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En 2020 comenzó su pesadilla que, tal como relató a El Austral de Osorno, le ha quitado el sueño, transformando sus jornadas laborales en deudas que se van acumulando al punto que su casa estuvo a punto de salir a remate por el crédito bancario atrasado.

Las lágrimas recorren su rostro y empañan su sonrisa al recordar que el esfuerzo de toda su vida, el sustento de su familia y la fuente laboral de otras mujeres jefas de hogar, está dentro de los rubros paralizados en la pandemia.

"La inestabilidad sanitaria es una agonía diaria. Hicimos todas las inversiones y acomodos necesario para poder operar, pero no somos considerados esenciales, por lo tanto, durante las cuatro cuarentenas en la comuna hemos cerrado. Entendemos que hay una pandemia y nadie quiere enfermar o contagiar a otros, pero ¿cómo podemos explicar que los contagios siguen y se eleven con tantos rubros cerrados, como las peluquerías?. Acá en la comuna somos más de 150 peluqueros dueños de nuestros emprendimientos y fuente laboral de otro grupo, quienes estamos simplemente fuera de todo bono o ayuda del Gobierno y de autoridades políticas", relató Adriazola, que además es vocera del rubro en la comuna.

Agregó que el endurecimiento de las medidas de estas semanas agudizó la crisis, ya que evidencia que el futuro es absolutamente impredecible y restrictivo.

"Las personas siguen sin cumplir las medidas. Muchos con sueldos fijos piden cerrar todo sin pensar por un segundo en quienes dependemos de esto. Es el trabajo y esfuerzo de toda una vida y seguimos pagando patentes, arriendos, créditos, entre otros gastos, esperando que todo esto pase. Entonces, cuando no se respetan las medidas, el daño primero es la amenaza a la salud por el covid-19 y detrás está la salud mental de todos quienes estamos atados de manos", comentó la peluquera.

Cuando surgió el brote de coronavirus, Norma Illapán jamás pensó en todo el impacto que tendría en el sueño que comenzó hace más de 20 años cuando decidió hacer de las costuras y bordados su fuente laboral para sumar un ingreso a su hogar.

Con tristeza relató que el primer golpe pandémico fue la suspensión de clases presenciales, que terminó lentamente con los numerosos pedidos de buzos, poleras y todo lo relacionado con uniformes y artículos para colegios y jardines infantiles.

A eso se sumó el cierre del rubro gastronómico, suspensión de actividades y eventos, entre otros, todos ellos clientes directos del taller Matilde Confecciones y Bordados, que desde hace 10 años opera en la Galería Persa, en calle Patricio Lynch, como fuente laboral para más de 5 personas que, durante el 2020, tuvieron que ser desvinculadas, según explicó Illapán, porque los ingresos son mínimos.

"Las autoridades siguen presionando a los trabajadores de los mismos rubros que hemos hecho todo para cuidarnos y cuidar a la comunidad, pero que resulta insuficiente porque los contagios siguen y las restricciones aumentan. No puedo proyectarme al futuro, porque las medidas son muy inestables y no puedes confiar en lo que te dirán hoy, ya que en 24 horas cambian sin previo aviso. Tengo más deudas, porque los créditos siguen cobrando y para sobrevivir te dan como solución otro crédito", argumentó Illapán.

Agregó que las restricciones y la misma pandemia también generan retraso en la entrega y alza en los costos de materiales básicos para el taller, lo que también es un problema e incrementa la impotencia de cientos de personas que viven de la costura.

"Quienes realizamos costuras, en su mayoría, somos mujeres, jefas de hogar que dependemos de nuestros ingresos y tampoco estamos en bienes esenciales, pero sí está el alcohol que venden mayormente en supermercados. Las medidas cortan las alas y sueños de quienes son emprendedores o pequeños comerciantes y lo más triste es que la comunidad no cumple con el autocuidado, creyendo que dañan a los políticos y al Gobierno, sólo afectan a la gente vulnerable", dijo la mujer.

Permisos para trabajar

Marcos (prefiere no dar su apellido) es gásfiter, por lo que pertenece a las miles de personas que trabajan y dependen de empleos informales -que según dijo- la pandemia terminó de dejar fuera de todo sistema del Estado, lo que significa no calificar para ayudas. Ahora sólo suma deudas y presiones que afectan la calidad de vida personal y laboral.

"Si bien los materiales para arreglar o mantener el funcionamiento del hogar son esenciales, nosotros no, porque somos informales. Entonces, utilizo mis dos horas de permiso de desplazamiento para trabajar o ando a la mala, porque me obligan a estar en limbo. Los bonos ayudan, pero necesitamos que esto se regule para que el cuidado de la pandemia no dependa del sacrificio laboral de unos pocos. Esta realidad va por el segundo año y siguen en la misma", señaló el trabajador informal.

Pablo Galdámez se declara, a sus 45 años, un profesional de las ventas gracias a su experiencia en diversas áreas, desde telefonía hasta el retail, pero la pandemia fue el origen de la cesantía que hoy lo tiene sumido en una depresión, con un matrimonio roto y de vuelta en la casa de sus padres adultos mayores.

"Las ventas son por comisión y eso significa visitar empresas, construcciones, edificios públicos, entre otros. Todos los meses partes de cero, pero como tienes experiencia sabes cómo hacerlo. Pero con la pandemia fuimos los primeros en salir volando de las compañías, en realidad con el llamado 'estallido social' ya nos dijeron chao. En mi barrio veo cómo algunos hacen reuniones sociales como si nada, pero claro, tienen un sueldo y están con teletrabajo. Es una burla para nosotros los cesantes de la pandemia, que llevamos un año sin ofertas laborales, porque el mundo cambió. Algunos quedamos fuera y a nadie le importa", explicó con voz de resignación.

Durante la jornada del martes se realizó una reunión entre representantes de algunos rubros comerciales afectados y autoridades para buscar eventuales soluciones futuras.

"En mi barrio veo cómo algunos hacen reuniones sociales como si nada, pero claro, tienen un sueldo y están con teletrabajo. Es una burla para nosotros los cesantes".

Pablo Galdámez, vendedor sin empleo

4 cuarentenas han decretado en Osorno: del 30 de marzo y 30 de abril de 2020; entre el 3 de octubre y el 30 de noviembre 2020; desde el 14 de enero al 15 de febrero de 2021; y la cuarta desde el 11 de marzo a la fecha.

155 días de confinamiento acumula la comuna durante la pandemia, lo que ha significado que muchos rubros estén sin operar, afectando tanto a sus dueños como a quienes trabajan en ellos.

15 días será la duración de las nuevas restricciones implementadas por el Minsal, entre las que se considera una redefinición de bienes esenciales y la operatividad del comercio en comunas en Fase 1 y 2.