Cuando el arquitecto Antoni Gaudí asumió el diseño de la Sagrada Familia en Barcelona, sabía que no vería terminada su obra. No obstante, proyectó un templo cuya construcción sigue avanzando más de 140 años después.
Las grandes ciudades del mundo, sin duda alguna, no se concibieron solo desde el cálculo y la resolución de problemas inmediatos: nacieron también desde una idea, desde una conversación, desde un atrevimiento. Porque imaginar el espacio que queremos habitar no es irresponsable, sino necesario.
En estos días, una propuesta compartida por el arquitecto osornino Andrés Angulo, past president y socio de nuestra Cámara, ha encendido un debate que, por momentos, ha sido más duro que justo. La "Gran O", hito urbano que busca representar a la ciudad desde su fundación hasta el presente, es un elemento estructural que, en palabras del propio profesional, "condensa lo que la ciudad puede llegar a ser: un espacio abierto, inclusivo, envolvente; una arquitectura del encuentro".
Más allá de la viabilidad concreta del proyecto -que, como ya ha sido aclarado por el propio alcalde, no está en ejecución-, lo relevante es lo que expone esta discusión: ¿por qué nos incomoda tanto pensar en el futuro? La concejala Cecilia Ubilla lo expresó con claridad: "Es como si soñar fuese una amenaza". Y es cierto. En un país donde el corto plazo suele gobernar el debate público, donde las urgencias del día a día muchas veces nos impiden mirar más allá del próximo semáforo, necesitamos reivindicar el valor de proyectar.
Hoy, desde la Cámara Chilena de la Construcción Osorno, creemos que hablar del futuro no solo es saludable: es imprescindible. Nuestra ciudad enfrenta desafíos urgentes en vivienda, conectividad, infraestructura y espacios públicos, pero también tiene enormes oportunidades de desarrollo, identidad y cohesión. Pensar en grande es parte del trabajo de construir ciudad.
La gran "O" de Osorno, como la ha descrito Angulo, no es solo una propuesta escultórica; es una metáfora que nos invita a mirar la ciudad como un espacio de encuentro, como una forma que no impone, sino que acoge. Barcelona tuvo su Sagrada Familia; Río de Janeiro, su Cristo Redentor; Montevideo, su cartel de "Montevideo" en la rambla que turistas de todo el mundo fotografían. Todas esas obras partieron de una idea que, en su momento, fue tachada de exagerada o inviable. Hoy son íconos.
En Osorno no se está construyendo una "O" de 120 metros, pero sí se está levantando algo tal vez más importante: una conversación sobre cómo queremos que se vea, se sienta y se piense nuestra ciudad en las próximas décadas. Soñar también es construir, pues, como Albert Einstein ya lo decía: "La imaginación es más importante que el conocimiento".