Ratificando el fuerte dinamismo que ha mostrado la industria aeronáutica en los últimos años en Chile y, a la vez, el empuje sostenido de Osorno como polo de desarrollo económico en el sur del país, la aerolínea Sky comenzó a saldar una vieja deuda que tenía con la zona al anunciar esta semana el regreso de sus frecuencias (luego de dos años) al aeropuerto de Cañal Bajo. La reposición de los vuelos entre Santiago y la ciudad viene con un añadido que ha sido particularmente aplaudido por la comunidad local: el modelo low cost (bajo precio) que se ha ido instalando progresivamente en el mercado nacional, y que en el caso de los osorninos les permitirá viajar hacia la capital nacional o desde la capital nacional a un valor promocional de $6.990 más la tasa de embarque, una tarifa que hasta hace algunos años habría parecido demencial.

La sorpresiva irrupción de Sky en Osorno se ha dado justo tres meses después del resistido cambio que implementó la empresa Latam, que en enero redujo drásticamente los vuelos diarios desde y hacia Santiago a sólo tres por semana, justificando tal decisión en un mejor servicio y que ya no habría que realizar escalas en Valdivia. Todavía hoy este anuncio causa escozor en los usuarios (muchos de los cuales tienen que desplazarse a Puerto Montt para tomar sus vuelos), y sobre todo en las autoridades regionales y municipales, que en su momento se la jugaron ante el nivel central para que Cañal Bajo recibiera una cuantiosa inversión para mejorar su pista y otros servicios. Ésta fue una petición expresa de Latam para que siguiera operando sus frecuencias a Osorno. Las platas fueron aprobadas, las obras se realizaron, e inexplicablemente Latam resolvió disminuir sus vuelos.

El regreso de Sky permite incorporar un saludable elemento de competencia en el mercado aéreo específico de Osorno, una ciudad cuya demanda de pasajes se ha visto injustamente alterada desde que se forzó a los clientes a trasladarse a Puerto Montt para abordar un avión. El modelo low cost significará un cambio de proporciones para la demanda de pasajes que le hará bien al mercado aéreo y también al dinamismo económico local.

Claudio Orrego, intendente de Santiago, lanzó una dura crítica a la forma en que se construyen edificios en Estación Central. "Guetos verticales" los llamó, denunciando que no existe plan regulador ahí y armó el debate. Un gueto es un área de ciudad asignada para la vivienda a un determinado grupo étnico, cultural o religioso donde los accesos o salidas del lugar no son libres. En Chile no han existido guetos, lo que más se acerca fue Colonia Dignidad y hoy algunas comunidades indígenas. La descalificación del intendente es en el fondo una crítica urbana al sistema de libre mercado que ha inspirado los instrumentos de planificación.

Lo que dice Orrego no es todo verdad, en Estación Central existe plan regulador; está antiguo como el de Osorno, pero existe. Lo que llama la atención es como una autoridad es capaz de descalificar y estigmatizar la propiedad privada. Los que viven allí no reclaman que la inmobiliaria les haya pasado gato por liebre; reclaman que el intendente, usando los medios y publicidad, desvalorizó su propiedad comprada con sacrificio.

En Chile, hay sólo dos condominios en altura que representan el caso, el criticado por Orrego y el Imago Mundi en Las Condes. Ambos responden a un modelo inmobiliario similar: gran cantidad de departamentos, variados equipamientos, seguridad, alta densidad y un gran terreno. La diferencia radica en que Imago tiene más estacionamientos que departamentos, entrega un 50% de su terreno base a áreas verdes y posee un 60% de departamentos de dos dormitorios o más, logrando mejor calidad de vida y una imagen familiar positiva, mientras que el de Estación Central tiene escasos estacionamientos, destina apenas un 10 % de su terreno base para áreas verdes y un 60 % de su oferta son departamentos de un dormitorio.

¿Quién hizo la diferencia en la calidad de vida y el impacto al barrio? Me da vergüenza decirlo, pero es hacia los arquitectos adonde debe apuntar la crítica. Mientras la oficina de arquitectos de Imago Mundi cumple lo solicitado por su inmobiliaria con cierta calidad, los arquitectos que diseñan el edificio de Estación Central lo hacen para que el negocio inmobiliario alcance utilidades brutales y el aporte al barrio sea mínimo, desvalorizando con ello nuestra profesión.

Las inmobiliarias siempre buscan mejor rentabilidad y de los arquitectos se espera que seamos capaces de encontrar el equilibrio entre el negocio del mandante y el bien común de nuestras ciudades. Aún es tiempo para mejorar esos proyectos.

Raúl Ilharreguy, arquitecto