Ricardo Cifuentes
El tradicional delantal o cotona de almacenero, distingue a uno de los más antiguos comerciantes de esta ciudad, que mantiene su negocio con esfuerzo y dedicación y que como empresa es capaz de agradecer a su trabajador más antiguo con una camioneta cero kilómetros.
Héctor Acevedo Schwaner, de 85 años, comenzó hace 68 en el negocio de sus padres, Lisandro y Elizabeth, ambos ya fallecidos, que trabajaron hasta lograr que el sitio heredado en la esquina de San Martín con Manuel Rodríguez frente a la plaza 21 de Mayo, se transformara en la tienda El Águila, tras edificar lo que sería además su casa habitación.
Héctor Acevedo recuerda que llegó a los 17 años a una ocupación que no le gustaba, se iniciaba en la frutería y anexos, en el terreno heredado por su madre y había que ayudar, en tanto sus hermanos menores seguirían estudiando.
Recuerda lo que ha sido su carrera en estos casi 70 años de trabajo en la tienda, donde compartió labores con sus padres y al fallecer ellos, por decisión familiar, continuó al frente, porque había que mantener la tradición, y en este mes habrá otro cambio: el traspaso legal del establecimiento a su hijo mayor, Héctor que tendrá un 98% de la propiedad, y él se quedará como administrador con la diferencia de porcentaje. "Antes tenía el 98%, pero es tiempo de delegar", explica.
Menciona que el comercio ha cambiado e influyen los nuevos sistemas de pago con tarjetas, que afectan a muchos comerciantes, porque la gente prefiere usar una forma distinta de compra.
"Puedo contarle que fuimos de los primeros que tuvimos el sistema de pagos con tarjetas electrónicas, pero cuando nos cambiaron las reglas del juego, aumentando los porcentajes, sencillamente les dije que se acababa la relación y que retiraran sus maquinitas", explica.
Reconoce que al dejar de recibir tarjetas, bajaron un poco las ventas, pero se ganó en tranquilidad y los clientes entendieron las razones para sacarlas de su local, "y economicé en el pago de una persona que debía estar a cargo y hoy no tengo ningún problema. No tenemos cajera, los tres que trabajamos aquí somos cajeros y el control es la boleta que se entrega a cada cliente por su compra", sostiene.
Competencia
Sobre la competencia con supermercados y multitiendas, añade que tienen muchos productos, pero pocos servicios; en el caso de su tienda, cuando la compra llega a cierto monto, se envía hasta el domicilio, incluso al sector rural.
"Antes trabajábamos cinco y ahora somos tres. Hoy no se requiere más personal. Tenemos cocinas, lavaplatos, linóleo, se vende menos pero el valor es mayor, una cocina cuesta más de 200 mil pesos, 10 metros de linóleo igualan una lista de abarrotes mediana", especificó.
Asegura que si pagara arriendo, bajarían sus márgenes de utilidad pero igual se mantendría con la venta de abarrotes, casimires y géneros de uso habitual para la familia, ollas de fierro y aluminio, cocinas y estufas de combustión lenta, junto al vinilo y planchas de zinc, manteniendo el compromiso de atender a familias que en algunos casos por cuarta generación llegan a comprar a la tienda frente a la plaza 21 de Mayo.
"El secreto para vender es saber comprar, tenemos un prestigio ganado en más de 80 años, he tenido una sola cuenta corriente, siempre en el Banco Estado, y no olvide que cuando uno tiene más de 60 años, el Banco no te pasa ni la mano. Hoy tenemos un respaldo que nos permite trabajar con tranquilidad", explicó y añadió que "hoy las ventas se mantienen, digamos que están a la par o mejor que antes, ha bajado la venta de géneros, porque la ropa viene hecha y un metro de casimir cuesta $7.500 pero tenemos otros productos", indica.
Camioneta
Menciona a sus colaboradores con mucho afecto y destaca a José Miguel Miranda, uno de sus trabajadores más antiguos, que cumplió 38 años en la tienda.
"La empresa decidió por este motivo y en atención a la lealtad que mantiene con nosotros en estos casi 40 años, obsequiarle una camioneta cero kilómetro en reconocimiento a su desempeño. No lo podía creer, pero merece la inversión que se hizo".
"Cuando le entregamos la camioneta, el hombre se emocionó hasta las lágrimas, hicimos un pequeño cóctel y después él invitó a un asado que compartimos con la familia", comenta.
"Fueron muchos los que me dijeron que eso no se hacía, que como era posible que hiciera ese tipo de regalos, pero en mi caso lo conversamos en familia y se concretó, para el más antiguo del personal, por la lealtad y el esfuerzo para apoyar a la empresa a lo largo de todos estos años.
Ya en la despedida Héctor Acevedo señala que la tienda emporio sigue, que cuenta con una clientela fiel, aunque él ahora sólo será el administrador, porque llega el tiempo de entregar la posta a su hijo mayor, del mismo nombre.