Diecinueve camiones quemados en la Araucanía. La noticia duró menos que suspiro en un canasto, apenas unos minutos en televisión y algunas páginas en los diarios.
¿Extradición de Rafael Garay? Le faltan horas al día; desde su salida en Rumania hasta su llegada a Chile, incluido el juicio completo. Por supuesto, ningún periodista pregunta qué pasa con esta danza de millones de pesos que algunos chilenos le entregaron. Ni una información si pagaban los impuestos correspondientes, si es legal, etc. Ni una miserable pregunta a Contraloría.
Aquí entre nos, ¿qué diablos es hoy una noticia? Hasta hace un tiempo era un suceso, un hecho excepcional digno de ser comunicado. Pero aquí estamos, cabreados con este bombardeado de crónicas policiales cual película repetida; los mismos delincuentes haciendo más de lo mismo, salpicado por supuesto con chismes de rubias patéticas y animadores neuróticos.
En fin, diariamente tres noticieros por cinco canales; 15 noticieros y cada uno de 60 minutos son 900 minutos, además del CNN y 24 Horas.
Preocupa como este carísimo aparataje comunicacional esté siendo usado por sus líneas editoriales para dar empleo a periodistas televisivos gritones y mal educados (especialmente cuando entrevistan a autoridades), los que se dan el lujo de opinar y manejar el modo de informar.
Y aquí estamos, hipnotizados frente a una majamama idiotizante, decorada con siliconas, dientes postizos y cerebros de chorlito, adormeciéndonos con cuanta barbaridad quieran lanzar…
Ahora, hay que reconocer y darle el crédito que se merecen diarios y noticieros en cuanto a que las actuales autoridades se enteran a través de la prensa de lo que sucede dentro y fuera de sus casas.
Sin embargo, eso no libera a algunos medios de comunicación de esta falta de rigor y "exceso de excesos", transformado así la información en un simple espectáculo mediocre y generalmente inexacto.
¿O somos tan pencas que no merecemos saber la verdad?
Vivian Arend