los abrazos, yo soy muy de piel e interactuar con las personas, intentar hacer una cosa, otra, era llenar mis espacios y gracias a Dios ahora lo estoy tratando de lograr de esta manera", consideró.

Guiada por esta fe, acudió a inocularse con el propósito de reforzar los cuidados que hasta ahora había adoptado. Días antes estuvo revisando información sobre las epidemias en la historia de la humanidad y cómo las vacunas habían ayudado a combatirlas, lo que la impulsó a hacerlo.

"Después de esto, yo encuentro difícil volver a ser lo que éramos. Es comenzar una nueva era, nuevos tiempos, porque la tecnología ha avanzado y la mayoría de los grupos donde estábamos, que éramos muchos, no vamos a llegar. Hay que seguir adelante y ser fuerte, apoyarnos entre nosotros mismos y transmitirlo a nuestra familia, a nuestros hijos", recalcó.

Aprendizaje

Al igual que Traro, Norma Vargas, de 69 años, del Club de Adulto Mayor "Años Dorados", optó por paralizar sus salidas rutinarias. Para ella, en medio de un escenario tan incierto con este virus, era fundamental el cuidado, tanto de sí misma como de su hijo y nieta, de 15 años. Aunque en su cotidianidad era muy independiente, prefirió salir puntualmente y cuando fuera necesario.

Más allá de la propia enfermedad, desde su perspectiva, uno de los aspectos negativos de esta experiencia es haber perdido la libertad. El tener que pedir permiso, llevar a cabo trámites en un tiempo acotado y volver a encerrarse le han traído amargos momentos en este año.

"Ha sido harto el aprendizaje, porque hay que saber respetar el espacio de los demás. No todos lo toman de la misma forma. De repente uno se encuentra con amistades que se alejan porque en general todos los adultos mayores vivimos con miedo", contó.

Distanciarse de miembros de su familia, por precaución, ha sido otra de las medidas. Por ejemplo, una de sus nietas trabaja en el Hospital Base San José de Osorno y, a finales de diciembre, debió dejarla de ver durante varios días a raíz del brote de covid-19 ocurrido en el recinto asistencial.

Sus hermanos, nietos y sobrinos-nietos viven en Temuco y tampoco ha podido viajar a reunirse con ellos. "Es lógico que voy a querer abrazarlos, verlos, porque antes éramos de juntarnos siempre. Igual por videollamada y uno se queda más tranquila porque los ve y sabe que están bien", afirmó.

Este trago amargo sirvió como un aliciente para vacunarse. Al principio tenía dudas sobre este proceso, pero pensó "si toda la vida ha existido, voy y por último me protejo. Ya tengo las dos dosis, me puse la de la influenza que me correspondía por la edad, estoy tranquila en ese sentido".

Vargas es optimista acerca de lo que vendrá. No obstante, cree que el cambio ocurrido en este periodo es irreversible, ya que permanecerá la preocupación latente en el grupo etario respecto al virus.

"Hay pocas probabilidades de volver a la normalidad que teníamos, ya nunca será lo mismo. Eso sí, espero que paulatinamente vaya mejorando para todos, porque siempre quedará esa sensación de estar pendiente si la persona lo tendrá o si me contagiaré", enfatizó.

"Extraño las salidas, compartir con mucha gente, porque mi vida era eso. Añoro los abrazos, yo soy muy de piel ".

Rosa Traro, Adulta mayor

"Ha sido harto el aprendizaje, porque hay que saber respetar el espacio de los demás. No todos lo toman de la misma forma".

Norma Vargas, Adulta mayor