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Jéssica Torres: la escultora que cambió su taller en Santiago por la vida campestre en Purranque

TESTIMONIO. Después de 27 años, la destacada artista y docente de la Universidad Finis Terrae retornó a su comuna para buscar un entorno más saludable, ahora en su hogar del sector Pampa Bonita, donde tiene una huerta y cría animales.
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Bladimiro Matamala

La vida y trayectoria de la destacada escultora nacional Jéssica Torres Lavados ha sido igual que el arte que desarrolla: larga y cambiante. Nacida en el barrio Tomás Burgos de Purranque, de joven partió a Santiago para perfeccionarse y hoy es una artista profesional consagrada, titulada en la Universidad Finis Terrae, que luce sus obras tanto en su ciudad de origen como en distintos puntos de la zona sur y Latinoamérica.

En su amplio portafolio destacan sus obras en el ingreso del estadio de Pirque, otras en la ciudad de Caguas, en Puerto Rico; y también puso su sello en las "Campanas del Bicentenario" en nuestro país, proyecto de coautoría con Cazú Zegers, que ejecutó en el Palacio de la Moneda durante la clausura de los históricos festejos.

Ha elaborado obras en acero, piedra y madera que son el fuerte de su talento. Y en algunos momentos también en bronce y aluminio.

Jéssica Torres, en entrevista con El Austral de Osorno, detalló que incursionó en todos los procesos mientras fue docente y jefe del Taller de Escultura de la Universidad Finis Terrae. En la zona sur ha participado en simposios en Valdivia y Llanquihue. Y en un encuentro de escultores en la comuna de Corral, en Los Ríos.

Y en Purranque plasmó su talento en un proyecto llamado "Para mirar estrellas", una pieza de 10 metros de alto instalada en un parque de la ciudad que se está remodelando en paralelo a la antigua estación de trenes.

-¿Qué estilo la identifica como escultora?

-En el trabajo en gran formato, la escultura en acero siempre más bien abstracta, aunque también tengo experiencia desarrollando figuras humanas. En eso estuve en dos simposios de escultura en Cuba, otro de escultura en concreto en Puerto Rico, todo en gran formato. Y en Santiago otro tanto. La verdad es que en 27 años se hace bastante. Igual en materiales como madera, piedra y cemento. Y la cerámica como parte del proceso y sólo como trabajo de boceto.

Vida de campo

La profesional del arte vive en la precordillera de la costa (Pampa Bonita, camino hacia Manquemapu), donde realiza cosas que jamás había hecho, como construir una casa, desmontar un campo y criar animales. "Es otra forma de seguir viviendo, una experiencia maravillosa en todo caso", indicó.

-¿Por qué se vino al sur tan repentinamente?

-Tuve un problema pulmonar muy severo. No es que haya cortado mi carrera, pero la vida de un escultor transcurre 24/7 al interior de un taller donde constantemente está expuesto a gases, polvos, ácidos, etcétera. Y eso me generó un severo problema, una fibrosis pulmonar. En el peor momento de la enfermedad me logré recuperar un poco y decidí volver al sur. A mis raíces en Purranque. Fue una decisión muy triste, porque mi trabajo era muy querido en mi espacio laboral, en la universidad. Me formé allí, por lo tanto, la Finis Terrae representa mucho en lo personal. Es mi alma mater. Tras muchos años como autodidacta, me licencié en Arte con mención en Escultura. Y se dio la posibilidad de optar a una beca interna. Por eso digo, fue triste dejar la universidad, a mis amigos, colegas y sin duda a mis alumnos. Pero si me quedaba en Santiago, no iba a durar mucho.

-¿Por qué regresar a Purranque?

-Podría haber buscado otras alternativas sin dejar Santiago. Dedicarme a proyectos menos rigurosos que las exigencias del taller. Pero no. Me vine al sur. Todavía no logro hacer algunas de las cosas que me había propuesto, como sentarme a leer y pasar todo el invierno detrás de la estufa mirando por la ventana. Siempre tengo otras cosas que hacer y eso significa que ni he podido retomar la lectura, por ejemplo. Me absorbe y me fascina el campo. Y para variar también hice mi taller acá. He construido chancheras y ternereras que son otra forma del arte. Aun cuando la huerta es la que más demanda tiempo. Hago una huerta de temporada, porque no me hace bien estar al interior de un invernadero. Opté por las arvejas, porotos, repollos y las papas. Mis actividades comienzan en septiembre y todavía estoy cosechando. Soy lo más cercano a una hermitaña (sonríe).

-¿Ha sido compleja la vida en el campo, en su casa del sector Pampa Bonita?

-Mis necesidades no son altas, entonces no tengo que esforzarme demasiado por mantener una cierta economía. Participo en la Agrupación de Cultura y Turismo de Río de la Plata, aunque no es mucha la experiencia que tengo en el trabajo colaborativo con ellas, porque físicamente estamos a un par de kilómetros de distancia, pero con la persona que más relación tengo es con la señora Marcia Gallardo, que es precisamente mi vecina, a un kilómetro. Ella es nacida y criada en este lugar y ha sido mi maestra en muchas labores de campo, partiendo por cosas de la huerta. Ella y su esposo son mis asesores técnicos (sonríe) en el tema de la crianza, porque de terneros y chanchos poco y nada sabía. Y bueno, la pandemia igual nos ha dejado inmovilizados con mis otras vecinas porque hemos sido muy respetuosas de no juntarnos.

Amistad con Cazú Zegers

Antes de volver al sur, Jessica Torres dictaba asesorías técnicas a proyectos de diseño y producción de objetos para la Oficina de Cazú Zegers, una arquitecto muy reconocida en nuestro país. Un trabajo de colaboración de escaleras, por ejemplo, perchas, bancas, soluciones escultóricas para los ingresos y chifloneras de las casas. Tiradores de puertas para los hoteles, una serie de elementos de arte que estaban de la mano con la arquitectura y elaboradas en madera básicamente.

"Somos muy amigas con Cazú Zegers (en 2019 fue nombrada entre los 18 mejores arquitectos del mundo por Elle Decor Architecture). No es que sea mi jefa, pero constantemente intercambiamos ideas que, en lo personal, valoro mucho. Por ejemplo, me manda los planos de un proyecto que está en proceso, yo reviso el material y propongo a través de bocetos y maquetas. Y ella con su equipo de arquitectura, diseño e interiorismo, un grupo grande de profesionales, evalúan y proponen también. En general, las sugerencias son súper respetuosas y eso hace que sea un agrado trabajar con ellos. Igual ha sido una tremenda escuela, donde he conocido muchos profesionales de otras especialidades. Lo que me ha interesado de Cazú es la propuesta teórica que hay detrás de su arquitectura", indicó.

-¿Qué significado tiene Purranque para la artista de hoy?

-Nunca me lo habían preguntado así. Cuando era adolescente lo único que deseaba era salir de Purranque al mundo. Y cuando vi el mundo, lo único que quería era regresar a Purranque. Y cuando eché las bases de cómo sería ese retorno, siempre fueron estos lugares de Pampa Bonita, La Mocha y Hueyusca. Son los caminos que recorrí con mi padre, donde de joven vine de vacaciones. En 2009 hice una residencia artística por acá, un proyecto de escultura, donde me metí durante seis meses en la naturaleza y el resultado de eso luego se mostró en Santiago. Soy de aquí, de este lugar, donde quiero morir. Había tenido la oportunidad de quedarme en Alemania y lo pensé. Pero dije, este sector es mi lugar, donde quiero pasar mis últimos años y eso se está cumpliendo.

"Fue triste dejar la universidad, a mis amigos, colegas y sin duda a mis alumnos. Pero si me quedaba en Santiago, no iba a durar mucho".

54 años tiene la artista purranquina que cuenta con una amplia trayectoria profesional en la escultura.