Por supuesto que es difícil estar ajeno a estos históricos momentos que estamos viviendo como sociedad. A pesar de que seguimos trabajando (a media máquina), la verdad también es difícil hablar de emprendimiento, innovación, transferencia tecnológica e I+D. Por ahora, creo que no es el momento. Sin creerme dueño de la verdad y abusar de este espacio, dos son las preguntas que quiero abordar: ¿cómo y por qué hemos llegado hasta acá?, y una más difícil: ¿cómo podríamos salir?
La primera. La historia sociocultural podría atribuir este fenómeno a la construcción de una memoria colectiva. Nos hemos realizado miles de preguntas, que nacen desde nuestros sentimientos más profundos. Múltiples vivencias y reflexiones que, de manera individual o colectiva, a diario surgían en la casa, en el trabajo, en la calle, en salas de clases. Más tarde en las redes sociales, pero también en el auto, en la micro, en la feria, en fin. No encontrábamos una respuesta lógica y concreta desde las instituciones llamadas a canalizar respuestas.
Parece también que hemos construido una sociedad indolente ante el sufrimiento, el propio y, sobre todo, el mal llamado ajeno. También lo hemos guardado, silenciado, hasta que, de forma esperable, nos ha explotado. Intentábamos encontrar respuestas en el consumo y el acceso a bienes material. Parece que tampoco estaban ahí. Sobre la más difícil, claramente hay una dimensión institucional de nuestra democracia que hay que repensar y reconstruir. Sin duda, tendremos que hacernos cargo de aquellos aspectos que derivaron en sentimiento de injusticia e inequidad: remuneraciones, pensiones, etc. Obviamente serán parte de estos ámbitos los daños materiales en edificios e infraestructura.
Pero lo más importante es esforzarnos en reaprender de seguramente las razones que probablemente están en el fondo de esto: la indolencia, intolerancia, la poca solidaridad, nuestra escucha, nuestra atención, la codicia, la ambición, la avaricia, el escaso compartir, en fin, aquellos elementos que (creo) nos fueron enfermando sociológicamente.
Por último, para nuestra nueva reconstrucción humana, social y material, y con todas nuestras capacidades y carencias emocionales, materiales y sociales, necesitaremos de todos: campesinos, emprendedores, innovadores, investigadores, empresas, pescadores, niños, constructores, electricistas, médicos, profesionales, trabajadores, intelectuales, y todas las instituciones del Estado, para que de una vez podamos vivir en una sociedad sana. Fácil no será.
Marco Rosas Leutteneger, sociólogo