Una entidad que ya existe
La Navidad ya pasó, pero ello no impide que distintos grupos sigan saturando listas personales de deseos en lo que creen decantará en una nueva Constitución. Entre muchas propuestas, vuelve a la discusión la implementación de una Defensoría del Pueblo. Ello carece de fundamentos y me gustaría relatar las razones.
Los derechos y garantías que dicha entidad promete defender actualmente ya se encuentran protegidos a través de la Acción de Protección y Acción de Amparo. Ambos mecanismos constitucionales, muy sencillos y rápidos, para evitar que cualquier acto del Estado u otra persona vulnere los derechos humanos de cualquier habitante del país. Demás está decir que se utilizan todos los días.
Para que todo lo anterior sea fiscalizado, existe además el Instituto Nacional de Derechos Humanos. Por lo tanto, ¿por qué elevar a rango Constitucional una entidad que en principio ya existe?
No son pocos los abogados que hoy han visto un buen nicho de negocios en esta materia, disfrazando de buena intención, lo que simplemente es la futura repartija laboral de los años venideros (por supuesto con sueldos de 6 ceros). Por favor, no pontifiquemos con dineros públicos, que para eso ya tenemos a nuestros Congresistas.
Agustín Soto
La gran pregunta
La gran pregunta que todos debemos hacernos de cara al proceso constitucional es, ¿queremos una Constitución que les permita a los políticos hacer lo que quieran con nuestras vidas o una Constitución que les permita a las personas ejercer con libertad sus proyectos de vida?.
Después de hacernos esa pregunta, asegurémonos que las personas que nos representen en la constituyente piensen igual.
Katerine Montealegre N.
Permisos de vacaciones
¿Seamos consecuentes?. Siete mil personas fueron devueltas a la capital por no contar con los permisos requeridos para hacer un viaje interregional, falsificaron documentos o simplemente hicieron uso indebido de certificado colectivo de trabajo.
El permiso de vacaciones permite limitar este uso indiscriminado, se entrega una vez por el periodo y da un respiro con todas las precauciones correspondientes.
Al parecer, mientras más restricciones se nos impongan, los chilenos somos más propensos a no cumplirlas. Porque si bien el documento existe, usted no está obligado a utilizarlo.
Tomás Orellana BardavidComunitarismo y pandemia
Se cumplen nueve meses desde que la pandemia del coronavirus se asentó en nuestro país. Este virus no sólo generó una crisis sanitaria de magnitudes, sino que también reveló el lado más vulnerable de un país acostumbrado a gastar en bienes materiales antes que en seguridad social. A esto, se suma que nuestra economía y el modelo ya habían sido azotados por el descontento social atribuible a una desigualdad que nos ubica dentro de los países con peores índices según la OCDE.
Chile tiene una sociedad fragmentada y con un débil tejido social, en el que el individualismo y el mercado trascienden a cualquier intervención que incluso atenta frente a la concepción de ser humano. Esta transgresión biológica mostró, en las primeras etapas de la emergencia sanitaria, un duro panorama sobre todo para las comunas más vulnerables.
Pero la pandemia nos hizo humanos nuevamente, haciendo posible la reconfiguración de nuestro ser social. La comunidad se volvió fuerte y organizada, como el soporte clave para hacer frente a la crisis sociosanitaria. Para la pérdida innumerable de empleos y de ingresos, un centenar de ollas comunes se organizaron en todas las comunas. Las personas mayores fueron ayudadas por las juntas de vecinos, al igual que las personas contagiadas, otorgándoles elementos de sanitización y víveres.
Nos cuidamos, entonces, entre todos, o no existirá un futuro donde nos veamos nuevamente.
A pesar de las desigualdades sociales y económicas existentes en el país, las administraciones venideras deberán considerar a la salud como un fenómeno multidimensional dinámico. Por esto no hay que dejar de innovar, ya que tal vez no sea la última amenaza hacia la vida y la mejor forma de hacer frente a cualquier crisis es desde el territorio, con las entidades públicas, privadas y académicas, lo cual también es un espacio participativo exitoso, considerando que el sistema económico es un medio en la sociedad y no un mecanismo impersonal carente de rumbo.
Gonzalo Pacheco Villagra, académico de gestión en Salud y Políticas Públicas, U. San Sebastián