Ricardo Cifuentes
"No merezco los reconocimientos que me han hecho y me sorprende el cariño de mis vecinos, ex colegas y los riobueninos en general. Quizás sea consecuencia de los casi 50 años en el tribunal local", confidenció el ex actuario del Juzgado de Letras de esta ciudad, Rubén Barría García.
Con 76 años, casado con Ema Santibáñez, es padre de tres hijas "que me han entregado muchas satisfacciones y hermosos nietos". Agrega que han sido 52 años de grata convivencia, que al igual que en su trabajo en el tribunal riobuenino, le han permitido conocer a muchísimas personas.
En su labor de actuario del Juzgado de Letras, conoció hechos y situaciones muchas de ellas que se transformaron en portadas de diarios de la zona, no obstante la más triste fue el año 1963, con poco más de 20 años y cuando se iniciaba en el tribunal. En aquella ocasión le correspondió junto al juez Rubén Bravo llevar la causa que conmovió al país, a raíz del fallecimiento de la familia de Luis Abelino Sandoval, quien asesinó a sus seis hijos, a su esposa y luego se ahorcó.
"Fue muy triste porque yo conocía a Luis; si hasta habíamos jugado fútbol juntos y siempre me pareció una persona muy correcta, quizás un poco serio, pero en general de comportamiento afable y preocupado del resto. Ese hecho, que todos los chilenos conocieron a través de la prensa, a mí en lo particular me produjo una gran pena y en los más de 40 años de trabajo en el tribunal, fue lo más duro que presencié. Bueno, cada año había situaciones delicadas o de acciones que fueron comentadas en las noticias a la comunidad, crímenes u otros hechos delictuales, casos o causas, como se le llaman en el tribunal, que eran parte de nuestra labor, junto a mis colegas", recuerda el retirado actuario.
Carrera de esfuerzo
Mantiene un grato recuerdo de sus jefes y colegas con los cuales trabajó, y entre ellos del magistrado Carlos Caracotch, quien falleció hace algunos años. "Me pidió que no me fuera del tribunal, pero para ser honesto, había planificado mi partida, entre otras razones por el cambio del sistema penal y porque ya era necesario dejar las máquinas y usar el computador, que aprendí a usar, aunque no era igual que mi vieja máquina, razones que apuraron mi decisión y a lo mejor el cansancio de muchos años y la necesidad de disponer de mi tiempo.
Verónica, una de sus hijas, decidió seguir sus huellas, y hoy es parte del equipo que administra justicia en el tribunal riobuenino, "por lo tanto me fui, pero una parte de mí continúa en el Juzgado de Letras. Fuimos colegas con mi hija varios años, hasta que me jubilé", recuerda.
Un accidente cerebro vascular y una arteria obstruida le obligaron a enfrentar sus problemas de salud que ya están controlados, pero con un susto para toda la familia, y sin poder hacer lo de antes. "De allí que cuando aparecieron mis amigos del básquetbol para invitarme, me sorprendieron y en la oportunidad destacaron mi tiempo en esta hermosa disciplina, que se remonta a los tiempos del desaparecido club Juventud de la década de los '50 y cuyo centro era el lugar donde después se construyó el gimnasio cubierto, frente a la plaza 21 de Mayo".
Pasión deportiva
Recuerda que en esos tiempos jugaba baloncesto y además era arquero de la Primera Serie del Club José Miguel Carrera. "Tras el accidente del titular, por varias temporadas defendí a mi equipo bajo los tres palos. Y tan mal no me fue, por lo menos cuando perdimos, no fueron goleadas", afirma.
No recuerda cuándo comenzó a arbitrar, y junto a Rubén Sáez, durante varios años, fueron los "pitos" oficiales en gimnasios del sur del básquetbol federado, y elegidos para administrar justicia en cotejos que tuvieron como escenario el gimnasio local que recibió a grandes equipos del país.
"El reconocimiento del que fui objeto me llena de orgullo y aunque dudo que vaya a volver por razones de salud, siempre estaré atento para ir al gimnasio, que está a menos de 200 metros de la casa", detalla.