"Los colonos también son inmigrantes", así dicen, como si fuera lo mismo… Colonizar// Establecerse en un territorio alejado de su pueblo, país de origen, con la intención de poblarlo y explotar sus riquezas…

Inmigrar// Establecerse temporal o definitivamente en un país o región diferente del lugar de origen.

¿Es lo mismo?... ¿Los colonos son inmigrantes? Según las definiciones, sí. ¿Y los inmigrantes son colonos? No necesariamente…

Todos los países, en su origen, han sido primero invadidos y luego colonizados. Chile no es la excepción. Fuimos invadidos por españoles y colonizados, además por otros pueblos que con sangre, sudor y lágrimas, cuando todo estaba "en veremos" (los límites apenas trazados, los héroes recién muertos, la luz eléctrica no existía y las tarjetas de plástico ni siquiera se podían imaginar) venían con familia y herramientas a luchar por sus sueños. Algunos invitados por nuestro joven país, otros de puro aventureros; pero todos venían a trabajar. Y abrieron montañas, descubrieron valles, endilgaron caminos. A pulso! Ni máquinas milagrosas, herramientas automáticas ni botones que apretar y mucho menos celulares….

En fin, hoy ¿qué tenemos: colonos o inmigrantes?...

Listo, aquí se avinagra el artículo. Aún cuando hay mucho por colonizar, nadie quiere hacerlo. Nadie parece querer convertir el desierto de Atacama en vergel (como lo hacen en Israel), ocupar tierras en el extremo sur (y de paso hacer patria) o cultivar cada rincón de nuestro hermoso país que tanto necesita espíritus pioneros y resulta que estamos siendo invadidos (del latín "invasio", invasión; acción y efecto de interrumpir, entrar por la fuerza a ocupar irregularmente un lugar propagándose en un medio o ingresar injustificadamente en funciones ajenas) por pueblos hermanos que por distintas necesidades y circunstancias buscan refugio en nuestra tierra.

Como patria y pueblo deseamos recibirlos con los brazos abiertos ("o el asilo contra la opresión"), pero como país y Estado ¿Estamos preparados? ¿Qué pretendemos? ¿Acoger? ¿Mano de obra? ¿Ser solidarios?... ¿Usted qué opina?.

Vivian Arend

Desde 2010 existe la ley que hizo posible instaurar el concepto de donante universal, por el cual todos los ciudadanos son dadores, a menos que expresen su voluntad en sentido contrario.

El año pasado la Coordinadora Nacional de Trasplantes del Ministerio de Salud registró un total de 457 trasplantes, gracias a 173 donantes. Se trata de la cifra más alta de los últimos 20 años, sin embargo esta cantidad continúa siendo insuficiente.

En la actualidad hay 1.900 personas que esperan un trasplante en el país. Según datos de la Corporación de Trasplante, si la mitad de las personas que sufre muerte cerebral en Chile fuera donante no existirían las listas de espera.

Las donaciones son un tema complejo al interior de los hogares, pues si bien el dador en la mayoría de los casos manifiesta su decisión en vida, las familias son las que finalmente deciden si se concreta o no esa voluntad. Es un problema que tiene múltiples aristas y que está asociado en un alto porcentaje al desconocimiento y desconfianza.

De por sí este proceso significa un dolor, tanto para las familias de los donantes como de quienes esperan los órganos en momentos de suma complejidad. Pero este procedimiento es la única posibilidad de vida para personas que, además, deben esperar un órgano compatible. Se suma que los procuramientos requieren de toda una red de apoyo y enorme logística, para transformar este sueño en realidad.

Necesitamos iniciar la conversación en la familia para efecto de que ésta pueda respetar la voluntad de una persona que ha decidido ser donante. Hay un protocolo claramente establecido respecto a los pasos para generar los procuramientos.

Existe un consenso generalizado entre las personas que han recibido un órgano, en torno al cambio radical de vida que les genera este tipo de acciones solidarias.

Estas son decisiones basadas en el amor, cuya única recompensa es entregar vida.