¿Quién se imaginaría en enero de este año que la aparición del covid-19 en la ciudad de Wuhan (China), a más de 19.000 kilómetros de distancia, hoy esté afectando a territorios tan lejanos como la Región de Los Lagos y en particular la ciudad de Osorno?, ambas con altos índices de contagio a nivel nacional.

¿Qué reflexiones se puede extraer de esta pandemia que afecta a todo el mundo y a distintos territorios? Primero, es una evidencia más de la alta y vertiginosa movilidad de la población mundial, que permite por ejemplo, a una persona contagiada estar sólo en 24 horas al otro lado del globo terráqueo, siendo un propagador invisible del covid-19; "una importación poco tradicional". Por otro lado, si bien las pandemias nos acompañan desde la existencia de la humanidad, la gran diferencia es que antes un virus se propagaba durante meses o años; hoy esa propagación ocurre en sólo días o semanas, no encontrando muchas veces respuestas inmediatas desde la institucionalidad pública.

Segundo, la dimensión territorial que tiene el coronavirus es innegable. Si bien, esta pandemia afecta a todo el mundo sin hacer grandes distinciones; su impacto no es el mismo en todos los territorios. En el caso chileno, por ejemplo, el virus se originó y propagó desde las comunas con mayor poder adquisitivo, como Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Providencia, entre otras (casos importados por viajes al extranjero); y además, por no cumplir con las restricciones impuestas por la autoridad sanitaria.

En el caso de Osorno, fue por la importación del virus desde otra región del país; y también, porque la población no respetó protocolos que prohibían concentraciones de personas. En otras palabras, la propagación del covid-19, también depende del comportamiento que tenga la ciudadanía y la forma cómo enfrentan esta crisis sanitaria. Lo anterior, nos obliga a tener respuestas nacionales, pero también desde los territorios, donde la conciencia de las comunidades locales puede facilitar una mejor gestión de la pandemia.

Dr. Guillermo Díaz, investigador Ceder de la ULagos

El impresentable gazapo cometido esta semana por la clase política con su proyecto de ley para postergar el pago de los permisos de circulación durante los angustiantes días que vive el país -tanto económica, como sanitaria y anímicamente- con la pandemia del covid-19, parece dejarnos en claro que estamos en las peores manos posibles ante la que quizás sea la mayor amenaza que ha vivido, vive y vivirá una generación completa.

Dicha ley obligó al Presidente Piñera a anunciar un veto sustitutivo al proyecto aprobado en el Congreso y que prorrogue efectivamente hasta el 30 de junio el pago de las patentes, permitiendo su cancelación en dos cuotas (fines de junio y fines de agosto), la no aplicación de multas e intereses y el funcionamiento correcto de los seguros obligatorios por daños a terceros.

¿En qué terminó este espectáculo de los alcaldes versus el Congreso? En que la gente colapsó los puntos de pago municipales en varias ciudades de nuestra Región, en los cuales por supuesto se atiende lento y mal, y donde nadie termina respetando el necesario distanciamiento social para evitar nuevos contagios ad portas del próximo peak anunciado por las autoridades para fines de este mes y que ya ha dejado un muerto en la zona.

Esta vez, sin embargo, se debe agradecer la sinceridad de los jefes comunales, encabezados por la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, quien alertó de la vergonzosa ley aprobada en el Congreso ("salió harto mala", dijo), pero se extrañó a sus pares, a quienes claramente se les pasó una de las principales preocupaciones, sino la única que debiesen tener por estos días, como es la seguridad de la ciudadanía.

Los permisos de circulación, una de las principales fuentes de ingreso de los municipios, también deben actualizarse a los tiempos que corren. Muchos de los municipios tienen mil y un trabas para el pago por internet e incluso ayer el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, reconocía ante un usuario de redes sociales que lo encaraba, que la página web de la Subdere también dejaba mucho que desear.

A veces queremos compararnos con Singapur, Corea del Sur y los países escandinavos, pero terminamos a merced de representantes de la ciudadanía -no todos- que no cumplen los mínimos requisitos para decidir por nosotros.

Al menos nos queda un consuelo: el coronavirus, como todo en la vida, debiese tener un final. Tras ello vendrán las elecciones, muchas y para todos los gustos: no olvidemos quiénes estuvieron a la altura y quiénes no cuando los necesitamos.