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Cierre de ciclos

Mientras que Eggers disfrutaba de las alegrías que le regalaba el recinto, recibió una inesperada donación en 2002, que le dio un giro a su vida. Se trataba del mismo Volvo PV44 donde murieron sus padres y años antes había visto en Santiago.

"De repente se aparece y fue como un lindo reencuentro, una carga de recuerdos impresionante. Conservo lindos momentos con papá dentro de ese auto. Volvió al museo y me di cuenta que la razón de haber iniciado este proyecto no era al azar, probablemente las casualidades son menos 'casuales' de lo que uno cree", mencionó.

Este instante le ayudó a cerrar ciclos y viejas heridas que aún conservaba. De igual modo, sirvió como incentivo para continuar dándole forma a esta iniciativa hasta convertirla en un espacio que hoy alberga 157 automóviles, de los cuales más de la mitad son Studebaker y entre el resto figuran Chevrolet, Ford, Mercedez-Benz, Volvo, Mercury, entre otros.

Recientemente incorporó un Volkswagen escarabajo de 1972 y un Datsun del '70, los que recibió por parte de un matrimonio de Valdivia, a quienes no conocía anteriormente.

Aunque el festejo que tanto había planeado quedó frustrado a raíz de la pandemia, para Eggers esta etapa de su vida ha significado una celebración constante. Entre sus méritos destaca cuando el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) entregó un reconocimiento al Auto Museum, en 2005, por su difusión del patrimonio cultural, y ser parte de los clubes estadounidenses Studebaker Drivers Club y The Antique Studebaker Club.

No obstante, el mayor de ellos es haber sido el artífice de un espacio que sumerge al visitante en una experiencia de recuerdos, a través de sus cuatro salas: la Studebaker, de juguetes y dos de vehículos de otras marcas, además de la cafetería.

"Siempre repito la pregunta ¿quién es el dueño?, porque yo soy quien está cuidando esto, nada más, con mi familia nos propusimos resguardar un patrimonio que a mucha gente lo lleva en un viaje al pasado", consideró el agricultor.

Bernardo Eggers Reccius ahora enseña, sin temor, la pasión que mantuvo escondida tanto tiempo. Es el Auto Museum donde tantas familias se reencuentran, comparten y disfrutan con la misma ilusión de ese niño que manejaba aquella Studebaker del '49 en el regazo de papá.

"Jamás pensé llegar al sitial que estamos. Si me preguntan hoy, necesito una sala de fotografía, música y una para automóviles en proceso. Serían tres espacios no muy pequeños pero, obviamente, las finanzas del museo, con todos los problemas actuales, no nos permiten esos sueños. Ya veremos... si logramos esto, ¿por qué no un poco más'", comentó el fundador del Auto Museum.