En días pasados, como chilenos, asistimos a un nuevo recordatorio de la llamada Gesta de Iquique, protagonizada por un navío de maltrecha y endeble armadura y un coloso de mares por aquellos días. La primera embarcación era chilena, se llamaba Esmeralda y era capitaneada por un joven abogado y marino. En tanto, el otro barco era de la flota peruana y su característica más amenazante era la de ser un acorazado: el Huáscar, al mando de Miguel Grau. Por cierto, ambas embarcaciones y sus capitanes y marinos no estaban en esta zona por azar ni por voluntad turística. Era 1879 y se vivía la Guerra del Pacífico, en la que participaron Perú, Bolivia y Chile y que se desarrolló entre los años de 1879 y 1883 y cuyo origen estuvo en disputas sobre los territorios del Desierto de Atacama y las salitreras de Antofagasta y Tarapacá.
Estos datos pretenden ser sólo ilustrativos en nuestro afán para exponer una vida, un ser humano, especial y distinto, al que sentimos y vestimos con el traje de héroe. En lo personal, mi héroe es Arturo Prat Chacón. Nos lo presentó la profesora rural a eso de los 5 años y en una sala donde había cuatro cursos. Aprendí de su vida, más que la de nadie. Es como si hubiese sido mi familia y algunas veces durante mi niñez, caminé al cerro para llorar su vida y su muerte, sus hijos huérfanos y su esposa. He estado agradecida de su gesta, de su valor, de su tremenda estatura humana, de su consecuencia. A los 5 años aprendí esa arenga de memoria; la sigo recitando hoy y me sigue significando el amor y el compromiso de vida para con la patria.
Un héroe o heroína es un ser humano que es capaz de la realización de acciones abnegadas en beneficio de otros o por causas nobles. Hay que diferenciar nuestros héroes de los superhéroes, que son los que nos aporta la literatura fantástica y cuyas características están por sobre las capacidades humanas: son físicamente inagotables, de visión kilométrica o láser, notabilísima elasticidad de cuerpo.
Las características que distinguen a un héroe es el coraje y la valentía, empatía frente al dolor ajeno, integridad moral, conciencia de la justicia, etc. Un héroe puede ser cualquier persona, porque también hay héroes cotidianos. En su mayoría, los paladines o adalides de hoy presentan valores que difieren de los que ostentan los antiguos. Ahora, los hay deportistas, religiosos, defensores de causas ambientales o algún artista. También, se les acepta la no perfección; se entiende que pueda cometer errores, mientras sea moralmente formado. Aunque no podemos dejar de anotar que en nuestra realidad se levantan muchos héroes y heroínas, pero la mayoría se desmiembran a poco andar, tal vez porque hay quienes ven en esto sólo fama, notabilidad, oportunidades y dinero.
En la antigüedad se creía que los héroes eran una especie intermedia entre los humanos y los dioses. En la época medieval hallamos caballeros que sienten gran afecto por su país o pueblo. Son inteligentes, valientes y de grandes dotes morales. Tan significativo era su quehacer que los juglares cantaban sus hazañas de pueblo en pueblo. No veo héroes en lontananza; sólo algunos lóderes a los que hay que lavarles los pies a diario.