Bladimiro Matamala
Durante 52 años la guerrilla de las FARC logró aplicar los principios de la guerra irregular en Colombia. Una escalada criminal rebelde que fue más intensa en la década del '90, lapso donde cuatro religiosas chilenas (1994) de la Congregación de la Preciosa Sangre, entre ellas Patricia Pavez Vargas, arribaron a la localidad de Timbío, en el Departamento de Cauca, con su misión de llevar una palabra de aliento a las personas desplazadas, entregar la comunión a los enfermos y educar a los niños en la escuela.
Aunque reconoce que en lo personal alcanzó a estar sólo un año en esa labor, porque le diagnosticaron la enfermedad de lupus, su estadía le resultó inolvidable.
"Fue maravilloso. Mentiría si alguna vez sentí miedo, algún apremio. No tuve problemas, sin embargo después que me vine las hermanas me contaron que ingresó la guerrilla al pueblo y causó estragos en el cuartel de policía, donde asesinaron a varias personas. Las familias humildes siempre son las que más sufren", dice.
Sufrimiento y peligro
Un relato de la religiosa, que actualmente es la directora del Colegio Preciosa Sangre de Purranque, que no deja de conmover, ya que recuperada de su enfermedad retornó en 2005 a Colombia, no exactamente a El Cauca, sino a Cali, la llamada "zona roja" del cartel colombiano del narcotráfico, donde desarrolló su misión por otros dos años y medio.
Junto con ejercer su labor de maestra en la escuela, se trasladaba los miércoles y viernes al pequeño barrio La Isla, ubicado a un kilómetro de la ciudad.
"Cuando contaba que iba a La Isla a visitar a los ancianos y enfermos, los niños ponían el grito en el cielo y me rogaban llorando que no lo hiciera. Lo mismo la señora que me acompañaba en ese desplazamiento, ella me decía que era muy peligroso porque estábamos rodeados de guerrilleros. No andaban armados como en la selva, pero sí encubiertos".
Explicó que los habitantes de La Isla son gente muy buena que ha sido desplazada de sus campos, obligados a vivir en un campamento con todos los problemas que eso origina.
"En casitas muy precarias, donde circula la droga y los ajustes de cuentas son el pan de cada día", relató.
Guerrilleros devotos
Aunque sea contraproducente decir, los guerrilleros son muy católicos, según explica.
"Una forma bien primitiva de creer en Dios, en todo caso, porque según nos contaban las hermanas, los sicarios antes de hacer lo que le llaman su trabajo (matar), pasaban a la iglesia y le presentaban el arma a la Virgen, para que fueran más certeros y no hicieran sufrir a la gente", señaló.
Patricia Pavez Vargas finalmente dio cuenta de una situación apremiante que no olvidará jamás.
"Como religiosas en nuestra misión teníamos personas cercanas en común, entre ellas un varón. Yo expresé delante de él una opinión con respecto al clima que vive Colombia. Hermana -me dijo- le recomiendo que no haga comentarios. Y yo le manifesté que los guerrilleros estaban en la selva, que no había de qué temer. Me dijo: 'no se crea hermana, yo soy un guerrillero, pero no tenga miedo, sabemos quién es usted y de dónde viene. La vamos a proteger", indicó, "mientras que en las afueras se sentía el tronar de las ráfagas. Era señal que otro colombiano había muerto".
"No tuve problemas, sin embargo después que me vine las hermanas me contaron que ingresó la guerrilla al pueblo y causó estragos en el cuartel de policía, donde asesinaron a varias personas".
Patricia Pavez Vargas"