El acuerdo por la nueva constitución, que propone la opción de un cambio refundacional de nuestra carta fundamental, es quizá uno de los hechos políticos más relevantes del siglo 21 en Chile.
Si durante octubre y noviembre fueron millones los que salieron a las calles a señalar su malestar frente al sistema, en diciembre ha sido la consulta organizada por los municipios el espacio propicio para que también millones se expresaran. Allí se entregó un respaldo incuestionable a la propuesta.
Sin embargo, y a pesar de los auspiciosos resultados, no parece prudente ceder a la tentación de sacar cuentas alegres frente a los resultados ya por todos conocidos. Es cierto, se movilizaron millones de personas y la gran mayoría afirmó ser partidaria de cambiar la constitución, pero también millones de ciudadanos decidieron no concurrir a votar. Es muy probable que quienes se resisten al proceso constitucional -ya sea por convicción o por desconfianza- mayoritariamente no hayan participado de la consulta del 15 de diciembre.
El interés de mantener la constitución vigente consignado por una parte de la derecha -que prefiere cautelar el status quo garantizado por la carta del 80- sumado a la desconfianza evidenciada por sectores de la izquierda y la centro izquierda respecto de la legitimidad del acuerdo por una nueva constitución, impone un escenario complejo en el que la derrota de la opción de cambio en abril es, tristemente, posible.
Si bien es comprensible que una parte de nuestra sociedad sea recelosa del proceso que ha comenzado a abrirse camino, resulta imprescindible aquilatar los hechos, dimensionar la magnitud de la oportunidad que tenemos como sociedad y reflexionar también sobre el riesgo que implica desechar la propuesta solo porque se trataría de "un acuerdo entre políticos", como si la labor de la política no fuera, precisamente, la de ponerse de acuerdo.
Una nueva carta fundamental para Chile sólo será posible si ganamos el plebiscito de abril y si logramos una convención constituyente amplia, diversa y representativa.
Los pasos siguientes son los de avanzar en las reformas estructurales -a pesar del poco entusiasmo que ha demostrado el gobierno- y definir la estrategia para que la opción de escribir una nueva carta magna gane el plebiscito.
Es -en definitiva- la construcción de una nueva forma de convivencia. Desde ahí sí es posible soñar con nuevo país.
Rabindranath Quinteros, senador Región de Los Lagos