La otra violencia
Desde hace más de un mes nuestro país ha vivido hechos de una violencia inusitada, que comenzaron con actos de connotación terrorista, seguidos de saqueos, incendios y agresiones a personas y a la fuerza pública. Pero hay también un tipo de violencia que ha pasado más desapercibida.
Obstaculizar el tránsito y coaccionar a choferes a que bajen de sus vehículos a bailar, es una forma de violencia que atenta en contra de la dignidad humana, que vulnera gravemente el derecho a la honra, la libertad de circulación y la integridad síquica, y amenaza la integridad física y el derecho de propiedad. Esta práctica inventada por los nazis es violencia.
Por otra parte, se ha ido haciendo habitual la ocupación de espacios públicos para realizar manifestaciones, al punto que pareciera haberse asumido que, en la medida que sean pacíficas, son lícitas. Sin embargo, en todo país civilizado la libertad de reunión supone el respeto del derecho que todos tienen de usar dichos espacios y de desarrollar las actividades para las que están destinados.
Por eso se exigen permisos especiales para realizar eventos masivos en esos lugares, los que se conceden ponderando diversos factores, como el grado de afectación de los derechos de los demás y la mantención del orden público.
Realizarlos sin autorización no sólo supone un acto ilegítimo, sino que además es una vulneración de la libertad de circulación y del derecho a usar aquellos espacios por parte de quienes no participan de tales eventos. Se trata de otra forma de violencia, con una apariencia inocente y hasta cool, pero tras la cual se esconde un desdén por los derechos y libertades de los demás, y, en último término, un desprecio por las reglas que regulan la sana convivencia.
José Ignacio Martínez Estay Profesor de Derecho Constitucional Universidad de los Andes
Costo de los fármacos
Se ha debatido ampliamente sobre los diferentes factores que influirían en el costo de los medicamentos, buscando explicaciones a una realidad ineludible. El impacto directo del costo de los medicamentos en el bolsillo de los chilenos es especialmente dramático en los medicamentos innovadores o nuevos.
Según estudio realizado por La Cámara de la Innovación Farmacéutica (CIF) Chile ocupa el último lugar de la OCDE con sólo un 6% de cobertura en moléculas nuevas o innovadoras a diferencia de Corea e Irlanda, que reembolsan 70% y 95% respectivamente, teniendo un presupuesto en salud comparable con Chile.
En el sistema sanitario chileno los medicamentos son entregados a las leyes de la oferta y la demanda, en nombre de mejorar una eficiencia que nunca llegó y un resguardo de libertades que son ejercidas por la población con más recursos.
Para la población más vulnerable y excluida, oprimido por la transacción del bienestar en el mercado, la alternativa es ser depositario de beneficios modestos asociados a estigmas de pobreza y marginalidad. Y es entonces donde la clase media, la inmensa mayoría, queda aprisionada entre estas dos realidades, siendo obligado a la compra de fármacos innovadores y a servicios de salud privados, a costa del endeudamiento.
Insistir en una fórmula que ha mostrado su ineficiencia me recuerda la obra de Moliere "El Enfermo Imaginario el Médico a Palos" que satirizaba a los médicos de su época que se limitaban a purgar y sangrar como única medida para enfrentar la enfermedad. Un ejemplo: el incremento del 1% en la tasa de desempleo incrementa la mortalidad por suicidio en personas menores de 65 años. Por contra, este efecto se reduce e incluso desaparece cuando existen políticas activas para el empleo (formación, estímulo financiero a la contratación de desempleados jóvenes o mayores, etc.).
Ahora debemos decidir en qué lugar de la historia queremos estar.
Pedro Chana subdirector del postgrado y pos título de Usach
Barricadas
El diputado Gabriel Boric recientemente manifestó que las barricadas vendrían siendo una especie de expresión legítima de resistencia, validando así, una vez más, la violencia como forma de acción política.
Olvida el congresista que el término legitimidad implica necesariamente una cualidad acorde a un mandato legal, o como dicta la RAE, que algo esté conforme a las leyes.
Darle ese calificativo a fenómenos que afectan la libertad personal y seguridad de las personas, garantizadas en cualquier ordenamiento jurídico serio, en definitiva, implicaría otorgarles una dignidad que claramente no tienen.
A todas luces, parece ser que el Honorable ha perdido cualquier noción alguna de los derechos fundamentales que, en teoría, juró defender.
Nicolás Martins