Las catástrofes son oportunidades de repensar nuestras ciudades o al menos impulsar con energía las ideas de cambio que normalmente se fraguan con lentitud. Afirmación del conocido arquitecto Sebastián Gray ante la actual situación.

Recuerda el caso de Chillán que tras el terremoto de 1939 surgió como una ciudad completamente distinta "de una modernidad deslumbrante, incluido espacios públicos inéditos en una ciudad de antigua trama republicana".

Podemos sumar a ese ejemplo, el caso de Valparaíso, reconstruido tras al terremoto de agosto de 1906. Se cambió la configuración urbana con nuevas calles y expropiaciones.

Tras años de turbulencia política a mediados del siglo XIX se reconvirtió París con un nuevo trazado urbano que le dio la fisonomía que luce hoy compartiendo armónicamente la edificación con hermosos espacios públicos y cuidando además las condiciones sanitarias.

Hoy lo que tenemos es una catástrofe de alcance global, la pandemia, y un desarrollo urbano anormal, expresado en nuestra gran capital donde se concentra la mayor cantidad de casos.

Precisamente este crecimiento anormal hace muy complejo el necesario aislamiento, pues las divisiones comunales son sólo administrativas y no representan efectivas separaciones territoriales. Así, las cuarentenas tienen un efecto limitado. Distinto sería si esa gran concentración poblacional tuviese una distribución racional a través del territorio, expresada en comunas con vida y actividades propias.

La pandemia nos muestra ahora en forma dramática la fragilidad de la gran ciudad que pese a inversiones públicas y privadas se ahoga en su propia masividad, arrastrando con ello a todo el país.

En esta crisis se advierte la imposibilidad de un aislamiento real. La pregunta es si superado el problema se asumirá con voluntad política la decisión de repensar la ciudad, lo que en gran medida supone repensar el país y avanzar hacia una efectiva descentralización.

El covid-19, como los terremotos, presenta la oportunidad de repensar la ciudad y de actuar.

El cambio climático es el mayor desafío que enfrenta la humanidad. Sus efectos ya son evidentes, con sequías, lluvias extremas, olas de frío y avance de la desertificación, y nuestra huella sobre los procesos de la Tierra abarcará decenas de miles de años. Este desafío es tan abrumador que aún estamos en el punto de partida, apenas dando los primeros pasos, porque avanzar en ellos requiere cambios que quizás no estamos tan dispuestos a adoptar. Hasta que nos vimos enfrentados a la pandemia de covid-19. Ella nos obliga a transformar el modo en que hacemos las cosas más cotidianas, y puede darnos pistas sobre cómo será nuestra vida en las próximas décadas.

La ciudadanía ecológica es un enfoque ético que plantea que nuestro desafío planetario es tan grande que no lo resolveremos con acciones individuales. Implica que dejemos de distinguir entre lo público y lo privado. En su lugar, debemos afrontar que aquello que consideramos privado, como nuestras libertades individuales o la vida privada, es al mismo tiempo un asunto público. Nuestras responsabilidades se vuelven más amplias, y sus límites son más difusos. En el contexto de la pandemia, las libertades de movernos donde queramos, aun sin cuarentenas, han sido redefinidas desde ese sentido de responsabilidad. Así, lo que elegimos hacer no se acaba en nuestra decisión, sino que debemos ser conscientes del impacto que provoca en otros, aun cuando no los conozcamos ni sepamos de antemano qué daño les podemos provocar.

Es posible que esta pandemia sea controlada en los próximos años, pero los aprendizajes sobre nuestro rol como individuos con nuevas responsabilidades deben servirnos para tomar mejores decisiones respecto al cambio climático. Siendo optimistas, dejaremos de centrarnos en decisiones individuales (qué consumimos, cómo reciclamos) y asumiremos responsabilidades como sociedad.

En otras palabras, necesitamos comprender que los próximos desafíos solo podrán ser enfrentados si lo hacemos desde el convencimiento personal de que tenemos que adoptar una perspectiva pública. Esto no se logrará con nuevas leyes ni medidas coercitivas, sino mediante nuestro compromiso con una ciudadanía empeñada en su desafío común.

Álvaro Román, Centro de Estudios del Desarrollo Regional y Políticas Públicas (Ceder)

30 años | 14 de mayo de 1990

Instalarán agua potable para sector Puaucho

La Municipalidad de San Juan de la Costa está impulsando un proyecto de instalación de un servicio de agua potable, para superar el problema de abastecimiento a través de la participación directa de la Dirección de Obras Sanitarias. Consiste en la construcción de una captación de ribera a unos 30 metros del puente que cruza el río Contaco.

20 años | 14 de mayo de 2000

Alertan por alta presencia de contaminación del aire

A medidas que nos acercamos al invierno, se hace más patente la contaminación atmosférica que cubre a la ciudad. Esto va de la mano que la explosión de las enfermedades respiratorias. Ante ello, el subsecretario de Salud, Ernesto Behnke, dijo que se hace imperiosa la necesidad de levantar una red de monitoreo de calidad del aire.

10 años | 14 de mayo de 2010

Ayer se registró el día más helado de Osorno: -3,8

La escarcha, neblina y el frío fueron parte del paisaje de ayer en Osorno. Y es que fue la jornada en que se registró la temperatura más baja en lo que va del año, debido a los -3,8 grados. Según datos de meteorología, cuatro heladas promedio se han presentado durante el mes de mayo en los últimos 33 años.