La mujer que cantaba bajo el seudónimo de Violeta Mayo
El cantante Patricio Manns repasa anécdotas de su libro sobre Parra. Mónica Echeverría conoció a Violeta Parra una semana antes de que se suicidara y escribió su historia en primera persona.
Patricio Manns, cantante, escritor y amigo de Violeta Perra, escribió una suerte de semblanza que quiso ser biografía, que se topó con la indiferencia familiar y se transformó en "Violeta Parra, la guitarra indócil"(Lumen).
En él, Manns cuenta, por ejemplo, que previo al terremoto que partió al sur de Chile en 1960, Violeta Parra entró a la Oficina de Correos y Telégrafos de Puerto Montt, donde efectrivamente se encontraba para una presentación junto a su grupo Cuncumén, y se dirigió a Dios para pedirle un terremoto, el que fue entregado un par de horas más tarde. También habla de un viaje que compartieron en 1966, en un avión que no podía aterrizar. Entre los sollozos de los demás ella le explica su falta de miedo que "la muerte no es tan importante como la vida. La gente solo se asusta si no ha sembrado nada". Este traslado es uno de tantos en el libro, que se explican por la voluntad de estar sobre los escenarios, cerca de la gente, recorriendo Chile.
Tan interesante como el anecdotario dispuesto son las ideas que Manns deja correr en estas páginas. "Violeta Parra, la guitarra indócil" es uno de los libros más sólidos reeditados por el centenario de la autora, escrito en el exilio en el año 1976 y publicado antes en pequeños tirajes en Francia y Chile.
Manns vincula el efecto que tuvo Parra en el resto de sus contemporáneos. Como generación siguiente de músicos chilenos, se relacionó con ella en La Peña de los Parra. No solamente los acompañó. "Ella guía muchas de nuestras composiciones de la época, hace severas objeciones críticas -pero también cálidos elogios-, discute separadamente con cada uno de nosotros determinadas particularidades de nuestras creaciones, aconseja, impugna, estimula. Quiero recordar aquí que ella detentaba un carácter en el cual se sintetizaban una de las más profundas ternuras femeninas que haya conocido nunca, y un terremoto voluntarioso y agresivo, dominante y avasallador. Cuando Violeta tenía razón, era preferible callar. A veces, también, cuando la tenía a medias. O cuando no la tenía", cuenta Patricio Manns.
-¿Cómo era el trabajo de "corrección" musical de Violeta con músicos más jóvenes, como usted?
-Nunca vi a Violeta corregir a nadie. Cuando yo la conocí, trabajaba en la Peña junto con sus hijos, Ángel e Isabel, más Víctor Jara y Rolando Alarcón. Todos ya éramos músicos hechos y derechos.
-¿Cuál cree que es la proyección en el tiempo de su figura?
-Violeta ya pasó a la inmortalidad. Nadie la puede sacar de su sitial.
-¿Por qué es una artista tardía?
-Ella comenzó cantando muy joven, pero no cantaba cosas propias, se dedicó durante mucho tiempo a cantar en público junto con su hermana Hilda canciones españolas, bajo el seudónimo de Violeta Mayo.
Violeta Parra vuelve en carne y verso para contarnos su propia historia en "Yo, Violeta" (2010, Plaza & Janés), de Mónica Echeverría. A través de un relato en primera persona, es como si la misma Violeta nos narrara su vida desde lo más profundo, develando vivencias poco desconocidas, como cuando "Yuquita", como se conocía a Elba (o Yuca), una hermana menor de Violeta, cayó de los brazos de su madre, Clarisa, y se pegó en la cabeza contra un brasero. Nicanor, el padre, provocó el accidente al golpear a su esposa, y "Yuquita" quedó con secuelas mentales evidentes.
El libro es el resultado de una investigación de dos años que realizó Mónica, quien además conoció a Parra en la última semana de su vida. "La sentí sola e incomprendida. Sentí que pedía auxilio. Estaba muy mal y yo presentí que podía pasar algo. Ahora saldé una deuda que tenía con ella", cuenta la escritora, quien se interesó en ella por "su lucha permanente, sin tener nada que la pudiera ayudar".
A diferencia de otras biografías que se han realizado de Violeta Parra, esta novela retrata a una mujer de campo con su humor huraño y su hablar desprolijo, que no podía vivir sin música ni hombres, que era enamoradiza y apasionada, una persona, fuerte, determinada y "no santa. Para ella, dormir en la noche era con un hombre. El sexo era esencial para sentir felicidad", dice Echeverría. "Yo, Violeta" retrata a una artista que desde chica alentó a sus hermanos para que trabajaran tocando guitarra en pueblos, circos y prostíbulos y llevaran dinero a la casa.
Cristóbal Gaete
Por Magdalena García