El explosivo arribo de extranjeros -fenómeno que se extiende por al menos un par de décadas pero en los últimos años se ha intensificado-, tomó por sorpresa a todo un país ya que no se lo esperaba ni el ciudadano común y corriente ni tampoco el Estado, que no fue capaz de prever este enorme flujo desde países hermanos primero, pero últimamente provenientes del Caribe.

En el último tiempo avanzamos como país en regular ingreso y permanencia. Sin embargo, no hay que investigar demasiado para establecer cierto prejuicio social con esta nueva oleada migratoria que ha llegado a Chile y se ha expandido por gran parte de su territorio.

La desconfianza y malestar de una sociedad de acogida como la nuestra; los sesgos de algunos sectores sociales o la estigmatización por el color, la raza y la idiosincrasia, hacen que este tema sea recurrente y por lo mismo quede en evidencia el (escaso) grado de tolerancia e integración de nuestra sociedad.

En definitiva, los flujos de personas que cruzan de un país a otro han crecido de manera exponencial. Lo relevante es que depende de nosotros reducir este fenómeno únicamente a un análisis cuantitativo. La determinación de abandonar su propio país buscando nuevos horizontes, con los costos en salud, educación o vivienda que esto signifique para nuestro país va muchísimo más lejos.

La migración está cargada de símbolos, características y especificidades. Porque las personas no se mueven únicamente por razones de tipo económico-financiero. También hay muchos y muchas que se mueven libremente según su conveniencia o interés, según su deseo de vivir nuevas tradiciones, nuevos hábitos, nuevos climas o nuevas formas de socialización.

En 2018 el Presidente Sebastián Piñera firmó el proyecto de la Ley de Migración. En ese momento, el Mandatario afirmó que "Chile ha sido, es y seguirá siendo un país abierto y acogedor con la migración".

Estado de Derecho según la ONU es "un principio de gobernanza en el que todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a leyes que se promulgan públicamente, se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos…".

Creemos que en Chile no estamos cumpliendo con este principio a la luz del funcionamiento de algunas instituciones.

Luego de los acontecimientos ocurridos desde el 18 de Octubre, el Estado de Derecho, está en crisis. Se refleja observando que instituciones llamadas a cuidarlo están siendo sobrepasadas por lo social. Policías haciendo su mejor labor son sobrepasadas por grupos que se atomizan en diversos frentes de las ciudades. Ejemplo fue la "gran marcha de Chile" a fines del año pasado que en el centro de Santiago, logró reunir a millones de personas, y las Policías, eran un grupo que no sobrepasaban algunos cientos. Resultado, Plaza Italia se convirtió en un campo de guerra, no queda pasto, destruido y la estatua del General Baquedano pintada. Construcciones incendiadas por manifestantes, sin que la policía pueda hacer nada.

El Ministerio Público, pese a sus esfuerzos, tampoco logró cuidar el Estado de Derecho, también sobrepasado, fiscales persiguiendo saqueos, daños, desórdenes, ¿pero y los grandes delitos ocurridos? Incendios de supermercados, estaciones de metro, edificios, esquinas completas, locales comerciales. Detenidos son muy pocos por esto, entonces el inocente, tiene miedo, desconfianza, ya que ve que sus derechos no son resguardados por quién corresponde.

¿Hay algún condenado por los incendios desde el 18 de octubre? Por último los jueces, ellos creemos que han cumplido, su labor ha sido limpia, declarando ilegalidades, decretado medidas cautelares proporcionales, etc…Pero no basta aún.

Juan Pablo Moreno, vicepresidente Colegio de Abogados Osorno-Río Negro